*¿Merecemos, o no -sus gobernados menores-, saber si efectivamente debe agradecerse a los militares dar la espalda al golpismo, o sólo es el inicio de otra espiral de insidia para escarnecer a los que en él desconfían?
Gregorio Ortega Molina
Imposible encontrar la palabra adecuada para adjetivar las consecuencias del sainete en que se han convertido las mañaneras. Se ríe y sonríe de momento, pero a la vuelta y vuelta la voz presidencial siembra rencor, confrontación, ira, insidia… sí, ahora recurre a la insidia para desconcertar y distraer, pero de la verdad, de esa que nos urge escuchar, nada.
De pronto y sin venir a cuento, en otra de sus alocuciones públicas, durante los festejos del Día del Ejército, agradeció a la institución que conforman las fuerzas armadas, a sus generales al mando, dar la espalda al golpismo.
El término es serio. Estamos muy lejos de Chile, de Argentina. Hace más de un siglo asesinaron a Madero y Pino Suárez. ¿En verdad hubo recientes tentativas golpistas en México? ¿Están vivas o fueron sofocadas? Si tiene todo documentado, si se atreve a agradecerlo por sentirse seguro, es necesario saber dónde están los responsables; qué tan serias fueron esas intentonas, y si estuvieron financiadas internamente o alentadas por el exterior. Ante lo afirmado no puede guardar silencio.
A menos de que sea una respuesta propia a su muy personal percepción de lo que realmente ocurre en la 4T, y en su fuero interno, en la más íntima de sus intimidades, invadido por la nostalgia, lo rescatado de sus sesgadas lecturas de historia patria, lo que realmente añore sea concluir su vida como héroe y mártir, lo que al resto de los mexicanos nos coloca en un brete, porque lo necesitamos vivito y coleando para que asuma, en su totalidad, las consecuencias de su ensueño de poder, y la manera de esforzarse por convertirlo en realidad.
El riesgo es que, en su narrativa, ante la desesperación por ver pronto sus esfuerzos cristalizados, la insidia crece como hiedra, toma diversos rumbos y provoca distintas reacciones; lo mismo van desde la simple urticaria, hasta el enojo severo, la confusión, la frustración y el deseo de que todo se vaya al traste.
Pregunto, con todo respeto que se merece la investidura presidencial, ¿tiene noción de las consecuencias, en el ámbito empresarial y en la confianza de los gobernados, de no dar a conocer la lista de los agraciados que le entrarán con su cuerno, para sumar la graciosa cantidad de mil 500 millones de pesitos?
¿De las consecuencias de eludir su responsabilidad con las exigencias de la población para combatir y castigar el feminicidio, o la manera de referirse a la niña Fátima, o a Samir Flores? No, carece de la más elemental empatía con sus gobernados de a pie, lo suyo es sentir, palpar, vivir el poder, aunque para mantenerse aferrado a la silla del águila deba servirse de la insidia.
¿Merecemos, o no -sus gobernados menores-, saber si efectivamente debe agradecerse a los militares dar la espalda al golpismo, o sólo es el inicio de otra espiral de insidia para escarnecer a los que en él desconfían? El asunto no es menor, porque puede ser pretexto para un golpismo inverso, desde el Estado en contra de la legalidad. Debe aclararse qué ocurre.
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