Jorge Meléndez Preciado
Andrés Manuel López Obrador triunfó inesperadamente con el 53 por ciento de los votos, dejando muy atrás a sus contendientes: Ricardo Anaya y José Antonio Meade, el 1 de julio de 2018. Las expectativas eran inmensas, ya que además tendría mayoría en la legislatura y en muchos estados de la República, no obstante que casi todos los gobernadores fueran del PRI y el PAN.
Frente a dicho panorama, el tabasqueño delineó una serie de modificaciones, muchas de las cuales se han ido cumpliendo, pero otras que se pensaban menos complicadas han trabado varias de las propuestas del nuevo gobierno, mejor llamado: la Cuarta Transformación.
Una de ellas son los grupos de poder económico, que si bien no han actuado de manera abierta y unificada, si han bloqueado algunas posibilidades, tanto que la inversión privada necesaria para llegar al 4 por ciento de crecimiento, no se ha dado. Según Carlos Slim, quien estuvo presente en la celebración de hace tres días en el zócalo capitalino, se necesita de 25 a 30 por ciento de capital fresco para llegar a la meta. Y eso no se logra sin un alianza clara entre gobernantes y empresarios, la cual, a pesar de buenas intenciones, no se ha producido.
Es más, recientemente se sentaron a la mesa los encargados financieros de Andrés Manuel- Alfonso Romo, entre ellos-, para destrabar el caso de los gasoductos que están a cargo de Transcanadá y EInova, ya que hay demandas las cuales impiden que el gas de Texas llegue a nuestro país.
Es verdad que capitanes de inversores como Carlos Salazar, CCE; Carlos Slim, Grupo Carso; Miguel Alemán, Interjet, y hasta Emilio Azcárraga, Televisa, estuvieron en el informe y fiesta del ejecutivo, pero otros continúan en la resistencia y hasta la oposición frontal: Claudio X. González padre e hijo, quienes lo mismo llevan a cabo amparos contra el aeropuerto de Santa Lucía como, por medio de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, se oponen a todo lo que tenga el signo de los nuevos tiempos, no obstante que no estamos ante un gobierno que desee cambiar el rumbo económico, ni siquiera político, sólo modificar parcialmente la injusticia social, intentando sacar de la pobreza a más de 20 millones. Pero ya sabemos que mermar las ganancias de pocos es un pecado mortal en el capitalismo, aunque hay excepciones en Estados Unidos.
Otro de los obstáculos que se le presentó a López Obrador, no obstante sus aparentes buenos deseos, fue Donald Trump, quien con sus amagos dijo que pondría aranceles a los productos mexicanos, creó un clima de zozobra, el cual necesitó enfrentarse con amplios recursos, miles de elementos de la Guardia Nacional y una ofensiva diplomática que va dando frutos.
Ante esas amenazas y medidas tomadas apresuradamente, se alzó la voz de Porfirio Muñoz Ledo, quien censuró que la política no se hiciera con cuidado, de largo aliento y enfrentando al oligarca estadounidense. Ahora, el mismo presidente de la Cámara de Diputados, ha optado por mejor hacer silencio de sus acertadas opiniones. Algo que se muestra claramente en la reciente entrevista de Álvaro Delgado al conocido político mexicano (Proceso, número 2226).
Un problema más de enorme importancia que está latente en el proyecto de López Obrador es el recorte en muchos sectores: la salida de 21 mil burócratas de alto y hasta bajo nivel, los recortes en muchos lugares (ciencia, salud, educación, etc.), la desaparición de las estancias infantiles y los refugios de mujeres, la confrontación con diferentes organismos sociales y estatales (“me gusta la polémica”, ha dicho López Obrador).
Una cuestión más, es que la violencia aumenta, Incluso lo reconoció de otra manera el gobernante federal. En cinco meses hubo 14, 133 asesinados, la cifra más alta en los últimos tiempos.
Por otro lado, a pesar de esos problemas graves y más, el tabasqueño ha salido adelante y va avanzando en lo que él espera: “arrancar de raíz al régimen corrupto”, ante lo que no se debe dar ni un paso atrás y no tener “ni titubeos ni medias tintas”.
Se trata, pues, de transformar una idea política que ha predominado aquí durante casi cuarenta años, la cual distanciaba a los gobernantes de sus bases. Por ello, según Reforma (2 de julio), AMLO le ha dado en sus diferentes campañas y ahora: 2.5 veces la vuelta a la tierra. Por ello, no solamente rinde informes en recintos sino necesita la plaza pública. Por ello, ha modificado la forma de comunicar y de tomar decisiones. Por ello, estamos ante una situación en la cual su popularidad si bien ha decrecido, todavía conserva el 66 por ciento de las preferencias (El Financiero).
Puede que, como asegura López Obrador, haya cumplido en un semestre 78 de cien puntos enlistados en su programa, o tal vez no, lo importante es que ante una nueva manera de hacer política, aceptada por los siempre olvidados, Andrés Manuel López Obrador no tiene enemigo al frente, aunque él insiste en la velocidad para evitar que nuevamente México sea el paraíso de los ricos, mafiosos y prepotentes.
@jamelendez44