FRANCISCO RODRÍGUEZ
Se acepte o no, hay 16 razones de fondo que los 25 millones de electores hoy decepcionados nos negamos a ver en el momento de emitir el voto en 2018. En primer lugar, nos resistimos a ver la realidad del pobre empaque del equipo gobernante que venía atrás de Morena, simplemente porque los llamados prianistas nunca fueron así, nunca se creyó que pudiera existir un grupo necio así de incompetente y de corrupto.
En segundo lugar, no quisimos creer en las predicciones que a diario hacían los líderes de opinión y aún los profesionales del poder, de que las huestes tabasqueñas y sus equipos formaban una pandilla de ignorantes y vacíos, ayunos de elemental formación y de mínimos sentidos patrióticos. Capaces de todo con tal de halagar al ahora Caudillo.
En tercer lugar, no se quiso creer que querían embarcar al país en una aventura neocolonial de entrega sin límites al poder estadounidense de los republicanos y a las trasnacionales petroleras, sin una sola contraprestación, sin proponer un solo beneficio para el país.
En cuarto lugar, nunca reparamos en entregarle el mando a chiquillos improvisados que iban a secar la economía, que iban a abalanzarse voraces sobre el presupuesto nacional y a desmantelar el sistema económico del país, la planta industrial, comercial y alimentaria instalada… ¡todo en sólo unos meses!
Iban a empollar el huevo de una serpiente nazi fascista
En quinto lugar, nunca pensó la ciudadanía que iban a arrellanarse en el poder unos incautos a los que sólo preocupa encontrar la forma de ganar más dividendos personales, utilizando una partida presupuestal de 200 millones de dólares anuales para sus chicles y ayudantes favoritos.
En sexto lugar, nunca se imaginó que fueran capaces de arrasar con los negocios del país y monopolizarlos todos, incluido el de la distribución de medicinas esenciales, y la negociación de dignidades patrias al más rabioso estilo del cojitranco Santa Anna, para ponerlos a los pies de un improvisado con peluca naranja en la Oficina Oval en las riberas del Potomac.
En séptimo lugar, el elector de entonces jamás pensó que en ese momento estaba votando por farsantes e impostores que, contra toda lógica de movimiento popular y contestatario, llegando al poder iban a echar todos sus perros de presa contra las víctimas de la violencia, periodistas y defensores de derechos humanos. Jamás se pensó que iba a empollar el huevo de una serpiente nazi fascista.
Cesión de la infraestructura a los adversarios emblemáticos
En octavo lugar, jamás se pensó que, a la vuelta de un año, México iba a estar postrado en su crecimiento económico, al borde de la devaluación, el encarecimiento de los alimentos esenciales y en la puerta de la hambruna para sus sectores más desprotegidos y vulnerables, que decían proteger a costa de cualquier cosa.
En noveno lugar, jamás se creyó que el gobiernito iba a abdicar de sus obligaciones fundamentales en materia de obra pública, cediendo la capitanía general de empresa en infraestructura básica a sus adversarios más emblemáticos, los odiados neoliberales que hoy parten el bacalao en este renglón. Además, ensalzándolos en el altar de la patria como los grandes salvadores de la Nación.
Deturpaba al Ejército, y ahora lo emplea por las mismas razones
En décimo lugar, que el Ejército Nacional, tan deturpado por haber intervenido en las obras perimetrales de las bardas del frustrado mega aeropuerto de Texcoco, a las órdenes de La Gaviota, fuera a encargarse de la construcción, diseño y reparto de las obras de la Mega Central Avionera de Santa Lucía.
En undécimo lugar, que el famoso avión presidencial de Calderón – Peña Nieto no iba a poder venderse en ningún tiradero de California y se cobraría nuevamente al pueblo a través de una rifa desquiciada. Pagar dos veces por el mismo capricho. Más la vergüenza mundial a cuestas.
Ahora, el distractor es el avión y la rifa hazmerreir mundial
En décimo segundo lugar, que la promesa de campaña de acabar con la colusión del poder económico y el poder político iba a terminar siendo una farsa para consumo de “las mañaneras”, ante públicos adocenados y, para aumentar esa obsesión por destruirlo todo y sustituirlo por nada, para engrosar la maleta de ensayo de un merolico.
En décimo tercer lugar, que por lo mismo, esa obsesión de concentrar el poder en una sola mano, respondía más a una enfermedad mental denominada Síndrome de Diógenes, que a un objetivo concreto en bien del país. Al almacenar basura y bisuterías de todo tipo, el concentrador enfermo actúa involuntariamente. Para el caso concreto, la concentración del poder sirve para distraer al respetable de todo lo que se está haciendo a sus espaldas.
Ahora, el distractor es el avión y la rifa hazmerreir mundial, mañana puede ser el tema central la extinción del manatí en Jonuta. Y así, hasta que se le acaben los pretextos para no dedicarse a trabajar en serio. Lo realmente importante es que nadie sepa los robos a la Nación que se perpetran cada vez que aparece un distractor. Pero ese es otro tema.
Hemos visto puro estiércol, ¡y ya nos acabamos la ración!
En décimo cuarto lugar, nunca pensó el elector del 2018 que íbamos a caer más abajo que en el pasado, que la criminalidad iba a abarcarlo todo. Que la vida en México iba a convertirse de golpe y porrazo en un circo de rarezas políticas, de complicidades, de ambiciones y de codicias sin freno.
En décimo quinto lugar, que los delitos alevosos iban a acompañar y a soportar una manera desquiciada de ejercer el poder. Que los abusos a la confianza del mexicano iban a topar con lo aún desconocido.
En décimo sexto lugar, que la comprensión del habitante de este país con dos dedos de frente iba a ser atropellada de la peor manera. No hay posibilidad de sobrevivir al presente, menos de enfrentar cualquier escenario futuro. Se han perdido los mapas de ruta y las brújulas. Ahora en México ya no queremos ver lo que sigue, porque lo que hemos visto es puro estiércol, ¡y ya nos acabamos la ración!
Hemos sido testigos y víctimas de lo inaudito. De aquello que rebasa hasta las más febriles imaginaciones. De las estupideces que tienen que entrar algún día a un estudio químico de laboratorio o a algún pabellón de cualquier manicomio que se respete.
¿Quién podrá salvar a los amlovers que votarán por lo mismo?
No merecemos esto, jamás la gente votó por esto. Ya basta de mañaneras, de risas socarronas, de sangres gordas y de faltas de respeto a la población. Mínimo, ¡ya pónganles una camisa de fuerza!
Porque, por lo visto, la están pidiendo a gritos. Hasta los socios del narcotráfico están hasta la madre de sangronadas, y ya andan pensando en levantarse como una fuerza insurgente. ¡Soopas, perico! Es lo malo de andarle nada más tocando los huevos al toro.
Sí todo esto no hace pensar a los cinco millones de amlovers que quedan con intenciones de volver a votar por Morena, ¿quién podrá salvarlos?
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Llegó febrero y, al inicio del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, pende sobre nosotros la presentación de la reforma judicial con la que el fiscal general Alejandro Gertz nos ha amenazado. Un retroceso a lo poco hasta ahora avanzado en procuración y administración de justicia que, lo peor, hiede a fascismo.
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