lunes, abril 15, 2024

El asesinato de Colosio “¡fue un complot!”, acusan vecinos

Francisco Medina / Especial Al Momento Noticias

 

CIUDAD DE MÉXICO, 23 de marzo (AlmomentoMX).- A 23 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, aún hay incógnitas por resolver. ¿Quién o quiénes “decidieron” el asesinato?

La especulación sobre los motivos del magnicidio de Colosio y la identificación de los autores intelectuales es ya deporte popular. El periodismo debe llamar a la cordura y, sobre todo, mirar con atención el escenario del crimen y perseguir las historias particulares de los posibles implicados. De ahí la importancia de testimonios como los recogidos dos días después del crimen y que ahora recuperamos.

 

Crimen artero

 

Aún tengo fresco en la memoria aquel miércoles 23 de marzo de 1994. Pasaban las siete de la noche cuando Verónica, mi esposa, me pidió que viera la noticia que transmitían en la televisión.

Una y otra vez, las imágenes se repetían. Una mano con un arma de fuego se estiraba hacia la cabeza de Colosio y se veía como una detonación impactaba contra el cráneo del candidato.

El candidato a la presidencia del Partido Revolucionario Institucional, Luis Donaldo Colosio Murrieta, había sufrido un atentado en Lomas Taurinas en Tijuana, Baja California.

Me quedé pasmado. Recordé la plática que había tenido el domingo 2 de enero de ese 1994 con mi prima Rosa sobre el levantamiento zapatista y del futuro del candidato presidencial. Recuerdo que le había dicho que las presiones eran muchas y que Manuel Camacho Solís no se iba a quedar tranquilo hasta no lograr ser el candidato presidencial. Que podrían pasar muchas cosas. Lo más viable era que “enfermaran” al candidato, pero lo más lamentable sería que lo mataran. Y eso había pasado ya…

Liébano Sáenz, secretario de Información y Propaganda de la campaña de Colosio, informaba que el candidato había fallecido y que el presidente Carlos Salinas de Gortari se comprometía a que no quedaría impune el “artero crimen”. “Todos los autores, intelectuales y materiales, recibirán todo el peso y el castigo de la ley”. Y remataba: “el asesinato de Colosio es una ofensa para todos los mexicanos”.

Inmediatamente me comuniqué con Ramón Márquez, director editorial de la revista Macrópolis, donde trabajaba entonces. Me pidió que estuviera atento a lo que se decía y que me preparara, porque lo más seguro era que viajara esa misma tarde a Tijuana.

 

Cobertura en Tijuana

 

El cambio de horario me desconcertó un poco. Mi reloj marcaba las 22:00 horas, pero el del aeropuerto de Tijuana marcaba las 21:00 horas. Tomé un taxi y le pedí al chofer que me llevara a un hotel del centro que fuera barato. Me condujo a uno llamado Las Palapas.

Al día siguiente, muy temprano, me dirigí a las instalaciones del PRI Municipal ubicado en avenida Insurgentes Norte 59, en la zona centro de Tijuana. Me puse en contacto con el jefe de prensa y le entregué la carta de acreditación que me había dado Ramón Márquez, para que me dieran las facilidades para enviar mi información vía fax.

Serían poco más de las 10:30 de la mañana cuando tomé un taxi para que me llevara a Lomas Taurinas. No sabía a qué me enfrentaría en aquel lugar marcado con rojo sangre. Para entonces habían transcurrido dos días del asesinato de Colosio. Había mucha confusión y sentimientos encontrados. Miedo, coraje, impotencia. Y por encima de todo, una profunda incertidumbre por no saber quién, y por qué motivos, un tal Mario Aburto había asesinado al carismático candidato que desde su primer día de campaña había sido recibido con agrado por gran parte de la población.

 

Día negro en Lomas Taurinas

 

Entre el fraccionamiento Otay Universidad, y las colonias del Río, Aeropuerto y Centro Urbano 70-76, su ubica un cañón, el cual, a partir de 1983 se fue poblando poco a poco, hasta llegar a ser lo que hoy se llama Lomas Taurinas. Es una colonia que cuenta con los servicios públicos básicos, pero que aún padece los atrasos de un asentamiento irregular.

En la parte baja del cañón se puede observar un riachuelo de aguas negras que lo surca. A un lado, un parque. A la derecha de éste, el altar improvisado que los vecinos han levantado en memoria de Colosio.

La vida parece seguir su curso normal. Pero el ambiente está enrarecido. Caras largas de los vecinos, miradas interrogantes, temor ante el patrullaje de la policía municipal…

El presidente de los colonos, Pedro García, afirma que el 80 por ciento de los vecinos del lugar son priistas. Y fue justo aquí, en este lugar de priistas, que Luis Donaldo Colosio perdió la vida.

Pedro García es uno de los fundadores de Lomas Taurinas. Sus modestas ropas comprueban que es una persona sencilla. Platica con los vecinos a sólo unos pasos del altar hecho por los propios vecinos. Al principio se muestra renuente a hablar con la prensa, pero luego de unos minutos accede: “Lomas Taurinas no tenía ningún resentimiento con Colosio, al contrario, sabíamos que nos ayudaría con nuestros problemas”.

-¿Ustedes conocían a Mario Aburto?, ¿vivía en esta colonia?

-En esta colonia nadie lo conocía. Él vivía hasta por Otay, a la salida de Tijuana. No sabemos cómo se enteró que aquí se llevaría un acto político.

Suponemos que hubo personas que le informaron.

Antes de poder realizar la siguiente pregunta, agrega:

-Creo que esto fue de acuerdo común. Si no con la seguridad personal del candidato, sí con la municipal, porque ese día no hubo guardias. Yo personalmente, donde está la cruz, donde estaba el charco de sangre, se quedó un buen tiempo el casquillo. Nosotros no lo quisimos recoger. Aquí estaba un licenciado del PRI que se llama Aarón Juárez, y yo decía: ‘debería usted llamar a un perito o a la policía federal porque es de su competencia’.

Media hora después del asesinato, unas personas, aparentemente judiciales, llegaron a Lomas Taurinas para retirar a la gente que merodeaba la zona. Nunca mostraron su identificación. Uno de ellos tenía una plaquita del PRI en la solapa de su saco; cuchicheaban entre ellos. Hablaban y hacían como que buscaban, pero sin hacerlo; uno de ellos disimuladamente se quitó la placa y se la guardó en la bolsa de la camisa.

Se pregunta García: “¿Qué puede uno pensar o imaginar de todo eso. Que hubo complicidad en su contra. Eso fue lo que yo vi porque estaba junto a Colosio”.

Por unos minutos se queda, inmóvil, observando el lugar donde está ahora el pequeño altar. Reflexiona, trata de recordar cada momento de aquel fatídico miércoles de marzo. Al final, elucubra:

-Sé que algo se estaba fraguando desde debajo del agua. Porque antes de que yo bajara al lugar donde se realizaría el acto, estaba arriba parado en una de las tarimas. Pero hubo algo que me llamó mucho la atención. Casi todo el acto estuvo en silencio. No fue como en otras ocasiones en que no dejaban de hacer ruido; ahora estaban totalmente callados. Sin embargo, y aquí lo extraño, apenas terminó el acto, el sonido empezó a hacer ruido a lo bruto. Observar cuando llegara el candidato; mientras, vacilaba con unos miembros de Solidaridad. Cuando llegó el candidato, les pregunté si iban a bajar. Me dijeron que no, que no podían estar presentes porque no les competía ese asunto. Yo bajé y estuve en el acto.

“Cuidado con la culebra que te muerde los pies…”, se escuchaba una y otra vez, tan fuerte, que ahogó el ruido que produjeron los dos disparos que terminaron con la vida de Colosio.

La gente quiso linchar a Mario Aburto, pero los de seguridad lo protegieron y se lo llevaron. Pedro García alcanzó a escuchar que algo le decían -y que algo decía él- pero no pudo entender ninguna palabra. “La verdad, no sé si haya actuado solo, pero sí estamos seguros que fue un complot. Así lo creemos todos los que vivimos aquí en Lomas Taurinas”, asevera.

 

A la plática se suma doña Carmen Ramírez:

 

-Aburto es una marioneta, un chivo expiatorio. Esto viene de muy alto. Todos en el pueblo pensamos eso. El se sentía muy seguro de lo que hizo. Todo viene desde arriba. Lo van a dejar morir solo, porque muerto el perro se acaba la rabia. Un día de estos va a amanecer muerto y van a decir que se ahorcó.

En su rostro se reflejan la ira y la impotencia. Cuando parece que no tiene más que decir, suelta: “El mismo PRI puso a Colosio y el mismo PRI se lo quebró”. Ese sería el sentir no sólo de Carmen, sino de gran parte de la población que ven en el PRI al principal sospechoso.

Al lugar van llegando poco a poco más gente de la misma colonia y de otros lugares. Entre ellos Álvaro Francisco Colosio, primo hermano del candidato asesinado. Dialoga con algunos vecinos sin que éstos sepan de quién se trata.

Al igual que los pobladores de esa barraca, Álvaro Francisco señala que no cree que Mario Aburto hubiera asesinado a su primo por decisión e iniciativa propia. “Estuvo preparándose por allí, debe haber algo más de fondo, creo que lo vamos a saber poco a poco, confiamos en el estado de derecho, las personas que están haciendo la investigación lo van a sacar adelante”, confía.

El primo de Colosio Murrieta, abogado de profesión, menciona que hay una permanente comunicación de la familia Colosio en diferentes partes del país y destaca que están recibiendo mucha información, pruebas, nombres, fechas, fotografías y videos, aunque no todo puede ser catalogado como verídico.

 

¿Complot contra el candidato?

 

Allí también estuvo José Zavala, miembro del Comité Político del PRI de Tijuana.

-Es muy difícil pensar que si no querían que fuera presidente se lo hubieran dicho. El pueblo deseaba que lo fuera. Si esa expresión tiene alguna intención y va dirigida a alguien, hay un dicho que reza: “A quien le quede el saco, que se lo ponga”. Quien sabe si haya alguien a quien le quede. Es muy difícil especular.

-¿Cree usted que se haya fraguado un complot en contra de Colosio?

-Todo parece indicar que sí. Pero sólo las investigaciones deberán decir la verdad.

En su opinión, la salida de Córdoba es significativa en las investigaciones, y “quizá haya sido para protegerlo o para que no entorpezca las mismas”.

-¿Cree que se pueda llegar a conocer la verdad?

-Lo deseo ardientemente, con mucha fe y esperanza. Que se sepa quiénes fueron. Exigimos que se esclarezca, lléguese a donde se llegue, pero que se aclare. Es tiempo de que no se maquillen las cosas. Si hay alguien atrás, que se aclare por justicia.

El sol de mediodía cae a plomo sobre Lomas Taurinas. A lo lejos se puede ver la movilización de elementos de Seguridad Pública. Más de seis patrullas escoltan una camioneta con vidrios polarizados. Tres pick up transportan a funcionarios de alta seguridad. A diferencia del 23 de marzo, la seguridad es notoria, excesiva. La orden es detener a cualquier persona que haga un movimiento sospechoso. ¿Quién será la persona a la que custodian? La pregunta tiene pronta respuesta.

Lo vemos acercarse, lo reconozco. Es Rafael Aguilar Talamantes, candidato presidencial del Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, quien viene a depositar una ofrenda floral ante el altar de quien dice, fue su amigo.

Los vecinos no pueden ocultar su rabia, su consternación. “Esto es un insulto. Ahora sí hay vigilancia. ¡Qué poca madre!”.

 

Las 15 muertes ligadas al caso Colosio

 

Entre el 23 de noviembre de 1993 y el 15 de septiembre de 1999, alrededor de 15 personas, entre políticos, policías, integrantes del Estado Mayor Presidencial y agentes de Ministerio Público fueron asesinados. Todos ellos, estuvieron vinculados con el atentado del candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio.

Según datos contenidos en los expedientes de la PGR sobre el caso, por lo menos dos de esas muertes se registraron antes del crimen perpetrado contra el priista, aquella tarde del 23 de marzo en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California.

Tres personas que participarían en el equipo de seguridad del candidato presidencial fueron asesinadas, dos antes de la muerte de Colosio y otra después. Tal es el caso de José Luis Larrazolo Rubio, un comandante de la Policía Judicial Federal que iba a integrarse a la campaña de Colosio, pero que fue asesinado en enero de 1994.

Otro de los casos más conocidos de personas vinculadas al caso Colosio y que resultaron muertas es el de Ernesto Rubio Mendoza, ejecutado la misma noche del 23 de marzo de 1994 en un taller mecánico de Tijuana, a quien el investigador privado Humberto López Mejía señalaba como el verdadero hombre detenido en Lomas Taurinas y el asesino material, y de quien decía tenía un gran parecido físico con Mario Aburto.

Rubio era el hombre de confianza del ex comandante Raúl Loza Parra, encargado de las primeras investigaciones del caso Colosio. Loza encargó a dos agentes bajo sus órdenes filmaran el mitin de Lomas Taurinas.

Rebeca Acuña Sosa, una agente del Ministerio Público federal que participó en la integración de la primera averiguación previa del magnicidio, fue asesinada en febrero de 1996.

El 19 de julio de 1996, dos años después del atentado contra Colosio, el jefe de seguridad del PRI durante la campaña presidencial, Isaac Sánchez Pérez, también fue asesinado por tres sujetos a bordo de un vehículo.

Según el informe de la Subprocuraduría especial en el caso, la prensa nacional e internacional reveló que al menos ocho personas fueron asesinadas por investigar sobre el tema Colosio. Sin embargo, la PGR dio a conocer que no existió relación entre los homicidios y el proceso de investigación.

Jorge Antonio Sánchez Ortega, un agente del Cisen que estuvo en la escena del crimen y fue detenido por la Policía de Tijuana, fue liberado la madrugada del 24 de marzo, a pesar de que dio positiva la prueba de radizonato de sodio y a pesar de que lo detuvieron cuando huía del lugar de los hechos. Llevaba sangre en su chamarra y ésta resultó del mismo tipo de la de Colosio (A negativo). Se parece mucho físicamente a Aburto. Fue liberado por autoridades federales.

Tiempo después asesinaron a Federico Benítez, el jefe de la policía de Tijuana, quien “por error” tuvo a sus agentes cerca de Lomas Taurinas y osaron detener a Sánchez Ortega.

AM.MX/fm

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