viernes, abril 19, 2024

ACENTO: Esplendor y ocaso

Salvador  Flores  Llamas

 

Develaremos una película con melodías magistrales y lírica poética como estímulo para acercarnos a las vidas del pianista, concertista, maestro y gran compositor Gerhart Muench y su esposa, poetisa y extraordinaria narradora de la existencia europea en plena segunda guerra mundial, Vera Lawson.

“Alemania 24 horas al día”, tituló Vera su narración estrujante del devenir de la gente común en la Europa sacudida por la guerra, cuya primera edición la presentarán al público el editor Tarsicio Medina Reséndiz y el traductor (del alemán al castellano) Heriberto Cruz Cornejo.

Tal ocurrirá el miércoles 8 de agosto, a las 18 horas, en el Centro Audiovisual de la casa natal del generalísimo José María Morelos, en la céntrica calle Corregidora, muy cerca del templo de San Agustín, en Morelia. La entrada será libre, sin ninguna preferencia elitista.

“El oscuro pasillo de la vieja casa

está arqueado sobre mí.

Retumba el trueno, ruge el viento;

el cetro del mundo va a la deriva  sobre henchidas olas.

…………

“El oscuro pasillo de la vieja casa

está arqueado sobre mí.

Un espíritu dichoso emana sobre mí

e inunda el mundo de la libertad”

 

cantó Vera en medio del tráfago de la conflagración, que los hizo andar por varias naciones del Viejo Continente, que dejaron al término del conflicto y viajaron a Estados Unidos, patria de ella, nieta de un personaje muy destacado a inicios del siglo XX; pero no se hallaron en California y emigraron al núcleo de jubilados gringos de Ajijic, Jalisco, a orillas del Lago de Chapala, y México se convirtió en el país donde más vivieron (Gerhath 38 años).

Amante de las investigaciones antropológicas y gran observador de la vida, Muench trajo a vivir a Vera a Morelia, y alteró con Tacámbaro, Guanajuato como  domicilios, e incluso con la Ciudad de México, donde él estudió en el Conservatorio Nacional de Música, dio clases en la Escuela Superior de la especialidad de la UNAM y formó parte de orquestas sinfónicas, con las que dio conciertos en la República y Latinoamérica.

 

“El día que escuché que Gerhart estaba definitivamente fuera de peligro coincidió con el día que mi casa fue bombardeada. Estaba tan feliz de saber que él viviría, que imprudentemente cambié mis botas de esquiar por comida… Finalmente quedé agradecida por el gran hoyo en mi techo…, porque sin él no hubiera conocido a Ted, el primer prisionero americano que vi”.

 

Narra Vera en sus vivencias de la era bélica. Un día a las siete de la mañana, un bávaro robusto tocó la puerta y preguntó: “¿Cómo se llega a su techo? Hemos venido a arreglarlo”, acompañado por un prisionero de guerra.   

 

Presurosa pregunté a mi vecina: ”¿Vio al prisionero? ¿De qué nacionalidad es? Americano, contestó, pero por el amor de Dios tenga cuidado. Usted sabe lo estrictas que son las reglas sobre los prisioneros de guerra”.

 

Encontré a Ted en el descaso de las escaleras. “Tomé su brazo y dije idiotamente: Buenos días. La expresión de su cara, triste y aburrida se iluminó. ¿Hablas inglés? Soy americana. Me estrechó como con tenazas de hierro y las lágrimas rodaron por sus mejillas.

 

“Fui a la ventana y le pedí al bávaro que entrara al cuarto. Mire, voy a ser muy franca con usted. Yo soy americana y su prisionero es americano. Si le doy mi palabra de honor de no hablar de política, ¿me dejará hablar con él?… Se rascó la cabeza  y me miró dudando. Prepararé café y bocadillos mientras trabajen aquí. El sonrió entonces y me dijo que como no entendía inglés no se daría cuenta.

 

“No sé quién disfrutó más esos cuatro días, si Ted que había sido tomado prisionero en África y estaba al borde de la desesperación, o yo misma, una prisionera voluntaria en Alemania, si se me permite decirlo así, en absoluto complacida con los muros de mi prisión.

 

“Nos desahogamos uno con el otro, hicimos planes escape (¿eso era política?). Le di mapas y un cuchillo”.

 

Creo que a todos nos invita esta narración intimista a seguir solazándonos en esas páginas, plenas de esencia humana, sentimientos y recuerdos para la vida. Definitivamente, qué bien que Vera Muench Lawson no legó sus memorias.

llamascallao@hotmail.com    

@chavafloresll

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