jueves, abril 18, 2024

ARQUEOLOGÍA POPULAR: Una impronta sonora del pasado fin del milenio

Carlos Becerril Torres

 

Por libre asociación el nombre de Visconti se enlaza a un Gustav Mahler con la personalidad de Thomas Mann en la figura de Dirk Bogarde; Burt Lancaster, Claudia Cadinale y Alain Delon reconstruyendo un trozo de historia siciliana; Helmut Griem  en el personaje de Aschenbach en un filme sobre el ocaso de los dioses del nazismo o Helmut Berger con el papel del entrañable rey Luis de Baviera. Todos ellos filmes de Luchino Visconti. Otra contribución de Visconti es la dirección escénica y el diseño de vestuario en la ópera y su colaboración con María Callas.

Fuera del círculo de fuego de la libre asociación aparece otro Visconti, es Anthony Edward Visconti. A partir de este momento tomará la forma de Tony Visconti.

Parte de su presencia destaca por ser el productor de Space Odity, The Man Who Sold The World, Low, Heroes, Lodger, Scary Monsters (Super Creepers), The Next Day y Blackstar, todos ellos son algunos de los más importantes álbumes del recientemente desaparecido David Bowie. Aunque, ante el volcánico y descomunal talento musical y teatral de Bowie la contribución de un productor pudiera parecer mínima, el aporte de Visconti es reunir y experimentar con toda cantidad posible de sonidos y mezclarlos con la tecnología disponible. El resultado final es la creación de productos sonoros de fina y delicada calidad.

Como muchos otros, Tony Visconti cayó en el vórtice gravitacional de la música desde temprana edad. Primero, por poseer talento natural y crecer en un ambiente musical propicio. Y luego, por la posibilidad de escuchar música grabada proveniente de la colección de discos paterna seguida de la oportunidad de iniciar la propia, a la edad de doce años, con la adquisición de Blueberry Hill de Fats Domino. A partir de ahí los discos de Elvis Presley, Chuck Berry, Buddy Holly se convierten en libros de texto gratuitos en el aprendizaje y desarrollo de sus habilidades en la guitarra.

Escuchar discos y luego aprender y reproducir los matices de la guitarra, la voz, percusiones o el bajo es parte importante del flujo vital y metabólico de una gran mayoría de los productores. Con esas experiencias y aprendizajes Tony Visconti tuvo una carrera musical en los foros musicales de Nueva York. Hacia finales de la década de los años sesenta desembarca en Londres y comienza a trabajar con Georgie Fame una de las grandes figuras de la escena londinense. De fama poco apreciada de este lado del Atlántico, en su natal Inglaterra es una celebridad.

El nombre de Georgie Fame y los Blue Flames sale de los olvidados recuerdos con dos grabaciones Yeh, Yeh y La Balada de Bonnie & Clyde. Entre algunos de los miembros de los Blue Flames que rotaron por la composición de la banda  está un baterista de nombre Mitch Mitchell y el guitarrista John McLaughlin. Dos virtuosos sin los cuales el rock y al jazz pudieran haber tenido cauces diferentes.

En la Inglaterra de 1964 cualquiera que pudiera tocar medianamente la guitarra era de súbito contratado para realizar una grabación y, con ello, contribuir a satisfacer la voraz demanda de talento instantáneo requerido. Eso parecía cuando surgían grupos ingleses como el que tenía el nombre de John’s Children y su fama parecía subir como espuma de bebida corriente para luego desaparecer entre la neblina de la cruda realidad. Sin importar lo anterior el cuarteto dejó su marca como antecedente del glam rock.

En uno de los cambios del grupo entró como guitarrista y compositor Marc Bolan. Su contribución fue Desdémona, asegurándose con ello un lugar entre las canciones de culto del porvenir.

 

 

Bolan partió de los John’s Children y formó Tyrannosaurus Rex. En esa nueva experiencia se inicia la colaboración con Tony Visconti quien produce los primeros cuatro álbumes. Más adelante un nuevo agrupamiento de la banda deviene en T. Rex y de entre su colaboración sobresale Electric Warrior. Su productor en pleno uso de sus capacidades creativas le posibilita a Marc Bolan el poder volar con sus extrañas imágenes poéticas en las que hasta una cita directa del famoso monólogo del Príncipe Hamlet tiene un espacio.

La aparición de Tony Visconti en el panorama industrial fonográfico ocurre en un momento histórico de múltiples confrontaciones. Unos quieren conservar la pureza del sonido eléctrico con guitarra, bajo y batería, sin alteraciones de alguna especie. Otros, van a experimentar con nuevos sonidos provenientes de las capacidades de la consola de grabación y auguran un desconocido futuro con sonidos nunca antes escuchados.

Es la era post Sgt Pepper´s de continuar por el camino iluminado por George Martin que apenas estará por construirse. En ese paisaje aparecen nuevos personajes constituidos por un grupo de creadores, un álbum y un nombre: Roxy Music. Y con su aparición cancelan oficialmente el timbre acústico de la década de los años 60.

De aquí en adelante las creaciones y los nombres de Brian Eno, David Bowie, Lou Reed, Phil Manzanera, Brian Ferry, David Bryne, Kraftwerk serán los referentes del avant garde y del pop art en la música.

En ese paisaje David Bowie, Brian Eno y Tony Visconti, tres creadores totalmente opuestos con experiencias y propuestas encontradas reúnen sus talentos en la producción al crear la más importante trilogía fonográfica de la carrera de David Bowie: Low, Heroes y Lodger. Grabados en el Chateau d’Herouville en Francia y en los estudios Hansa de la entonces dividida ciudad de Berlín en Alemania y, él último en los ascéticos y antisépticos estudios alpinos Mountain Studios de Suiza.

En esos entornos físicos rodeados de aislamiento, desolación y cierta decadencia urbana, sobre todo en el Berlín previo a la caída del Muro, diversas influencias musicales y acústicas son vertidas.

Por principio, las ideas musicales de dos personalidades completamente antagónicas. Bowie con su imagen dirigida hacia el espectáculo y Brian Eno a la búsqueda de un espacio sonoro ambiental carente de primeros planos y predominio de un elemento sobre otro. Ambos buscan coincidir sus opuestas concepciones consistentes en sintetizadores y los tradicionales instrumentos de un grupo de rock/pop. La siguiente derivación, está a cargo de Bowie, y es insertarle letras a los ambientes musicales previamente creados al fusionar ideas musicales y sonoras provenientes de todos los participantes en la producción.

La seña de identidad —huella digital— de Tony Visconti con la que delimita los contornos sonoros en la producción de la trilogía queda señalada en Speed of Life la primera pista de Low, con la presencia de un nuevo sonido en los tambores, obtenido electrónicamente. Ese es un mensaje oculto hacia los otros miembros de la industria fonográfica que se iban a intrigar por cómo fue logrado ese efecto para después incorporarlo en sus producciones a manera de marca sonora de una época concreta.

Desde luego que Low está anclado en la tradición del rythm & blues, sobre todo en la cara A del álbum. El lado B es un diferente espacio sonoro aparejado con las otras tendencias de experimentación electrónica con algunos guiños al minimalismo. De ahí que Philip Glass, en medio de la composición de sus óperas, se haya orientado a escribir dos sinfonías. Una con temas provenientes de Low (1993) y, otra posterior, Heroes (1979).

Una vez culminada esa experiencia ambos toman caminos diversos pero al paso de los años Tony Visconti y David Bowie vuelven a reunirse en muchos otros proyectos concluidos el año pasado con la aparición de Blackstar,  el último disco de Bowie.

Tony Visconti pudo sustraerse de la órbita gravitacional de Bowie. En paralelo a esas colaboraciones, tal vez algo desfasado generacionalmente, puede incorporarse al caudal del punk y en posesión de múltiples recursos expresivos de lenguaje y sintaxis musical, así como de capacidades tímbricas tanto de instrumentos tradicionales como de sonidos electrónicos, produce en 1981 el disco Mondo Bongo de los Boomtown Rats. Pleno de sonidos caribeños con los que el productor le amplia el horizonte expresivo a la banda de punk británico. Banana Republic  y The Elephants Graveyard, incluidos en ese disco exhiben una nueva manera de adornar la vena melódica característica de Bob Geldof.

Con todos esos recursos a su alcance Tony Visconti puede desplazarse por ambos lados del Atlántico y desde hace 40 años ha participado en la producción, arreglos e instrumentista de incontables grupos y solistas de diversos estilos como lo pueden ser Alejandro Escovedo, Elaine Paige, Moody Blues y Richard Barone.

En retrospectiva, resulta interesante señalar la trayectoria de Visconti. Los grupos y solistas ingleses llegados a tierras americanas en la década del 60 venían encadenados a las influencias provenientes del blues. Tony Visconti músico neoyorquino arriba, en la misma época a Inglaterra con su carga de música norteamericana y se encarga de moldear e influir a muchos grupos por su pertenencia cultural a la tradición que los ingleses habían cultivado. La influencia es entonces mutua. Visconti se nutre de la tradición musical inglesa y, a su vez, contribuye a moldear el estilo inglés por su conocimiento y puesta en práctica de sus habilidades como músico y productor.

Artículos relacionados