domingo, julio 20, 2025

CONCATENACIONES: El infierno veracruzano

Fernando Irala

Aunque hace muchos años que se perdió la tranquilidad en Veracruz, no dejan de sorprender los crecientes niveles de delincuencia y la audacia impune de los matones de toda laya a lo largo del territorio de ese estado.

Probablemente porque ocurrió el “viernes santo”, el día más solemne del año para el catolicismo, o tal vez porque la mayoría de las víctimas fueron mujeres, incluso un bebe de un año de vida, quizás por la inminencia de una anunciada visita del Presidente de la República al estado, la masacre cometida por un grupo de sicarios en un salón de fiestas de Minatitlán se convirtió en una noticia de primer orden en el país.

No es, por desgracia, el primer hecho relevante de violencia en la entidad. A lo largo de varios lustros la criminalidad se ha enseñoreado en todo el territorio veracruzano.

A ello ha contribuido el desastre de la administración de Javier Duarte, el breve régimen de Miguel Ángel Yunes, dedicado a la venganza y el rencor, y la calamidad personificada en su actual gobernador.

Veracruz no se merece tanto cataclismo, como no se lo merece ningún rincón del país.

Las fosas descubiertas en los pasados meses con centenas de restos humanos, son un doloroso testimonio de la alucinante saña de los criminales y de la energía que habría desplegar para abatirla.

Lamentablemente, no hay indicios de que las cosas vayan a cambiar. Ni en Veracruz ni en México.

Mientras la delincuencia crece y se organiza como prósperas empresas sanguinarias, y sus grupos pelean plazas y caminos ferozmente, las fuerzas gubernamentales van de tumbo en tumbo. Todos los esfuerzos y las estrategias anteriores han sido descalificadas por ineficaces y corruptas, pero lo que va a operar ni se ve ni se siente.

Así es cómo día con día Veracruz, y el país, se nos va deshaciendo sin remedio.

Informe “La aceleración de la censura: un análisis de las tendencias de prohibición de libros después de 2020”

Uno de los principales aportes del informe es mostrar que la censura actual no responde a un movimiento espontáneo de padres preocupados, como muchas veces se presenta en los medios, sino a una campaña coordinada por grupos ideológicos con objetivos legislativos concretos.

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