Gregorio Ortega Molina
*Suponer que la desaparición legal del fuero contribuiría a que la corrupción dejase de existir como por ensalmo, es algo más que una ingenuidad. Es pura imagen pública, simulación electoral, que entre los mexicanos con dos dedos de frente no será adquirida, porque otros son los problemas que los electores perciben como más importantes
Después de la andanada de críticas a las baladronadas de AMLO y de la inoculación del miedo a sus propuestas electorales, hubo aplauso unánime a la simulación de la “Ley Meade” y su complicidad con la bancada de los que lo respaldan en la Cámara de Diputados, para promover fugaz y electoralmente la desaparición del fuero, como si fuese la llave maestra para acotar, disminuir la corrupción, o desaparecerla.
Quizá las razones por las que se estatuyó legalmente el fuero desaparecieron, pero lo que facilitó esa disposición legal se multiplicó y se hizo más dañina para las instituciones y los gobernados. Los niveles de corrupción hoy sobrepasan la más venenosa de las fantasías: porcentajes exigidos y reclamo de participación accionaria en las empresas, alcanzan categoría de extorsión, y ésta se ampara en lo que no desaparece con la anunciada y pospuesta anulación legal del fuero. Me refiero a la impunidad.
Si el fuero es un amparo legal, la impunidad es una patente de corso que diversifica y fortalece las vías de corrupción y los ámbitos y modalidades con las que ahora se practica.
Si en una breve primavera se logró establecer la separación entre el Poder Judicial y el Ejecutivo, gracias a la reforma constitucional de 1995 y a la dignificación de salarios de jueces, magistrados, consejeros y ministros, las necesidades políticas la desaparecieron tan pronto se requirió de las complicidades necesarias para armar “legalmente” el desafuero a AMLO, y cuando la delincuencia organizada, notoriamente los barones de la droga, establecieron las reglas del juego para los juicios a modo. Actualmente incluso los exámenes del Instituto de la Judicatura Federal se venden, y el nepotismo es práctica común: muchos integrantes del Poder Judicial de la Federación contratan a parientes de sus homólogos, porque, a su vez, esos homólogos contratarán a sus parientes. El arte burocrático de la simulación.
Suponer que la desaparición legal del fuero contribuiría a que la corrupción dejase de existir como por ensalmo, es algo más que una ingenuidad. Es pura imagen pública, simulación electoral, que entre los mexicanos con dos dedos de frente no será adquirida, porque otros son los problemas que los electores perciben como más importantes, como primordiales, pues no se les escapa que hay un proyecto de nación que los gobernantes tratan de imponer, sin antes haber explicado con toda claridad en qué consiste y a dónde conduce a los mexicanos, conscientes de que durante este sexenio que termina, desaparecen las siglas del PRI, el “agradecimiento” a una Revolución que no fue, y la imagen de un Pemex próspero, porque lo entregarán en quiebra.
¿De qué serviría, entonces, la desaparición legal del fuero?