jueves, marzo 28, 2024

ARQUEOLOGÍA POPULAR: Phil Ramone: la mano invisible

Carlos Becerril Torres

Saber de la existencia y utilidad de un Altec 633, usar un Neumann U-87, poner un Sony C-37 o un Sennheiser 421, sean unidireccionales u omnidireccionales, carecen de sentido al escuchar La Chica de Ipanema o Corcovado proveniente del álbum Getz/Gilberto en el que Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto y Stan Getz se unieron a crear un estilo nuevo al fundir dos tradiciones musicales como lo son la música popular brasileña y el jazz.

Se piensa igual, al volver a escuchar en el reproductor de discos compactos Honesty o My Life, pistas incluidas en el álbum 52nd Street de Billy Joel. Primer disco compacto comercial presto a ser reproducido en los sistemas Sony y sus equivalentes en la marca Philips. ¿Qué sentido tiene saber de la tecnología empleada?

Se puede uno ir hacia cualquier tendencia, género, corriente, gusto personal llámese Barbra Streisand, Frank Sinatra, Dionne Warwick, Tony Bennet, Sylvia McNair, Burt Bacharach, Rod Stewart, Paul Simon, Bob Dylan, Liza Minelli, y ni el artista ni el escucha se sienten dominados por la tecnología. La música fluye maravillosamente conducida por voces e instrumentos y arreglos musicales que colorean el espacio sonoro creado por el artista y su composición musical.

Toda ellos en algún momento de sus carreras fueron sometidos a la magia proveniente de la habilidad quiromántica del ingeniero de sonido y productor sudafricano: Phil Ramone.

La función de un productor es obtener la mejor interpretación del artista, darle un ambiente o espacio de confianza donde el intérprete se sienta cómodo y la tecnología sea completamente invisible.

En el vasto océano de las corrientes musicales el oyente desprevenido pica el anzuelo y centra su atención ante un profundo y cavernoso tiempo de reverberación en el que pueden alojarse intemporales pensamientos y decisiones vitales a partir del contenido lírico o el arreglo musical.

Tomemos el DeLorean de Back to the Future Back y aparezcamos en 1976, ante el tema de amor del filme Nace una estrella, cuando la voz de Barbra Streisand impulsa, con un viento suave, la idea de que el amor es una silla muy cómoda, fresco como el aire de la mañana. El perfil a destacar es el tiempo de reverberación encabezado por la cuerda del bajo. Esa es una de las imperceptibles huellas, marcas, firma o rúbrica de Phil Ramone.

La fama de Ramone se apoyó principalmente en ser un perfeccionista un el estudio de grabación, lo que contribuyó a crear una leyenda negra y tenebrosa por parte de algunos de sus colaboradores por sus explosivas reacciones emocionales.

En todas sus producciones el resultado musical y acústico es inmaculado. Ramone se colocaba frente al artista de manera tal que la presencia de la tecnología fuera invisible. Cualquier distracción podría interferir con el flujo de creatividad. La calidad de una grabación no depende de los ingenieros sino de los músicos y la habilidad de darle vida a increíbles pasajes musicales que pueden lograrse con las voces e instrumentos.

Pero también depende de una habilidad táctil a la hora de operar los controles de audio. La sutil finura que logra crear el arco emocional, la búsqueda de ese equilibrio entre el sonido exacto y la exacta sensación.

En parte, es nivelar los volúmenes de cada uno de los instrumentos. ¿Qué tan fuerte van a estar las percusiones con respecto a las voces? Crear la proporción y la relación entre los elementos musicales.

Ejemplos de esos balances y calidad de Phil Ramone pueden apreciarse en Idiot Wind de Bob Dylan en el disco Blood On the Tracks, Just The Way You Are de Billy Joel o en Still Crazy After All This Years de Paul Simon.

¿Qué hace grandioso un tema, una canción? Su melodía, un tema pegajoso y repetitivo; el contraste entre simetría y desbalance, un ritmo, un sonido o una emoción. Ese tema, esa canción, puede tener cada uno de esos elementos o ninguno de ellos y, de todos modos, provocar una reacción emotiva y emocional, apoderarse de la voluntad del escucha y permitir una explosión de afectos. Ese tema que nos envuelve contiene verdades que el artista ha padecido por nosotros y nos revela su experiencia.

Más esa entrega requiere una enorme cantidad de trabajo. Crear una grabación es unir un montón de trozos dispersos, ediciones, doblajes de voces e instrumentos y hacerla sentir que fluye sin tropiezos como si fuera una presentación espontánea.

Phil Ramone, a lo largo de toda su carrera, utilizó en el estudio de grabación principios similares a los utilizados en la creación de un lienzo. Una nota, un instrumento, una frase o un tema, son colores sonoros empleados sobre una tela de tiempo. Un trabajo similar al de una partitura sinfónica plena de tonos, colores y matices instrumentales.

El punto central es capturar, detener el momento en que la verdad universal se manifiesta y pueda quedar fija sin que el artista se haya dado cuenta de haberlo realizado. Por eso la grabación debe de ser impecable.

En la mayoría de las sesiones de grabación puede ser que reine el más intenso caos pero en medio de éste brota la convicción y la inspiración, el liderazgo del productor, y en el caso de Phil Ramone, la capacidad de desactivar los brotes de egocentrismo y conducir y convertir las sesiones de grabación en la ruta más adecuada hacia la creación de obras maestras.

Esas creaciones cubren un momento pendular de casi cinco décadas de numerosas producciones, múltiples premios y reconocimientos. Ramone comparte junto a George Martin, Quincy Jones, Jerry Wexler, Arif Mardin y Phil Spector una seña de identidad en la que se reconoce el nombre del productor equiparándolo al talento del artista.

Artículos relacionados