Luis Alberto García / Moscú
* De la cumbre al abismo, el sucesor de Mijaíl Gorbachov entró a la historia.
* Sin embargo, el destino desvió el sendero de alguien que quiso, pero no pudo.
* De la burocracia provinciana, llegó al mayor cargo político del Kremlin.
* En “Maratón presidencial”, su libro de memorias, narra sus grandes momentos.
* “Rusia fue indomable a fines del siglo XX”: Miguel García Reyes, sovietólogo.
* Desde el PCUS, el autor de la “perestroika” fue duramente cuestionado y criticado.
Borís Yeltsin fue el primer presidente de la Federación de Rusia en entrar a la historia como un político que -en medio de una situación que quiso pero no pudo controlar, y mucho menos conducir- cambió el rumbo y el destino de ese país fascinante, contradictorio y enigmático.
“Rusia y sus habitantes –afirma Miguel Cayetano García Reyes, sovietólogo mexicano, doctor en Geofísica por la Universidad Lomonósov de Moscú, investigador en temas de energía y seguridad- tienen como principal atributo el ser indomables, trátese de fenómenos naturales o de sus enemigos, y así fue el país sobre todo a fines del siglo XX”.
Y así como sus compatriotas poseen esa cualidad, también resultaron indomables para Yeltsin los ocho años de su presidencia –el primer mandato de 1991 a 1996, segundo de 1996 a 1999-, enmarcados en un periodo sumamente complejo para Rusia, fracasando de manera rotunda en su errático propósito de alcanzar con éxito la transición del sistema socialista hacia la economía de mercado.
Yeltsin nació el 1 de febrero de 1931 en la aldea de Butka, en la provincia de Sverdlovsk -hoy Ekaterinburgo, ciudad en la que fue fusilado por los bolcheviques el zar Nicolás II junto con su familia, el 18 de julio de 1918-, en la región de los montes Urales que, geográficamente, son la entrada a la temida y gélida Siberia y a la Rusia asiática.
Su padre fue obrero de la construcción y su madre costurera, con una adolescencia en la que Borís destacó por su carácter aventurero, violento y rijoso, defectos que lo llevaron a perder dos dedos de la mano izquierda cuando le explotó una granada que trataba de desarmar para conocer su estructura.
“Se distinguía entre nosotros por su estatura, su talento de organizador y su afán de sentirse líder en todo momento”, recuerda Serguéi Molchánov, compañero de escuela de Yeltsin y en el equipo de voileibol del que era capitán y el mejor jugador, luego aficionado al tenis e impulsor de esta modalidad deportiva en todo el país.
Yeltsin no tuvo problemas con los estudios; pero sí desacuerdos con algunos de sus profesores, y en varias biografías se menciona el caso de cuando fue expulsado del colegio por un conflicto con una profesora que obligaba a sus alumnos a estudiar disciplinadamente, hasta terminar la educación superior en el Instituto Politécnico de los Urales, donde permaneció de 1950 a 1955.
Un año después de su graduación, Yeltsin se casó con Naína Guírina, de quien enviudó, luego del nacimiento de sus dos hijas: en 1957 nació, Elena, y tres años más tarde, la segunda, Tatiana, que tuvo una influencia determinante sobre él cuando alcanzó el poder en la década de 1990, en especial en los nombramientos que hizo, conduciendo al fracaso sus gobiernos.
En su libro de memorias “Maratón presidencial”, Yeltsin dedicó algunas páginas a su familia, remontándose a los inicios de su carrera como ingeniero y maestro de obras en diversos proyectos de construcción en la provincia de Sverdlovsk: “Borís hizo carrera rápidamente y pronto fue el gerente de una gran empresa estatal de construcción”, señaló su amigo Serguéi Molchánov.
En 1968 Yeltsin decidió cambiar el rumbo de su carrera y se afilió al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y ocho años después ya ocupaba el cargo de primer secretario del comité regional, convirtiéndose así en el máximo funcionario con poder en esa provincia de los Urales.
Nueve años después, en marzo de 1985, Mijaíl Gorbachov fue elegido Secretario General del Comité Central del PCUS y anunció el rumbo de sus reformas estructurales -la “perestroika” y la “glasnost”- con el objetivo de reorganizar y modernizar a fondo los sistemas político y económico de la nación.
Este periodo inició una etapa histórica que marcaría el fin de la fase detonada en 1917 con el triunfo de la Revolución y el fin del zarismo, realizándose desde entonces grandes cambios no solamente en el plano nacional, sino en el mundo entero, abriéndose una etapa en la cual Yeltsin participó activa y destacadamente.
Se trasladó a Moscú en diciembre de 1985 para encabezar el Comité del PCUS en la capital del país, una de las organizaciones de base más numerosas e influyentes de la organización hegemónica y, una vez en el cargo, Yeltsin introdujo importantes cambios en el sistema de dirección y la lucha contra la corrupción.
Entre algunas cuestiones que se le reconocen es el haber prohibido la demolición de edificios históricos moscovitas, empezar el diseño un plan de desarrollo de Moscú e iniciar la eliminación de los privilegios de los altos funcionarios de la añeja “nomenklatura” heredada del pasado lejano.
Se dedicó personalmente a inspeccionar tiendas y almacenes y usaba el transporte público para movilizarse por la ciudad, lo que aumentó su popularidad entre los moscovitas, quienes se sentían extrañados y agradecidos por las actitudes de un político llegado de una provincia lejana y apenas reconocida por la historia por lo ocurrido –el fusilamiento de Nicolás II y su familia- en 1918.
En octubre de 1987, la cúpula del PCUS cuestionó y criticó fuertemente la actividad del presidente Gorbachov, declarando que el proceso de la “perestroika” se desarrollaba de una manera demasiado lenta y que, incluso, empezaba a formarse un culto a la personalidad del mandatario, episodio en el que Yeltsin perdió su puesto en el Comité capitalino; pero sin abandonar la política, generándose un conflicto entre ambos.
Ése fue el centro de las noticias de todo el país, y algunos personajes simpatizaban con el curso más radical de Yeltsin, y a otros les gustaban más los pasos cautelosos de Gorbachov; sin embargo, a pesar de todas esas divergencias entre los dos políticos, éstos deseaban en el fondo reformar el viejo sistema socialista y tenían planes para el incierto futuro desarrollo del país.