viernes, abril 19, 2024

ANÁLISIS A FONDO: Reforma política y democracia

Francisco Gómez Maza

Una fantasía para controlar a los trabajadores

No se sigue que el gobierno sea democrático

Pareciera que los legisladores de los partidos políticos, en el Congreso de la Unión, pretendieran reformar la multi reformada y violada constitución y sus leyes sólo en su beneficio. (Ya llegamos; ya tenemos el poder y, ahora, ¡que nos despojen de él!)
Los morenistas, por ejemplo, no han podido desvincularse de los intereses que defendían cuando eran priistas, panistas o perredistas, y buscan defender, y consolidar, el presidencialismo imperial – de otro signo -, que ha desgobernado al país durante los últimos cien años y pico, aunque también se digan demócratas, que igual se autocalificaron los priistas y panistas en su momento.
Ahora, se habla en el Congreso de una reforma político electoral democrática, cuando la democracia en México sigue siendo, desde que fue enarbolada por los gobiernos “revolucionarios”, pasando por el PRI y el PAN, una palabra fantasiosa que sirve a la clase dominante para controlar al pueblo trabajador. Los representantes del partido mayoritario hablan de democracia cuando lo que tendrían que hacer, primero, es preguntarse si ellos, al interior de su partido, son verdaderamente democráticos.
Como lo asegura el maestro Clemente Valdés Sánchez, el gobierno por el pueblo es algo muy diferente de los procesos electorales en los que se elige a unos cuantos individuos que hacen la Constitución y las leyes; las modifican cuando y como quieren; hacen lo que quieren en el gobierno; no tienen obligación de rendir cuentas de su actuación a los ciudadanos y estos no tienen forma de participar ni en la aprobación de las reglas ni en las decisiones del gobierno.
Un gobierno elegido por la mayoría, digamos que democráticamente, no necesariamente es democrático, pues, como lo está demostrando el presidente López Obrador. El otro día, sostuve un diálogo como mi pequeñita. Le pregunté, muy temprano, que qué estaba pasando en la tele. Y ella me respondió: estoy viendo la mañanera de AMLO, abue. Es el presidente Andrés. Y qué dice, chiquita. Que unos quieren destruir México, pero que la Defensa no lo va a permitir. ¿Y él qué va a hacer? No lo sé, abue. Sólo habla y habla…
No otra cosa es, por ejemplo, ese mecanismo de supeditación al imperio estadounidense, llamado T-MEC (Tratado México, EU, Canadá), el cual en cualquier momento entrará en vigor para maldición de los trabajadores mexicanos, como ocurrió con el también neoliberal TLCAN (en 1994), firmado por Carlos Salinas de Gortari, el vendedor (de la economía mexicana) más grande del mundo.
Qué importancia tiene, entonces, que no haya acuerdo para realizar la enésima reforma político electoral, si al final de las discusiones se impondrá la razón de la mayoría, aunque esta mayoría no tenga la razón. Y haya sido hecha mayoría por una mayoría únicamente motivada por el cansancio y el enojo, pero no atendiendo a razones democráticas.
Pero los triunfadores ahora se declaran demócratas, aunque al final lo que están defendiendo es la concentración del poder en manos de un caudillo. Hablan de gobierno democrático, cuando un gobierno de mayoría no necesariamente es un gobierno democrático y el presente ha dado muestras, en múltiples casos, en tan sólo un año, de que no es democrático, sino caudillista.
Hubo un gran cambio de estafeta entre neoliberales, aunque diga el presidente que acabó con el neoliberalismo. No vayamos a otros ejemplos. La firma del T-MEC es apoyo a un mecanismo neoliberal, cuando el libre comercio no debería de necesitar acuerdos, sino amistad y buena voluntad entre las naciones y los gobiernos de esas naciones. No vamos, pues, por la ruta de la democracia, que es el gobierno del pueblo, cuyos representantes electos son empleados del pueblo.
No nos dice nada, entonces, que no haya voluntad de nadie de reformar la constitución política y sus leyes, para lograr poner las leyes al servicio del pueblo y no, como ahora, al servicio de los intereses de las clases poderosas y dominantes.
Pierden el tiempo los partidos políticos y los políticos sólo hacen como el tío Lolo cuando hablan de una reforma político electoral que refuerce la democracia, si no hay verdadera democracia. Y los miembros de los partidos, empezando por Morena, pierden el tiempo discurriendo si se debe recortar el financiamiento a tales gremios políticos, o si debe de haber “segunda vuelta” en las elecciones de presidente de la república, o si debe de haber gobiernos de coalición.

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