Francisco Gómez Maza
Arreciarán la desolación y la muerte
Y si los hay, todos somos “culpables”
En México, el coronavirus no tarda en remarcar la diferencia entre la insensatez y la cordura.
Y es que ya en muchas ciudades de la república, la gente vive ya como si el coronavirus hubiera cedido y fuera en retirada. Ojalá fuera cierto.
No es culpa de nadie.
Ni de los panistas, ni de los frenistas de las tiendas de campañas vacías, ni de los priistas, ni de García Luna, ni de Calderón, ni de Fox, ni de Margarita, ni del Jefe Diego, ni de Ricardo Anaya, ni de los doctores Jorge Alcocer, ni de López Gatell, ni de López Obrador, ni de nadie.
Es absoluta responsabilidad de cada uno de los habitantes de este país, que se debaten entre la insensatez, la imbecilidad y la inconciencia. Jalisco, que el fin de semana anterior parecía inmune y su vida trascurría como si no hubiera pasado nada, ahora está en lo que se llama botón de emergencia, en punto crítico. Y para allá va Aguascalientes, y otros muchos. Chihuahua está totalmente cerrado. Ciudad de México no canta mal las rancheras.
Todo indica que estaremos de nuevo confinados. Alguien me dijo, y no se lo creí, que el gobierno sólo estaba esperando que se celebrara el famoso y atracador Buen Fin, que ayudaría a la economía nacional, aunque esquilmaría a consumidores pretenciosos e inconscientes, para volver a cerrar todo.
Los rebrotes de la pandemia de coronavirus en el mundo, verdugos insaciables de la humanidad, están afectando gravísimamente a los habitantes de países europeos, hecho revelador de que los seres humanos no estamos hechos para ser cuerdos, cuerdos de cordura, no obstante que participen de niveles de desarrollo “superiores”.
La ausencia de juicio, de sensatez, nos pone a recorrer casi siempre el mismo camino por el que nos fue muy mal.
Mientras no seamos disciplinados con los protocolos de protección, nadie podrá parar esta maldición.
En esta segunda vuelta del ataque del SARS-Cov-2, hasta el jefe de la OMS (Organización Mundial de la Salud), Tedros Adhanom Ghebreyesus, hará cuarentena, tras un contacto positivo que la misma entidad de Naciones Unidas intentó desmentir, señalando que “en contra de algunos reportes incorrectos”, él no había dado positivo.
Nadie está diciendo que dio positivo. Fue el mismo funcionario quien lo informó en su cuenta de tuíter: “He sido identificado como contacto de alguien que ha dado positivo por #COVID19. Estoy bien y sin síntomas, pero guardaré cuarentena en los siguientes días, en línea con los protocolos de la OMS y trabajaré desde casa”.
Pero lo más vergonzoso es que los miles de contagios de coronavirus han “revivido” con fuerza (y escribo revivido entre comillas, porque el virus no es un ser vivo) y todo por la insensatez de los seres humanos, que no sabemos valorar nuestra propia vida, y la exponemos todo el tiempo:
El mundo se debate nuevamente entre el dolor que produce respirar con gran dificultad y las altas temperaturas. Alguien escribió un “meme” literario que advierte: “Es más fácil respirar con el cubre bocas que con el respirador”.
La pandemia ha vuelto a hacer presa a España, a Alemania, a Gran Bretaña, a Austria, a Italia, a Grecia y Kosobo y con más fuerza, como retando a la locura de los seres humanos.
En España, las cámaras instaladas en las calles rebelaron, el domingo, enfrentamientos de odio, resentimientos, entre una banda de policías seviciosos y una caterva de jovencitos, que se negaba a guardar los protocolos, a ponerse el cubrebocas, y a relacionares en sana distancia.
Varios países europeos tomaron nuevas medidas para combatir el contagio del coronavirus, a partir de este lunes 2 de noviembre, en un intento por proteger a la población de una enfermedad que amenaza de muerte a muchos y abruma los sistemas de salud pública.
En México no tardan las autoridades con marcar la diferencia entre la insensatez y la cordura. Y es que ya en muchas ciudades de la república, la gente está viviendo como si el coronavirus hubiera cedido y fuera en retirada. Ojalá fuera cierto.