DESDE FILOMENO MATA 8: En el cambio debemos participar absolutamente todos

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Por Mouris Salloum George

La revisión para continuar el progreso en todos los órdenes está afortunadamente institucionalizada en las sociedades modernas, tanto en el sector público como en el privado. La predicción del futuro –junto con la acción del presente para hacer lo que pensamos sobre el futuro– está en el centro de toda actividad.

El cambio en general y el desarrollo económico y social en particular, son producto de una acción transformadora por parte de los hombres, grupos y organismos situados en la sociedad. No puede ser de otra manera; es una gran fuerza del presente que da forma al porvenir, pero nunca de manera espontánea, sino siempre a través de actividades conscientes con una idea más o menos cierta de los objetivos y procedimientos que el hombre se propone en su acción social.

Durante las últimas décadas han aparecido en todos los países los investigadores interesados en las teorías del cambio y en los prejuicios de las antiguas teorías evolucionistas o naturalistas, muy influenciados por las teorías antropológicas y sociológicas para describirlo; son más conservadores los apáticos y los aferrados que los que luchan por sus ideas.

La evolución no es necesariamente progreso, y mucho menos progreso unilateral; cualquiera que sea el criterio que se elija para juzgar el curso o el rumbo que se encontrará, se halla en la historia que suministra siempre ejemplos de retrocesos y degeneraciones implícitas. Nadie es dueño de la varita mágica.

Basadas  sobre este proceso cambiante e irreversible, las sociedades modernas han institucionalizado el cambio; fomentan de continuo su aceptación como algo necesario y en esta aceptación se considera que el estancamiento es sinónimo de atraso, decadencia y aún de rechazo a los altos valores más preciados.

A través de la ciencia y la técnica aplicada a la producción y distribución de bienes, servicios e ideas, se alcanza la liberación integral. No hay de otra. Claro que los valores universales deben presidir la coronación, pues si el arte, la filosofía y la literatura desaparecieran, la ciencia y la técnica no garantizarian por si mismas el desarrollo integral del hombre.
El cambio, pues, no se determina por la evolución misma. Siempre es un mandato que emerge de la voluntad colectiva, en algún período de la sociedad; quien diga lo contrario quiere seguir atado al pasado y reconocer una serie de injusticias que no deben subsistir.

El cambio no sólo se determina en las plazas públicas; nuestra obligación es presionar constantemente para que el mandato conferido se imponga cotidianamente a favor de nuestro beneficio y el de los demás. Lo contrario es sólo una melancolía referente a que todo tiempo pasado fue mejor.

Entonces, para hablar de un cambio cierto, es necesario plantearse el problema de la naturaleza y destino de la sociedad moderna en su totalidad, y sobre todo de los factores objetivos, económicos, políticos, empresariales y culturales que condicionan el progreso en un cierto sentido.

La gran fuerza del presente tiene que dar forma al porvenir. México se encuentra en un periodo de cambio y de definiciones; todos debemos participar en el ritmo y en el rumbo porque a todos nos atañe. Es maniquea la visión de que se trata de un asunto que corresponde debatir a unos cuántos.

Sean bienvenidos todos los movimientos y expresiones provenientes de todos lados, de la academia, la empresa o la política,  que tratan de influir sobre los acontecimientos. Si acaso por el momento no son definitorios, el curso de los acontecimientos en una historia dialéctica irá tomando lo mejor de cada quien para sumarse a las grandes decisiones.

Los que hoy se pronuncian en favor de respetar los resultados  electorales, armar frentes amplios para participar en la vida civil, respetar las decisiones fundamentales y el interés público del país, mañana serán partidos políticos que deberán nutrir a otras nuevas  expresiones con su experiencia.

El cambio nunca se detiene porque jamás llega al perfeccionismo; es producto de una sociedad cambiante y exigente. El curso de la historia dirá quiénes se equivocaron y quienes se aferraron para conservar lo retardatario. El cambio, el retroceso y el error están en el ADN de lo humano. Nadie puede despreciarlos.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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