Francisco Rodríguez
Hasta hace unos pocos meses los mandos de la Policía Federal estaban enemistados unos con los otros. Celos por las plazas que a cada cual correspondían, dependiendo de la organización criminal que los tuviese cooptados, ya por los ascensos y hasta por los bonos.
Pero de un tiempo para acá, la mayoría de ellos comenzaron a llevarse bien. Se reunían a comer (y a beber, but of course) en caros restaurantes. Juntos iban a ranchos más o menos disimulados en las zonas montañosas de nuestra geografía. Y la sospecha comenzó a crecer: conspiraban.
Mientras, en las Cámaras del Congreso de la Unión se discutían los temas de la Guardia Nacional. Y en la Secretaría de Seguridad, créalo usted o no, se hacía precampaña para obtener la candidatura al gobierno de Sonora.
Por el lado de los poderes federales tejían. Lo mandos de la Policía Federal destejían.
Los informes de las reuniones de los mandos policiacos llegaron a donde tenían que llegar.
Y en las reuniones de las 6 de la mañana, en Palacio Nacional, se tomó debida nota de cuáles de los mandos policiacos estaban coludidos con tal y cual organización delictiva. “Policías chinos”, al fin y al cabo, dejaron huellas indelebles de lo que estaban tramando.
O también como Gretel, la hermana del Hansel del cuento de los hermanos Grimm, fueron dejando migajas en el camino hacía la traición y, peor aún, hacia el motín.
Felipe Calderón es manco
Los analistas novatos –o interesados– creyeron identificar a la de Felipe Calderón como “la mano negra” a la que el Presidente Andrés Manuel López Obrador se refiriera como la que está atrás del movimiento de los policías federales que, sólo en apariencia, buscan mantener canonjías y prebendas que nunca llegarán a igualarse con las que reciben de los grupos que a la mayoría tienen cooptados.
Pero Felipe Calderón es manco.
¿O no se han dado cuenta de que ni siquiera puede echar a andar lo que nunca será un partido político?
Concederle las capacidades para orquestar un movimiento como el que actualmente mantienen los federales es tanto como ofender al sentido común.
Quienes están detrás, quienes son representados como “mano negra” son los mañosos que, esos sí, quieren que se mantenga el statu quo que hasta ahora los ha beneficiado.
O ¿a poco la PF ha combatido verdaderamente a la delincuencia que ha crecido exponencialmente, no obstante, los esfuerzos que en el pasado reciente hicieran para contenerla la Marina Armada y el Ejército Nacional?
Todo México sabe que no ha sido así. Todo México tiene en la PF al peor ejemplo de corrupción policiaca, precisamente desde que Calderón y su secretario Genaro García Luna la “remodelaron” al gusto de los cárteles que Estados Unidos tenía en ese momento como proveedores “confiables” de la droga que demandan sus millones de adictos.
Esta vez, como en otra anterior, la sociedad, el pueblo, no está con los policías. Los ve ineficientes y, peor, corruptos.
En poder de “la mano negra”.
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