miércoles, diciembre 18, 2024

Los rusos fueron la “minoría” más numerosa de Ucrania

Luis Alberto García / Moscú

*Política lingüística gubernamental alarma a húngaros y rumanos.

*Antes de las elecciones presidenciales, Kiev legisló sobre esa materia.

*Consolidar el idioma ucraniano como lengua oficial y única del Estado

*El Consejo de Venecia la consideró confusa, vaga e incoherente.

*Hay lenguas “autóctonas” como el tártaro de Crimea.

Tras una larga espera después del dominio de la Unión Soviética sobre su país, diputados y senadores crearon en Ucrania una nueva legislación sobre educación y lengua, que aspira a consolidar el ucraniano como único idioma oficial del Estado, vista como una amenaza por las minorías, que temen por sus lenguas maternas.

Las pasiones lingüísticas se habían reavivado en Ucrania en vísperas de los comicios presidenciales del 21 de marzo, en las que el presidente Petró Poroshenko, que aspiraba a ser reelegido, impulsó tres grandes objetivos para el Estado unitario: una lengua nacional, una Iglesia nacional y un Ejército nacional.

Con cierto grado de sintonía en tal sentido, en la ciudad de Úzhgorod se veían por todos lados carteles electorales de Yulia Tymoshenko y el presidente Petró Poroshenko, lo mismo que en Kiev, Lviv, la capital.

Minorías como la húngara y la rumana están preocupadas por el plan de integración lingüística en torno al ucraniano, especialmente en la Transcarpatia y en Chernivtsi, las dos provincias suroccidentales donde vive el grueso de las minorías húngara y rumana, respectivamente.

En el censo de 2001, el último realizado, se registraron 156.000 húngaros y 151.000 rumanos en total, y por entonces, la población de Ucrania era de 48,68 millones de habitantes, de los cuales los rusos -8.33 millones- eran la “minoría” más numerosa.

La celebración de un nuevo censo se ha demorado reiteradamente; pero la población del Estado se ha contraído y supone actualmente algo más de 43 millones de personas.

Los documentos de la discordia son una ley de educación, aprobada en septiembre de 2017, y una legislación de la lengua, que se debatió en la Rada Suprema (Parlamento), ley de educación que comenzará a aplicarse progresivamente en 2020, la cual establece que el ucraniano es la lengua del sistema educativo.

Restringe y rebaja a nivel local el estudio de las otras lenguas de las minorías, y un dictamen de la Comisión de Venecia del Consejo de Europa consideró que la ley era confusa, vaga e incoherente y que disminuía las oportunidades de impartir clases en las lenguas minoritarias.

En cuanto a la ley de lengua, prácticamente eliminará de la vida pública las lenguas de las minorías y hará obligatoria su traducción a la lengua del Estado en medios de comunicación, informaciones públicas y páginas de Internet y, además, las infracciones serán castigadas.

En el conjunto de las “otras” lenguas en Ucrania hay un apartado para las denominadas “autóctonas” -entre ellas el tártaro de Crimea- y otro para las “minorías nacionales”, donde están, entre otras, el ruso, el húngaro y el rumano.

Hungría y Rumania han protestado: en Budapest el gobierno reaccionario y de ultraderecha del populista Viktor Orbán considera que la nueva legislación ucrania perjudica a la minoría húngara y, como medida de presión, Hungría bloquea la integración de Kiev en la UE y la OTAN hasta recibir garantías de que serán protegidos los derechos de los húngaros de Ucrania.

Ni Hungría ni Rumania tienen reivindicaciones oficiales sobre los fragmentos del imperio austrohúngaro que hoy pertenecen a Kiev; sin embargo, las autoridades ucranianas tienden a la desconfianza tras la experiencia de Crimea, sobre la que Rusia no tenía reivindicaciones territoriales hasta que se anexó la península en 2014.

Chernivtzi y la Transcarpatia son regiones ucranianas marcadas por los vaivenes de imperios vecinos enfrentados, sus expansiones y sus decadencias a las que se superpusieron mapas administrativos cruzados por líneas que dividen y solapan territorios, marcando así los flujos y reflujos en las conquistas de emperadores, zares y sultanes.

Ambas zonas fueron parte del imperio austrohúngaro hasta su desaparición en 1918 y hoy Chernivtzi es parte de la antigua Bukovina y perteneció a Rumanía en el periodo de entreguerras, y en ese periodo el territorio de la actual Transcarpatia ucraniana fue de Checoslovaquia.

Tras la desaparición de este país en 1939 pasó a Hungría, no sin antes ser el escenario de la República de Ucrania de los Cárpatos durante tres días, haciendo de esta situación un rompecabezas de complejo armado.

Tras la Segunda Guerra Mundial, ambos territorios de tradiciones multiculturales, con sus comunidades judías diezmadas por el genocidio nazi, fueron incorporados la Unión Soviética, como parte de la República Socialista Soviética de Ucrania.

La Transcarpatia es la zona más occidental de Ucrania y limita con cuatro Estados de la Unión Europea (Eslovaquia, Hungría Polonia y Rumanía) y la región de Chernivtsi tiene frontera con Moldavia y Rumania.

“Los métodos de enseñanza del ucranio no son los adecuados: para un niño que se llame Lazlo -nombre común en Hungría-, la primera experiencia escolar con este idioma es de desconcierto, porque los maestros, en vez de llamarle por su nombre húngaro, le llaman Vasili”, dice Oszkár Balogh, dirigente de la Sociedad Cultural Húngara de la Transcarpatia.

A quienes critican la política lingüística de Kiev se les acusa de hacerle el juego a Rusia, como en Chernivtsi, donde Vasili Tarateanu, director del Centro Cultural Eudoxiu Hurmuzachi, muestra el cartel que unos enmascarados le colgaron en la entrada de la institución.

Esto ocurrió después de que se manifestara en contra de la ley de educación en 2017, y en el cartel puede leerse: “Vasili Tarateanu, representante honorario de Vladímir Putin en la Bukovina”.

El 23 de febrero de 2014, el régimen interino formado en Kiev tras la huida del presidente Víctor Yanukovich intentó abolir una ley de 2012 que prácticamente daba carácter oficial a las lenguas de las minorías en zonas de concentración elevada.

Aquel intento, que exasperó a los rusos de Ucrania y fue aprovechado por Moscú para la anexión de Crimea, permaneció algún tiempo en vía muerta; pero, en 2017, los legisladores, presionados por sectores nacionalistas, aprobaron la ley de educación que, en beneficio del idioma ucraniano, restringe el marco de enseñanza de las lenguas de las minorías nacionales.

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