* El problema es que está al mando un líder que divide, que engaña, que encubre, juega más con mentiras que con la verdad. Así, la unión de miras, la paz social, la solidaridad, resultan imposibles
Gregorio Ortega Molina
¿Es posible recuperar la unidad nacional, tener un proyecto de nación unificado y realizable, encontrar nuevos referentes políticos, renovar los valores que confieren sentido al concepto de patria, y restablecer el nacionalismo?
Sí, pero no para mañana y con muchos asegunes, porque el nacionalismo varía en las épocas, debido a las circunstancias históricas y las propuestas para trabajar juntos.
Ser ciudadano de Roma durante el Imperio era orgullo y compromiso; identificarse como alemán durante el ascenso y éxito de Adolfo Hitler significó todo para muchos; ser novohispano recién lograda la Independencia fue todo para quienes lucharon por ella; creo que el orgullo de ser mexicano se logró hasta que la Constitución del 17 nos ofreció la posibilidad de vivir en libertad y tener oportunidades. Que después quienes se hicieron del poder le dieron en la madre, es otro cuento.
Lo explica claramente Martín Luis Guzmán en El águila y la serpiente. Es su propia voz, lo vio durante esos años en que convivió con Pancho Villa, Rodolfo Fierro, Eulalio Gutiérrez, David Berlanga. La observación es puntual, amplia, importante ahora que México tiene como gobernante a AMLO:
“Porque esto de triunfar o fracasar políticamente goza entre nosotros de una amplitud que rebasa los inmediatos efectos de la contienda, donde quizá se justifique con cierto estrecho criterio. Alcanza a la moral con que se aprecian en sí mismos los actos públicos de cada uno, mirados en su significación histórica, en su trascendencia última respecto de los intereses permanentes de la nación mexicana. En México carecemos de una masa de opinión capaz de advertir que un fracaso político puede traer oculto un éxito brillante para los destinos finales de la patria, y, de modo contrario, que éxitos políticos aparentemente grandes pueden no ser sino obstáculos en la gran senda histórica. Faltos de una conciencia nacional sensible a los valores primordiales de la nacionalidad y a sus intereses más duraderos, en México nos dejamos arrastrar, casi para siempre, por las conciencias fragmentarias de los diversos grupos políticos, que identifican sus éxitos momentáneos con los éxitos patrios”.
Supongamos que AMLO ha explicado con absoluta claridad qué es la 4T y cuál es su programa; que aclaró el objeto y los fines de las reformas constitucionales y la necesaria subordinación de los Poderes Legislativo y Judicial al Ejecutivo; la desaparición de los organismos autónomos, la cancelación de los acuerdos internacionales, el casi despido de Alejandro Díaz de León. Sí, supongamos que los 90 millones de electores (ciudadanos con derechos) convertidos en una voz, le refrendan su apoyo para que México sea una más de las repúblicas bolivarianas, en las que el ebionismo evangélico determine el proyecto económico de la nación.
Entonces ¿Por qué los mexicanos estamos más divididos que nunca, confrontados, dispuestos a la guerra civil, ajenos a la idea de patria y a todo concepto de esa nacionalismo del que carecen los empresarios que escuchan al prestímano de su domador AMLO, puesto que nada más atienden a sus intereses?
El problema es que está al mando un líder que divide, que engaña, que encubre, juega más con las mentiras que la verdad. Así, la unión de miras, la paz social, la solidaridad, resultan imposibles.
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