Francisco Gómez Maza
Hace ya muchos años tuve un amigo dueño de periódico. El hijo de mi amigo, de unos 14 años de edad, siempre andaba triste, era retraído en las reuniones, no hablaba con nadie, siempre andaba con la mirada perdida. Tanto que preocupó al padre, quien buscó a un médico que, por aquellos días debía estar en el pueblo. Mi amigo llevó al chico a la ciudad más cercana, se hospedaron en el mejor hotel de la localidad, Habló por teléfono. Encontró al doctor y quedó de ir a verlo para explicarle lo que le pasaba al chico, El chico se quedó en el hotel mientras el padre iba a ver al médico para prevenirlo….
Pues la sorpresa fue terrible. Al regresar el padre al hotel halló el escándalo. Los huéspedes escucharon el trueno de un balazo que no sabían de dónde provenía. Mi amigo fue a su habitación, abrió la puerta y –oh, qué terrible. halló al muchacho tirado en un charco de sangre. Muerto. Se dio un balazo en la sien con la pistola que el padre había dejado escondida en valija. Lo demás es dolor de corazón, lágrimas de los ojos y un sentimiento de culpa del padre…
Mi historia es real, tan real que nunca me abandona. La traigo clavada en la memoria desde hace por lo menos 60 años. Y viene a cuento porque he leído esta mañana en el portal de la cadena de televisión CNN que la cantidad de niños y adolescentes, en Estados Unidos, que visitaron las salas de emergencia por pensamientos suicidas e intentos de suicidio se duplicó entre 2007 y 2015, según un nuevo análisis.
Los investigadores utilizaron datos disponibles públicamente de la Encuesta de Atención Médica Ambulatoria del Hospital Nacional, suministrada por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) cada año. De las 300 salas de emergencia que hicieron parte de la muestra, los investigadores rastrearon cada año el número de niños entre 5 y 18 años que recibieron un diagnóstico de ideación suicida o intentos de suicidio.
Los diagnósticos de cualquiera de estas afecciones aumentaron de 580.000 en 2007 a 1,12 millones en 2015, según el estudio publicado el lunes en JAMA Pediatrics. La edad promedio de un niño en el momento de la evaluación fue de 13 años, y el 43% de las visitas eran de niños entre los 5 y los 11 años.
“Las cifras son muy alarmantes”, dijo el Dr. Brett Burstein, autor principal del estudio y pediatra de la sala de emergencias del Hospital de Niños de Montreal de McGill University Health Center. “También representa un porcentaje mayor de todas las visitas al departamento de emergencias pediátricas. Donde el comportamiento suicida entre la población pediátrica era sólo el 2% de todas las visitas, ahora llega a 3.5%”.
Los hallazgos no son una sorpresa para los psiquiatras infantiles. “Sabemos que el suicidio y la depresión han aumentado significativamente”, dijo el Dr. Gene Beresin, director ejecutivo del Centro Clay para Mentes Jóvenes Saludables en el Hospital General de Massachusetts y profesor de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard, que no participó en el estudio.
La depresión y un intento de suicidio previo son los dos mayores factores de riesgo para el suicidio, y con las tasas de suicidio en aumento, también tiene sentido que los factores de riesgo aumenten, explicó.
De acuerdo con el reporte, una de las razones del aumento de la depresión y las conductas suicidas puede ser más estrés y presión en los niños, dijo Beresin. “Los niños sienten más presión de lograr, más presión en la escuela y están más preocupados por ganarse la vida que en años anteriores”, dijo.
Los padres y los cuidadores también están más estresados, dijo Beresin y agregó que las tasas de suicidio han aumentado en todos los grupos de edad en los últimos 20 años y que el estrés se transmite a los niños y adolescentes.
Otra razón puede ser el ascenso de las redes sociales y el aumento de las tasas de acoso cibernético que las acompañan, dijo Beresin. Aproximadamente el 15% de los estudiantes de secundaria de EU informan que fueron acosados en línea el año pasado, según los CDC. Una encuesta del Pew Research Center encontró que el número podría ser incluso mayor: 59%.
“El acoso cibernético puede ser especialmente difícil para los niños”, explicó la Dra. Neha Chaudhary, psiquiatra de niños y adolescentes del Hospital General de Massachusetts y la Escuela de Medicina de Harvard y cofundadora de Brainstorm: Stanford Lab para la Innovación y el Emprendimiento en la Salud Cerebral. “A diferencia de lugares como escuelas, el acoso cibernético puede volar bajo el radar sin que nadie sepa que está sucediendo y sin las mismas repercusiones para los matones”.
En aislamiento, ninguno de estos factores ha demostrado conducir a un aumento en los comportamientos suicidas y, en última instancia, al suicidio, pero en conjunto, comienza a surgir un patrón, dijo Beresin. Y es posible que el país no esté equipado adecuadamente para enfrentar el problema.
Y qué pasa en México. Hay muchos niños suicidas. Pero aparentemente nadie lleva estadísticas y nadie se preocupa por estudiar el fenómeno. No parece que las autoridades de salud estén interesadas en este terrible fenómeno infantil A fin de cuentas, el ser humano se mata por huir del dolor porque el dolor mata. analisisafondo@gmail.com