*¿Puede un órgano informativo corregir la plana a políticos de todo nivel? Naturalmente que sí, es un deber, una obligación, pues el buen periodismo defiende los intereses de la sociedad, los valores de los grupos minoritarios, la vida de los perseguidos. ¿De qué manera pueden defenderse los desempleados o los migrantes abusados por las autoridades?
A Ignacio Morales Lechuga,
Priscilla Pacheco Romero y
José Manuel Cuéllar Moreno
Gregorio Ortega Molina
Siempre he creído que si el periodismo tuviera perfectamente definida su deontología y los que a él nos dedicamos ejerciéramos la profesión sin filias ni fobias, las comisiones de derechos humanos serían innecesarias. No hay mejor defensa contra los abusos de poder que la libertad de expresión y la difusión responsable de información.
Si los integrantes de los tres poderes tienen un mandato constitucional, los periodistas lo tenemos ético y moral, ajeno a la prédica desde el poder, distante de la simulación política. ¿Pueden ajustarse los propietarios de los medios a este compromiso con la sociedad? ¿Podrán anteponer los intereses de los consumidores de información a los suyos? ¿Tendrán el carácter para confrontar de manera legal y abierta al poder?
También hemos de observar lo que sucede enfrente, para poder servir a la sociedad, porque los supuestos servidores públicos, los integrantes del gabinete legal y ampliado, los defensores del pueblo en el Congreso, los jueces y magistrados, consideran que todo lo que dicen es información que vale oro y debe ser difundida como tal. ¿Es válido hacer oídos sordos a lo que a todas luces es mentira, pero que los hombres de poder, los directores de relaciones públicas y prensa te venden como verdad revelada? No le demos vueltas, lo mismo sucede con los responsables del poder espiritual o de las fuerzas económicas que mueven los intereses y las pasiones de los seres humanos.
En las dictaduras, en los gobiernos totalitarios de un solo hombre, construyen su verdad sobre mentiras cotidianamente repetidas. La literatura de Leonardo Sciascia hace una clara descripción de esa impostura que se asienta como realidad. En El contexto y en El archivo de Egipto se nos muestra de lo que son capaces mujeres y hombres con tal de sostenerse en un poder que corrompe y destruye y sólo satisface a quienes lo ejercen.
Se supone que los jefes de información de los medios informativos tienen el pulso de los acontecimientos, más ahora que cuentan con la posibilidad de tener imagen y data en tiempo real; es decir, salvo los secretos de Estado, saben lo que sucede y tienen la responsabilidad y la obligación de cuestionar a los actores políticos, o de plano ignorarlos en beneficio de un bien general.
Cuando los directivos de las televisoras estadounidenses deciden dejar de transmitir una declaración en vivo del presidente de esa nación, es porque con los datos que tienen en sus manos saben que miente el emisor de información, que difundirla hace daño. Su proceder no fue en contra de la libertad de expresión, sino en defensa de la legalidad.
¿Puede un órgano informativo corregir la plana a políticos de todo nivel? Naturalmente que sí, es un deber, una obligación, pues el buen periodismo defiende los intereses de la sociedad, los valores de los grupos minoritarios, la vida de los perseguidos. ¿De qué manera pueden defenderse los desempleados o los migrantes abusados por las autoridades? Sólo a través de la prensa.
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