Pablo Cabañas Díaz
A la conferencia matutina de Andrés Manuel López Obrador dejaron pasar pasaron a dos activistas que se identificaron como Silvia Chocarro, representante de una coalición de organizaciones de defensa de la libertad de expresión, y Jan-Albert Hootsen, del Comité para la Protección de Periodistas. Ambos le preguntaron al presidente si estaría dispuesto a comprometerse con un “sí o un no” a no utilizar un lenguaje que presumiblemente estigmatiza el ejercicio periodístico. “Nunca he utilizado un lenguaje que estigmatice a los periodistas. Yo quiero estigmatizar a la corrupción, no a los periodistas”, replicó el jefe del Ejecutivo. El presidente López Obrador puso el ejemplo de que el diario español El País publicó una información bajo el titular “Obrador expuso las duras condiciones en las que actualmente se ejerce el periodismo en México y analizó críticamente el papel de los medios masivos de comunicación en el país, en especial la televisión, cuya concentración del poder, no sólo sirve para controlar a la opinión pública sino también para, en muchos casos, difamar y criminalizar a los informadores crítico.
En México, se ha producido una de las situaciones que los “defensores” de la libertad de expresión como Chocarro, y Hootsen, no previeron, la cual no es otra que la concentración de los medios de comunicación en muy pocas manos. En la radio de la Ciudad de México, seis grupos radiofónicos cuentan con 35 frecuencias que tienen un alcance promedio acumulado de 60% de la audiencia.
Los grupos de poder económico han convertido a importante segmento de los medios en instrumentos de presión política. La prioridad de los canales de televisión, de las estaciones de radio y de las publicaciones impresas y digitales no son los contenidos que emiten, sino sus actividades en otros sectores productivos, los medios y las redes se han convertido en muchos casos en instrumentos de extorsión. Como consecuencia de esta concentración, nos encontramos ante lo que se conoce como “efecto ventrílocuo”, que se podría resumir del siguiente modo: a pesar de existan diferentes empresas de medios de comunicación, todas repiten las mismas noticias.
En el análisis “Libertad de prensa en México. Lucha por un derecho fundamental”, se exponen las duras condiciones en las que actualmente se ejerce el periodismo en México y analiza críticamente el papel de los medios masivos de comunicación en el país, en especial la televisión, cuya concentración del poder, concluye, no sólo sirve para controlar a la opinión pública sino también para, en muchos casos, difamar y criminalizar a los informadores críticos. Venimos de una época bonanza en virtud de que el gobierno de Enrique Peña Nieto fue el que más gastó en la historia del país en campañas publicitarias. Ningún presidente antes había gastado tal cantidad de dinero para promover su imagen y la de su partido político. El estudios señala que en el año 2014, el 83% del gasto de publicidad de la Presidencia de la República y de los gobernadores de los estados fue a parar a Televisa (57.6%) y a TV Azteca (25.6%). En 2009, el relator especial de las Naciones Unidas para la Promoción y Protección de la Libertad de Expresión, Frank La Rue, advirtió en el Senado de la República que los monopolios en medios de comunicación son una amenaza para el Estado de derecho. De este tamaño es el desafío que tiene el presidente con algunos medios.