Adriana Agramonte: «La intersexualidad requiere una mirada humanista»

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LA HABANA, CUBA / SEM/SEMlac.- Con una carrera consolidada en el ámbito de la psicología y la investigación, la psicóloga Adriana Agramonte se considera una mujer plena en todos sus roles, aunque eso no significa que hayan menguado sus deseos de continuar aprendiendo y contribuyendo a que todas las personas disfruten de los mismos derechos, atenciones y posibilidades de crecimiento humano.

«Hija de Arístides y Yolanda», «madre de Malcolm», Agramonte se define a sí misma como una mujer plena en todos sus roles, que volvería a escoger la Psicología como carrera no solo porque desea comprender mejor a los demás, sino también por su vocación para ayudar al prójimo y contribuir al bienestar y la felicidad humana.

En su historia personal, la llegada al Instituto Nacional de Endocrinología y el encuentro con la primera persona intersexual que conoció marcaron su vida, tanto en el ejercicio de la profesión como en su crecimiento individual, declara a SEMlac.

«En aquel momento recién comenzaba el trabajo en la clínica, estaba cursando una maestría en psicología clínica y ello fue un enorme reto. Me estaban presentando una realidad humana que era completamente desconocida para mí», rememora.

La paciente, que había nacido con una disgenesia gonadal (una condición en la que las gónadas -ovarios o testículos- no se desarrollan normalmente), había intentado suicidarse tras una cirugía en cuyo manejo se cometieron varias violaciones de tipo ético, pues no se le explicó suficientemente en qué consistía, los tratamientos posteriores y otros detalles.

El caso abrió para Agramonte un nuevo campo de estudios y también la oportunidad de conocer el dolor de otras personas, sus realidades, y de encontrar la manera de intentar cambiar las cosas.

Intersexualidad: diversidad que impone retos

Existen muchos elementos a tener en cuenta para entender la intersexualidad, explica la psicóloga, quien detalla cuestiones definidas en el Consenso de Chicago (2006) sobre este tema, donde se le conceptualiza como estados congénitos en los cuales el desarrollo del sexo cromosómico, gonadal (ovario o testículo) o anatómico (genitales internos o externos) es atípico y abarca gran cantidad de variaciones sexuales.

Pero no es la única manera de definirlo, aclara. Un aspecto importante es cómo las personas que tienen esa condición la entienden; un fenómeno que también pasa por cómo el cuerpo sexuado varía en relación con lo corporal masculino-femenino que se entiende desde la cultura.

«La diversidad del espectro intersexual es enorme y cada situación plantea desafíos al conocimiento, pero no sólo relacionados con los aspectos biomédicos, sino de todo tipo: elementos bioéticos, aspectos relacionados con la antropología, los contextos particulares donde viven las personas intersexuales, vinculados también con la familia y cómo esta encara las situaciones diversas que enfrenta desde el mismo nacimiento», apunta la experta.

Muchos otros desafíos tienen que ver con las propias subjetividades de las personas que brindan servicios de salud, muchas veces permeadas por mitos, prejuicios, tabúes y estereotipos que trasladan a la atención médica.

«Para quienes trabajamos la psicología clínica, es muy importante haber hecho un trabajo de limpieza interior. Tienes que conocerte en profundidad para que tu propia subjetividad no contamine la realidad de otra persona», enfatiza.

La atención a las personas intersexuales requiere de un arduo trabajo de investigación, de capacitación personal, afirma Agramonte. En su opinión, esta es una de las realidades humanas que más exigencias trae al campo de las profesiones que se ubican en los servicios de salud, por lo que demanda una atención multidisciplinaria, integrada, aunque no siempre ocurre así.

Violencia, un tema recurrente

La especialista insiste en la preparación y atención integral, por considerarlas clave para no incurrir en conductas que terminen por ser violentas para las personas intersexuales.

Al respecto, menciona las violencias relacionadas con las intervenciones quirúrgicas cosméticas, porque son cirugías que no están orientadas al establecimiento de una capacidad funcional necesaria para el cuerpo; sino a modificarlo para hacerlo más ajustable a los modelos de cuerpo masculino o femenino que son mejor leídos por la cultura.

Expone como ejemplo que cuando una persona recibe una cirugía antes de los dos años, por lo general requiere dos o tres cirugías más. Por otro lado, con frecuencia la institución legitima conductas médicas que son violentas para la persona, no solo por los cambios físicos, sino también por su impacto psicológico.

Desde edades muy tempranas, estas personas comienzan a recibir un impacto negativo en el proceso de socialización con la familia, la escuela o las propias instituciones de salud que internalizan una percepción de su cuerpo como anormal, incompleto, deforme y, desde ahí mismo, se introduce el dolor en sus vidas, explica Agramonte.

Si bien reconoce que se han dado pasos para la protección de las infancias y la adolescencia en el ámbito de la protección de los cuerpos, existen otras manifestaciones de la violencia, como el ocultamiento de información a las personas sobre su condición y sus derechos.

En su primera investigación, Agramonte se sumergió en las historias de vida de 18 personas que recibieron cirugía genital en la temprana infancia y constató el dolor de estas y el impacto del secretismo en su bienestar y calidad de vida.

Comprobó también que la violencia persiste muchas veces en el entorno familiar y comunitario, donde se manifiestan el acoso y el abuso, incluso el sexual.

«Es mucho el trabajo que hay que hacer a nivel comunitario, por la ignorancia que rodea a este tema. Que todavía se hable de los cuerpos intersexuales como aberraciones así lo demuestra», dice la psicóloga.

Son temas difíciles de entender para quienes se aferran a cuestiones transmitidas de generación en generación, en sociedades todavía muy prejuiciosas y machistas, sostiene.

Ética y humanismo son el camino

En su opinión, para comenzar a cambiar esa realidad también hace falta una mayor preparación en la comunidad médica, donde el estigma todavía persiste en la manera en que se aborda el tema.

«La intersexualidad es un asunto delicado y requiere de mucho humanismo. No podemos ver a los demás con una mirada diferente a la que quisiéramos que nos vieran a nosotros mismos. Tenemos la obligación moral de desear para los demás lo que desearíamos para nosotros», insiste.

Refiere que la adopción del Primer Consenso Cubano de Intersexualidades, en junio del 2024, marcó un punto de giro, pues en su construcción intervinieron cirujanos, endocrinólogos, urólogos, genetistas, psiquiatras y psicólogos, entre otros especialistas, lo que permitió atender muchas aristas diferentes.

La deuda no estaba solo en la atención a la infancia y adolescencia, y el aspecto quirúrgico, comenta. Se trabajó en la bioética, la biomédica y los elementos psicosociales para profundizar en distintas áreas, reunir evidencia científica nacional e internacional y ofrecer un resultado lo más actualizado posible.

Este Consenso no tiene antecedentes en América Latina, resalta la psicóloga y agrega que se escribieron varios artículos que ayudarán mucho a las personas que se ocupan de esta realidad en el país.

Para ella es fundamental el aporte de diversas disciplinas, pues para garantizar la calidad del servicio es indispensable la integración y el abordaje multidisciplinario en la atención de salud, considera.

A su juicio, quedan muchos elementos por perfeccionar en el camino hacia una mirada respetuosa y ética de la intersexualidad, pero señala como un paso relevante que el nuevo Código de la Niñez Adolescencias y Juventudes, respaldado en julio por el Parlamento cubano, incluyese, de forma pionera en el marco jurídico cubano, la prohibición de intervenciones quirúrgicas genitales en personas intersexuales menores de edad, salvo en casos de riesgo vital.

Para Adriana Agramonte, son esenciales la capacitación, el acompañamiento psicológico desde las primeras etapas de la vida y hasta que la persona llegue a la vida adulta, con una construcción identitaria más sólida.

Considera que la elaboración de un algoritmo de atención, que ofrezca claves tanto para el equipo de salud como para la familia, es un asunto aún pendiente.

También concede particular importancia a la promoción del activismo en torno al tema, prácticamente inexistente en Cuba, y señala que la red de activistas funge como grupo de apoyo para las personas intersexuales.

Es preciso un trabajo de empoderamiento individual, sanación y reparación psicológica. Empoderar a estas personas les permite resistir las presiones sociales y estar mejor preparadas contra las violencias, destaca la experta.

«Todas las personas merecemos respeto, consideración, todas tenemos una dignidad que tiene que ser resguardada», asegura.

Nacer intersexual no puede ser una limitante para llegar tan lejos como la persona quiera, enfatiza Agramonte, quien llama a situarse desde un posicionamiento ético donde el humanismo sea el centro de todas las acciones.
AM.MX/fm

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