Por Eduardo Rodríguez
¿Alguien se acuerda de los tiempos cuando podíamos pensar diferente y expresarlo sin inmediatamente, por instinto levantar la guardia en defensa del automático linchamiento social?
Yo creo que no podemos citar la temporalidad exacta en la que comenzamos a cuidar lo que decimos, dónde y con quien, sin el temor de ser enfrentados, etiquetados o separados de nuestros cercanos por el simple y sencillo hecho de no pensar igual que los demás. Y no es una exageración; hay familias, grupos de amigos, compañeros de trabajo e incluso relaciones amorosas que se han visto rotas derivado de las diferencias, específicamente hablando, de las preferencias políticas. Es lo que vivimos hoy.
La sociedad en general vive un momentum de hastío y odio irracional. Se percibe en cada rincón, estación de metro, fila de tráfico, centro comercial o mesa de café, es por mucho este, uno de los momentos de más inconformidad que hemos sentido en los últimos años, pero ¿cuál es realmente el alimento de ese odio que parece que carcome la mente de todos los mexicanos?
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2017 que realiza el INEGI, corrupción es el principal asunto que preocupa a la población y lo que define sus inclinaciones electorales, en resumen, podríamos decir que es lo que los tiene “tan enojados”, pero profundicemos tantito en el tema y hablemos de la corrupción, el enemigo de todos los ahora llamados “revolucionarios digitales”.
Todos la aborrecen, todos quieren erigir a un ente poderoso que acabe de tajo con este cáncer maligno, todos la repudian y se dicen inmaculados y jamás tentados por este espeluznante monstruo. La realidad es que al día de hoy, los mexicanos en su mayoría, gastamos 1.5 billones de pesos al año en mordidas, desde el policía hasta los trámites de ventanilla más sencillos. La corrupción, esa que tanto aborrecemos, pero a la cual todos contribuimos o hemos contribuido alguna vez, se roba el 10% del PIB de nuestro país.
¿Verdaderamente es este el alimento del coraje que hoy siente nuestra sociedad?, ¿por qué entonces somos parte de este mal todos los días si tanto lo odiamos?
Si algo está claro es que en los ánimos hoy existen 2 Méxicos los cuales se forjaron en torno a una sola figura: el “semidiós incorruptible” Andrés Manuel López Obrador. La antipatía o simpatía por su figura fue moldeando un pensamiento que se volvió tribal y en su evolución quedaron perfectamente marcados los dos territorios: el de los ‘buenos’ y el de los ‘malos’, que confirmaron el nacimiento de la sociedad binaria mexicana, como la llamó Raymundo Riva Palacio recientemente en un texto.
Esa profunda zanja se trazó con el cimiento firme de las redes sociales hoy fuertemente asentadas en su conjunto como una aplanadora lista para aglutinar hordas de zombies sin razonamiento ni entendimiento, pero con un objetivo claro, la división por sobre todas las cosas.
¿Hasta dónde puede llegar este “enojo social”? Apenas el 5 de mayo al grito de “¡Que se muera el mal gobierno!” y “¡Viva Morena!” un presunto ladrón fue linchado y quemado vivo por pobladores de la comunidad de Villa Tamulté de la Sábanas, en la ranchería La Ceiba, en Tabasco. Una turba iracunda gritaba: (sic) “así le irá a Ricardo Anaya, Margarita Zavala y Pepe Meade”, “no a la corrupción del PRI, del PAN y del PRD”, “¡Viva Morena!”, “¡que se muera el mal gobierno!” y “¡Arriba Morena, hijo de tu pinche madre!”, “¡Arriba Obrador!” El acto no tuvo la más mínima condena de la dirigencia del Movimiento de Regeneración Nacional, ni sus voceros ni mucho menos su candidato presidencial dijeron absolutamente nada. ¿El que calla otorga?…
Hoy la marcada división entre buenos y malos está forjando una barrera sólida construida con encono y sed de venganza. Roberto Stefan Foa y Yascha Mounk explican muy claro en un ensayo publicado en julio del 2016 en el Journal of Democracy (La desconexión democrática), donde muestran la creciente debilidad de las instituciones y definen como el “principio de la desinstitucionalización”, en el ensayo muestran cómo los votantes volteaban cada vez más a elegir candidatos populistas o apoyar a partidos anti sistémicos que se definían así mismos como opositores al statu quo.
Votar “en contra del sistema” (el verdadero alimento del odio) inclinándose sin darse cuenta al candidato que más representa el sistema de la boleta: López Obrador, dueño por cierto de su propia franquicia.
¿Dentro de toda esta plática alguien ha pensado en las consecuencias de dividir a una nación entre buenos y malos?, Pensemos en el ejemplo del linchamiento de Tabasco, o en la censura reciente a formadores de opinión, ¿tendrían entonces los asesinos de periodistas una salida fácil para seguir callando reporteros y culpar a un gobierno que en su esencia es conscientemente limitador de las libertades de expresión?
Lo cierto es que la polarización y el enojo provocado que hoy se vive puede llevarnos a un callejón lodoso de un sentido con todo y barranca. Los que van a definir la elección este 2018 son los mismos que odian con repudio al PRI y al Presidente, se rasgan las vestiduras envueltos en la bandera de “derrocar al mal gobierno” en una era que con todo y todo nos guste o no, ha dado muestras tangibles de progreso, estabilidad económica y reformas estructurales, ellos no conocieron el México de López Portillo o Miguel de la Madrid, pero se dicen “hartos”.
Una inmensa mayoría de esta masa son los llamados ninis, a los que por cierto Obrador ha ofrecido una beca mensual de 5 mil pesos simple y sencillamente por no hacer nada pero con un claro fin: el reclutamiento de masas.
No estamos defendiendo un partido político, hoy nos ocupa dar la cara por una nación. Debemos entender con claridad que el enojo nunca jamás puede ser la manera de definir el rumbo de un país como el nuestro, que efectivamente como lo hemos leído y escuchado cientos de miles de veces, sí se puede estar peor.
No hablemos de simpatías o antipatías, hablemos de razón y de un futuro que nos va tocar vivir a todos. Lo he dicho muchas veces, esta generación sí va a conocer una era de verdadero rezago si lleva a la silla del imperio a López Obrador. Digan lo que quieran pero guarden este texto, después de la insatisfacción de las promesas de paz, amor y redención no cumplidas, vamos todos incluidos los ninis a terminar buscando lo que hoy tenemos y no supimos aprovechar… de mí se acuerdan.