Teresa Gil
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Situaciones coincidentes en este momento, la llegada de la caravana de migrantes centroamericanos a la Ciudad de México y la libertad de expresión, forman un tema paralelo, por las reflexiones que concitan. Ambos son asuntos que exhiben la dicotomía de los mexicanos. Tradicionalmente, los nacionales, a veces desde el poder público y en otras, de parte de la ciudadanía, han denunciado el trato que se da a los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Pero al mismo tiempo, en tanto que el gobierno ha aplicado una política férrea a los que ingresan por el sureste, la gente se ha quedado callada ante esos atropellos. Ahora aflora la fama que tiene el Instituto Nacional de Migración (INM) en los pueblos que vienen marchando con miras a ingresar al país del norte, al grado de que algunos se han negado a dar datos para no ser enviados a los terroríficos rincones de ese instituto. Como país encerrado entre el imperio gringo y los pueblos centroamericanos que son expulsados de sus países por gobernantes ineptos y antidemocráticos, México es una víctima más de la miseria que han creado los países poderosos y sus cómplices locales. Aunque con el paso de la caravana migrante, organizaciones y ciudadanos han sido solidarios en alimentos y cobijo, a la gran mayoría de los mexicanos no les interesa esa situación, como no sea por verse agredidos en sus derechos.
LIBERTAD DE EXPRESIÓN A LA CONVENIENCIA
A los ataques permanentes que mantiene Trump contra la prensa de su país, ahora se suma la amenaza de Jair Bolsonaro, el fascista que arribó a la presidencia de Brasil, contra los medios y periodistas que no están con su gobierno. La negra noche que ha vivido ese país con los regímenes militares se está implantando ya, con amenazas de cierres, ataques a periodistas y cancelación publicitaria, cuando Bolsonaro asuma el poder. En algunos medios mexicanos el tema ha sido tratado al menos en cuanto a Trump porque el otro es reciente, pero los medios que han servido a los gobiernos del PRI callan el papel que ha jugado un amplio sector de la prensa en este momento, para dilapidar el anuncio de un cambio. Desde el proceso electoral, hasta el triunfo de Morena en los comicios del primero de julio, la prensa controlada que observa como se le van sus dádivas, ha seguido campañas permanentes en sus medios y en las redes sociales, aunque en estas han tenido más oposición. Frente el periodismo mexicano -sobre todo en el interior- agredido por asesinatos, censura y los malos salarios, actúan grupos privilegiados de medios también privilegiados, que en este momento están actuando como uno solo, y el ejemplo reciente es la campaña sobre el NAIM y su suspensión.
PROCESO Y SU PORTADA. CASTILLO: EL PERIODISTA IMPARCIAL NO EXISTE
La sorpresiva portada publicada por la revista Proceso en su número 2192 del pasado 4 de noviembre, que habla de un AMLO aislado y lo califica como “El fantasma del fracaso”, tomó por sorpresa a muchos que conocen la trayectoria progresista de ese semanario. La discusión en torno no se hizo esperar; se calificó como de antiperiodística, se le atribuyó al entrevistado Diego Valadés la declaración y a partir de ahí se desgranó una crítica que tuvo, a veces, como fondo la libertad de expresión para defender a Proceso. Se exhibió un periodismo poco organizado a nivel de bases, poco interesado en los problemas gremiales, pero muy defensor de una libertad de expresión que se usa a diario para defender los intereses de las empresas de la comunicación y del gobierno actual. La Universidad Autónoma de Puebla (UAP), estuvo publicando durante un largo tiempo sus Cuadernos de Comunicación Crítica en los que abordó todos los temas que atañen al periodismo y sus libertades y la forma como se ejercen. Tengo varios de esos cuadernos que deberían de reeditarse porque están vigentes, pero me gustó leer la argumentación que dio Heberto Castillo en uno de los encuentros que organizó la UAP, sobre la forma como algunos periodistas escudados en la libertad de expresión, en realidad apoyan “a los opresores del pueblo”. Transcribo a continuación del cuaderno número 2 de febrero de 1987, del entonces dirigente del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), lo siguiente: “Hay quienes pretenden mantenerse al margen de las luchas colectivas, aislándose, ya no en torres de marfil sino en torres de cristal, en observadores imparciales de la realidad. Y se dicen imparciales en cuanto a que no pertenecen a ningún partido u organización política. A ellos hay que decirles que tal cosa no es posible. El periodista imparcial no existe. Ni tampoco el periodista defensor de los intereses populares, desvinculado de las organizaciones que luchan por defender esos intereses. A la postre, esos analistas, comentaristas, observadores de las luchas sociales, ̈́comprometidos’ -así, entre comillas,- con los trabajadores, acaban sirviendo de alguna manera, a los opresores del pueblo”