Luis Carlos Rodríguez González
El panorama de la relación bilateral entre México y Estados Unidos se complica en medio de las amenazas del presidente Donald Trump de cerrar total o parcialmente la frontera con México sino se detienen a las caravanas migrantes, mientras que nuestro mandatario, Andrés Manuel López Obrador, insiste en que no se confrontará con el empresario estadunidense al reiterar su mensaje de “amor y paz”.
La vida, la economía, el comercio y el cruce de cientos de miles de estudiantes y trabajadores en ciudades fronterizas mexicanas como Tijuana o Ciudad Juárez se colapsaría. Ello sin mencionar las estimaciones del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) sobre una posible pérdida de mil millones de dólares diarios en las exportaciones mexicanas si Donald Trump cierra los cruces fronterizos.
Todo ello en medio de un coctel migratorio que se antoja muy difícil, no sólo por el arribo de más caravanas que cruzan por México en buscar de llegar a la frontera norte y pedir asilo humanitario al gobierno de Estados Unidos, sino por violencia que sigue desatada en contra de los centroamericanos en nuestro país.
Después del secuestro de una veintena de centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, hace algunas semanas, este lunes el cónsul de Honduras en Veracruz, Raúl Otoniel, denunció que un grupo de 14 migrantes hondureños fue secuestrado hace más de un mes en Veracruz.
Es decir, México y en especial el gobierno mexicano, se encuentra entre la presión de Donald Trump para sellar la frontera sur y evitar el paso de caravanas de centroamericanos o continuar con la política de otorgar visas y apostar porque una parte de este éxodo se queden en el Sur-Sureste y sean parte de la mano de obra para proyectos como el llamado Tren Maya.
Sin embargo, los centroamericanos no quieren quedarse en México. Con sinceridad quien buscaría residir en un país donde no se garantiza su seguridad, ya no digamos el empleo, donde el crimen organizado está al acecho de los migrantes para incorporarlos a sus redes delincuenciales, extorsionarlos, secuestrarlos o violar a las mujeres.
En octubre pasado Amnistía Internacional y el Movimiento Migrante Mesoamericano, señalaron que el 70 por ciento de las mujeres migrantes son víctimas de abusos sexuales durante su cruce en México hacia Estados Unidos.
“Las mujeres y niñas migrantes, especialmente las que no tienen estatus legal y viajan a áreas remotas o en trenes, están en mayor riesgo de violencia sexual a manos de bandas criminales, traficantes de personas, otros migrantes u oficiales corruptos”, indicó un informe de Amnistía Internacional.
En abril del 2019 la situación no ha cambiado. Por eso es que las caravanas de migrantes tienen tanto éxito en sus convocatorias. Viajar en grupos de cientos o miles les garantiza no ser secuestrados, extorsionados o violadas. Ello a pesar del enojo y del amago de Donald Trump de cerrar la frontera norte y del reiterado “amor y paz” de nuestro Presidente de la República ante los exabruptos de su homólogo estadunidense.
Más allá de la actitud pacifista del gobierno mexicano, se requiere una mayor protección para los migrantes centroamericanos, más allá de la buena voluntad de darles empleos que aún no existen y que ellos, como muchos mexicanos, reclaman con urgencia. Sería muy grave que estos 21 migrantes secuestrados en San Fernando, más los 14 en Veracruz no aparezcan y se sumen a la numeralia de los desaparecidos en el país. Tal Cual.