Por Gerardo Flores Ledesma (*)
HACE UN año hubo festejos de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador porque la democracia se había impuesto y porque llegaría a la Presidencia de la República, luego de dos intentos como candidato a ese cargo, y se sumaron a las voces del festejo los advenedizos que durante décadas vivieron del poder público y alimentaron su figura en otros partidos. Hasta ahí, el motivo de la celebración es válida.
Sin embargo en materia económica, se debe tener en cuenta que la situación es diferente, porque estamos frente a una desaceleración económica tan grave como la que tuvimos con la crisis que provocaron los tesobonos en 1994 y que nos costaron más de 40 mil millones de dólares de las reservas internacionales y un endeudamiento atroz que todavía arrastramos. Asimismo, la crisis que tenemos en puerta podría ser tan dañina como la de tipo sanitario que nos provocó la influenza A (H1N1) en 2009 y 2010.
En el periodo enero-marzo de 2019, hemos observado un retroceso muy severo en variables económicas como la inversión fija bruta que mostró un sesgo negativo de 5.9% en términos anuales; el consumo privado se cayó 0.8%, su primera baja desde diciembre de 2012 y de otro tipo de inversión ni hablar.
El festejo que se tiene previsto para este lunes en el Zócalo capitalino por parte del gobierno actual y sus seguidores es válido sólo en términos de orden político, porque en lo económico hemos tenido un primer trimestre del PIB con una merma de -0.2% y si se repite el dato en el periodo abril-junio estaremos irremediablemente en el proceso de la recesión que es un sello que ningún país quiere mostrar ante los inversionistas y calificadoras.
Es necesario subrayar que en lo económico o social traemos un ejército de más de 100 mil desempleados que son damnificados del nuevo gobierno y que muchos de ellos se sumarán a las filas de la informalidad. En este punto es necesario destacar que el desempleo no gubernamental está creciendo también porque los empresarios no invierten o no lo están haciendo, y que el anuncio de inyectar capital por 32 mil millones de dólares por parte del Consejo Mexicano de Negocios se hace cada año, pero siempre está condicionado a los escenarios favorables que provoque el gobierno en turno y también a las facilidades que se generen para hacer negocios.
No se pueden hacen festejos cuando la inflación está en niveles superiores a 4% y retomar bríos de presión, cuando hace tres años ya estaba en niveles cercanos al 3%. Tampoco se pueden hacer bailes cuando el precio del petróleo por encima de los 52 dólares como se pronosticó en el presupuesto, porque la producción está a la baja y ese producto es un comoditi que no garantiza estabilidad. El barril de crudo ha estado por arriba de los 100 dólares y para nada ha servido. Hacer balances o sueños guajiros con esa mercancía casi siempre nos obliga a hacer correcciones o salir trasquilados.
Es conveniente decir que el tipo de cambio tampoco es una variable sobre la que tengamos control, porque al igual que el petróleo, el dólar y el peso son mercancías que obedecen a un mercado y en cualquier momento se pueden desequilibrar, como ocurrió con el factor Trump cuyas amenazas de aranceles a las exportaciones mexicanas de 5% a 25% causaron una depreciación de 3% a nuestra moneda en junio pasado.
La Bolsa Mexicana de Valores es un termómetro de la salud de varias empresas, pero no de la economía. El hecho de que haya cerrado en 43 mil puntos en junio pasado es una buena noticia de que mantiene un panorama de calma, pero ya hemos visto al mercado bursátil en casi 52 mil puntos, como los fueron los máximos históricos de julio de 2017, pero luego vinieron las caídas y no ha habido recuperación en dos años.
Además, hay que recordar que el índice de la Bolsa ha sido impulsado en las últimas semanas por las ganancias registradas por los laboratorios farmacéuticos y los bancos, ambos sectores que ni son mexicanos en su mayoría ni dejan sus ganancias en el país.
Por cierto, los 8 mil millones de dólares que HSBC y dos docenas de bancos van a facilitarle a Pemex también es una buena noticia, pero no resuelve la situación de deuda y de necesidades de material y equipo de la petrolera, que rebasa los 180 mil millones. Con el refinanciamiento obtenido, que no comulga con la visión del presidente con respecto a bancos y débitos, apenas se cubrirán los compromisos e intereses de Pemex en este año. No hay nada que celebrar cuando un banco te presta, porque ellos hacen negocios. Así que tenemos una deuda creciente, junto con sus intereses. No se equivoquen, los banqueros no son benefactores de nadie ni realizan labores altruistas con ningún gobierno.
En cambio, varias decenas de 50 sectores productivos, esos que sí generan valor al bolsillo de los mexicanos, ya muestran señales de debilidad, como el de la vivienda, el automotriz, el externo, el acero, la construcción, las maquiladoras, entre otros.
Hay que preocuparnos porque las calificadoras en este mes o en agosto próximo, no dejen en términos de basura los bonos soberanos, porque entonces perderemos el grado de inversión y quizá la situación económica se torne más delicada.
Ahí les dejo la conseja, la moraleja, la frase pues: ¡el que tenga oídos, que oiga; los que emulen a una tapia, que se vayan a bailar!
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Nos vemos y escuchamos en Canal 34 (TV Mexiquense), todos los jueves a las 22 horas, en el programa Va en Serio, con Carlos Ramos Padilla
(*) Socio Numerario de la Academia de Periodismo y Comunicación Social
(*) Miembro de Vanguardia en línea y de Consorcio de Medios Digitales SA de CV
(*) Socio de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT)
P.D. No deje de informarse en http://www.redfinancieramx.mx y en www.claseturista.com.mx