viernes, noviembre 29, 2024

TEXTOS EN LIBERTAD: La renuncia de “El César” hace 110 años

José Antonio Aspiros Villagómez

Con un saludo a las damas y varones de la
Academia Nacional de Historia y Geografía,
que cumplió 96 años el día 19

 

El próximo 25 de mayo se cumplirán 110 años de que el Héroe del 2 de Abril, general Porfirio Díaz Mori, renunció a la Presidencia de México al cabo de tres décadas de ejercer el cargo. Más del doble de tiempo que Benito Juárez (14 años y medio), quien tampoco quería ceder el mando del país, pero “supo morir a tiempo” según el escritor liberal Juan Antonio Mateos Lozada (1831-1913), antepasado del que fuera gobernante en 1958-1964, Adolfo López Mateos.

La toma de Ciudad Juárez por los revolucionarios en 1911 fue determinante para la renuncia de Porfirio Díaz y el fin del Porfiriato, un controvertido periodo histórico que sirvió como extenso puente entre el agitado siglo XIX mexicano y el cruento nacimiento del México moderno.

A finales del mismo año de la dimisión, 1911, Mateos publicó su última novela, La majestad caída, donde relata desde las fiestas del Centenario de la Independencia hasta la salida de Díaz al exilio. El libro es una suerte de crónica de hechos reales mezclada con detalles ficticios, sobre esos nueve meses intensos en la historia de México tras el estallido de la Revolución.

En mayo de aquel año se produjeron en serie sucesos como la renuncia anticipada del vicepresidente Ramón Corral (día 4); la ruptura de las pláticas de paz en Ciudad Juárez (día 6);  una negativa inicial de Díaz a dejar el poder (manifiesto del día 7); la decisión de Francisco I. Madero de ir hacia el sur del país por considerar imposible atacar Ciudad Juárez (día 7); la determinación de Pascual Orozco y Francisco Villa de ignorar a Madero y emprender la exitosa ofensiva (día 8) y la capitulación de los federales (día 10) que dio lugar a la firma de los Tratados de Ciudad Juárez (día 21).

Esos Tratados incluyeron la renuncia de Díaz y Corral (aunque este ya la había enviado al presidente desde París “para que sea presentada y aceptada a la vez que la de Ud., según convenimos”), licenciar a las “fuerzas de la Revolución” y el interinato de Francisco León de la Barra en la Presidencia, y de manera implícita también el cese de Madero como presidente provisional, cargo que había asumido el día 11 en apego al Plan de San Luis.

En la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana, del Archivo Casasola, se muestran fotografías tomadas los días 24 y 25 de mayo de 1911 donde gente del pueblo -adultos y menores- recorre las calles de la Ciudad de México con la exigencia de la renuncia de Díaz, mientras las tropas federales resguardan su casa en la calle Cadena. Y el texto dice que hubo un motín y la gendarmería disolvió a los manifestantes en la avenida Juárez con saldo de muertos y heridos, mientras otros grupos cometían “atentados contra la propiedad ajena”.

La dimisión era esperada desde que se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, pero no se producía. Según Juan A. Mateos, quien en La majestad caída llama “El César” a Porfirio Díaz, los diarios del 24 de mayo aseguraban que esa tarde llegaría la renuncia a la Cámara de Diputados y, al no ser así, la gente se amotinó en las calles y causó los mencionados daños materiales.

El presidente estaba en su casa y no se resolvía. Sus ministros le pidieron firmar la renuncia y no lo hizo. “El César no quería aquella depresión de su orgullo y guardaba silencio”. Entonces las señoras de la familia también se lo suplicaron y fue cuando Díaz “tendió la mano, mojó la pluma y trémulo de emoción puso su firma en el documento que sería enviado a la cámara popular, y arrojó la pluma”. Así imaginó Mateos el episodio.

La doctora en Historia Iliana Quintanar Zárate nos recuerda en la revista Relatos e historias en México # 150, que Díaz había renovado casi todo su gabinete en pleno fragor revolucionario, y el 7 de mayo de 1911 mediante un manifiesto convocó al pueblo a tomar las armas en defensa del orden público, y anunció que “se retiraría cuando su conciencia se lo dictara”, pero los nuevos ministros consideraron que la renuncia del presidente exigida por Madero “era absolutamente necesaria” para evitar más derramamiento de sangre y, “sobre todo, la intervención de los Estados Unidos”, temor que también había expresado Corral en su renuncia.

En el pliego con su dimisión, que los diputados recibieron y aprobaron el 25 de mayo de 1911, don Porfirio expresó “con todo respeto” que aquel pueblo que “tan generosamente” lo había “colmado de honores” y proclamado “su caudillo durante la guerra internacional”, ahora estaba “insurreccionado” por su “presencia en el ejercicio del supremo poder ejecutivo”.

Y aun cuando aseguró no conocer “hecho alguno imputable (a él) que motivara este fenómeno social”, había decidido “dimitir sin reserva el encargo de presidente constitucional de la República” con que lo había honrado “el voto nacional”.

Dijo en su texto que lo hacía así, porque para retener la Presidencia “sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la nación, derrochando sus riquezas, cegando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales”.

Pero expresó a los diputados su esperanza de que “calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución”, habría “un estudio más concienzudo y comprobado” -de su gestión, se intuye-, así como “un juicio correcto” de parte de la “conciencia nacional”, que le permitiera “morir llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas”.

Seis días después emprendió junto con su familia el camino al destierro y murió en 1915 en París, donde aún permanecen sus restos porque el “juicio correcto” sobre su lugar en la Historia no ha llegado. Había nacido en Oaxaca en 1830, fue un héroe militar y gobernó a México desde noviembre de 1876 tras el triunfo del Plan de Tuxtepec que desconocía al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, hasta aquel 25 de mayo de hace 110 años, salvo el cuatrienio 1880-1884 en que ocupó el cargo el general Manuel González.

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