*La pobreza y la ignorancia indican otra alternativa para esos millones de jóvenes que necesitan, a toda costa, vivir. No es la anarquía, tampoco la delincuencia por ella misma. Saben que la violencia satisfará su sed de venganza, para ser como los que mandan
Gregorio Ortega Molina
Reducir el saldo de las decisiones asumidas en Culiacán el jueves 17 de octubre, equivale a simplificar sus consecuencias. Éstas son impredecibles. Van más allá de la disminución del Estado, del incumplimiento del mandato constitucional, de las violaciones legales, de las responsabilidades cristianas, éticas y morales que se dejaron de lado, de la inseguridad para los inversionistas: lo cierto es que son sociales y recaen sobre la población. Una vez más paga el México bueno y sabio.
Comprender a cabalidad lo que pagarán a largo plazo, pudiera resultar más fácil tras la lectura de La banda de los niños, de Roberto Saviano. Quizá también sería útil ver las tres temporadas de la serie Gomorra, pero sobre todo recordar la vida de El Ponchis y la de quienes, como él, se convierten en sicarios cuando todavía no aprendieron a limpiarse bien la cola.
Regreso al texto de Elías Camhaji: “Kevin todavía estaba en la pubertad cuando se unió a una pandilla de su barrio. Tenía 16 años y había crecido en Ciudad Nezahualcóyotl, una de las zonas más marginadas y violentas en la periferia de la capital mexicana. Quería ser alguien. Quería pertenecer a algo. Quería respeto. Y eso significaba tener cosas: ropa de marca, un par de zapatos chingones y dinero. La banda tenía unos 10 miembros, más o menos. El mayor no pasaba de los 25 años y el más chico tenía nueve. El más pequeño era el más sanguinario. Nunca mostraba arrepentimiento y pararse a su lado le daba confianza, porque sabía que, si alguien se metía con ellos, el chico lo iba a matar. Primero fue vandalismo y robo. Después fueron drogas, extorsiones a negocios y golpizas. La idea era meter terror a nuestros rivales, cuenta Kevin, ahora con 20 años, que decide hablar con la condición de que no se dé a conocer su nombre real. Todo comenzó como un juego, éramos niños jugando a ser sicarios”.
Lo que hoy viven apasionadamente esos jóvenes, va más allá de la aventura delincuencial de Los Panchitos, cuyos ex integrantes ahora se reúnen para festejar que se rehabilitaron, unos, o para lamentarse de que están muertos o en la cárcel, otros.
Ahora no hay rehabilitación posible. Todo muestra que prefieren morir en su gesta que regresar a la pobreza. Esto obliga a meditar en los supuestos de Hegel acerca de la relación entre gobierno y gobernados:
“… En efecto, es imposible conservar el poder y ejercerlo sobre los hombres, sin, de alguna manera, colocarse bajo su dependencia; y a la inversa, es imposible servir sin haber adquirido, por el mismo servicio, un poder sobre el que es servido (obedecido), porque tiene necesidad de los gobernados y de su trabajo. Que el servidor se dé cuenta de que actúa con su amo como éste con él, hace que el servidor se convierta en amo del amo, pero como el amo está todavía en esa función, se convierte en el servidor del servidor. Que un día el servidor se rehúse a servirlo, y el amo palidecerá y sufrirá, y posiblemente fallezca, mientras que el servidor, que con su trabajo asegura su independencia, se hace con el poder y se eleva, a través de la cultura, a la vida del espíritu (la razón)”.
La pobreza y la ignorancia indican otra alternativa para esos millones de jóvenes que necesitan, a toda costa, vivir. No es la anarquía, tampoco la delincuencia por ella misma. Saben que la violencia satisfará su sed de venganza, para ser como los que mandan. Es la razón última de esa confrontación alentada por AMLO, alimentada por el poder.
No es conspiración, es incapacidad para gobernar
Una apostilla urgente y necesaria, dirigida a los aferrados a las teorías conspiracionales. NO HAY VACUNAS, es un hecho, mis nietos y sus amigos han recorrido, junto con sus padres, varias clínicas del sector salud y distintas instituciones, donde les informan que lo TRIPLE VIRAL ni para cuando. No hay y no se espera.
Inició el lunes pasado la quincena de la salud, pero nadie parece aceptar que ofertan lo que no hay en existencia. Raquel Buenrostro Sánchez tiene la conciencia tranquila, ella cumple con su función de caja ahorradora, incluso a costa de la salud de los niños.
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