Francisco Gómez Maza
- En esta guerra, ha habido cambios, pero para empeorar
- Gobernantes y los partidos políticos no tienen remedio
Muchos mexicanos no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, o cierran los ojos para no ver la podredumbre del estercolero en el que se hunde el Estado, y con éste la clase gobernante y las clases políticas de la apestosa partidocracia, mientras se solazan, ondos y lirondos, los barones (narcos y políticos) de la delincuencia, que unos llaman delincuencia organizada (la de las poderosas bandas del narco) y delincuencia de cuello blanco, refiriéndose a la clase política coludida con los capos del narcotráfico.
Felipe Calderón inauguró el principio del fin de la paz, negociada entre el poderosísimo cártel priista, vencido por López Obrador pero robado por el michoacano, con los aún más poderosos cárteles del narco, y la entronización de los poderosísimos barones de la droga y sus compinches, miembros prominentes de la clase política, con quienes se coludieron autoridades de todos los niveles de gobierno.
Pero la declaración de guerra de Calderón a las bandas de la maña no surtió los efectos anunciados por el enfermo presidente, Al contrario. Ocasionó una mortandad exagerada que algunos expertos estiman en alrededor de 100 o 150 mil cadáveres y ni con el apoyo de los estadounidenses, a través de aquella famosa Iniciativa Mérida, logró el presidente sólo exacerbar los ánimos y darles mayores poderes a los soldados del narco, especialmente a La Familia Michoacana (curiosamente, Calderón Hinojosa es michoacano).
Por el mismo camino se movió Enrique Peña Nieto, quien ganó la presidencia de la república gracias a millonadas de pesos que repartió entre los hambrientos, quienes le dieron su voto a cuando menos 3 mil pesos por boleta. Y la confrontación pública, mediática, con los narcos trató de ser invisibilizada, pero sus efectos fueron o son devastadores. Como señalábamos ayer, en dos sexenios la cantidad de muertos, de ejecutados, pudo haber llegado a unos 300 mil, más lo que queda de 2017 y 2018 y las bandas, en lugar de ser abatidas, cobraron mayor auge, impulsadas por la corrupción gubernamental en todos los niveles. Los barones del narco suplieron la incapacidad de autoridades para gobernar o para explotar (robar) los hidrocarburos de los ductos de Petróleos Mexicanos, con la complicidad de funcionarios corrompidos de la propia ahora casi desmantelada empresa paraestatal y que ahora, para taparle el ojo al macho de la privatización, es denominada empresa productiva del estado.
El comercio de las drogas ilícitas no paró sino más bien aumentó. Los mexicanos fueron más inteligentes que los colombianos que fueron prácticamente derrotados por sucesivos gobernantes y tuvieron que trasladar a México sus operaciones comerciales y financieras.
Esta situación preocupa a los académicos de las más importantes universidades estadounidenses, a partir de que la droga que les llega de México hace que la demanda aumente porque los precios de los estupefacientes se abaten ante tanta demanda. El New York Times acaba de publicar, el pasado 28 de octubre de este año, un dramático análisis titulado El récord de la violencia en México es una crisis que comenzó hace 20 años, publicado en análisisafondo diario http://www.analisisafondo.com/
Los analistas del vecino país no le ven un gran futuro al Estado mexicano porque está corrompido por gobernantes corruptos, muchos de ellos aún y con más fuerza, coludidos con las bandas de la delincuencia organizada dedicada ya no solamente al comercio internacional de narcóticos, sino a otras “industrias” como las del robo en gran escala de productos petroleros que circulan por oleoductos por toda la geografía nacional, o como la trata de personas con fines de prostitución, entre otros bisnes.
Así, nadie puede negar que la política contra la delincuencia y el narcotráfico ha sido un fracaso no sólo de Calderón, sino principalmente de Peña Nieto, cuyo gobierno se ha visto involucrado con otros hechos dramáticos como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hecho también relacionado con los narcotraficantes de uno y otro bando, o la desaparición forzada de miles de personas.
Y así está todo el país.
Los mexicanos tienen presente, de acuerdo con el mencionado reporte del NYTIMES, que su gobierno responde cada vez menos, a medida que las calles se vuelven más peligrosas: varias encuestas demuestran un incremento en la insatisfacción hacia las autoridades, en especial respecto a la corrupción.
“Tenemos una clase política que se olvida por completo de para qué está aquí”, afirmó Armando Torjes, activista comunitario en Guadalupe, Nuevo León, ciudad al noreste del país, entrevistado por el enviado del diario neoyorquino.
En cada proceso electoral, dijo, surge un nuevo funcionario con un proyecto de tres años. Muchos de ellos dejan su cargo, visiblemente más ricos, agregó.
Cuando los funcionarios sí trabajan como deberían, atienden problemas superficiales, aumentando la cantidad de patrullas o cambiando una estrategia policial, sin afrontar lo que llamó “la descomposición social”.
Valdés, exdirector del servicio de inteligencia, dijo haber vivido un problema similar en las altas esferas del gobierno.
“Queríamos mejorar las instituciones, a los jueces, las cárceles, a la policía”, comentó. “Pasamos años tratando de convencer a la clase política”.
Pero se dio cuenta de que esas instituciones –dominadas por los partidos y no por los tecnócratas o expertos y sujetas a los caprichos de los funcionarios que por ley tienen un periodo– eran indiferentes, tal como lo había descubierto Torjes.
“Lo que sucede en Guadalupe es lo mismo que sucede en todo México”, declaró Torjes. “Había una exigencia política de cambio, pero realmente no cambió nada”.