martes, diciembre 3, 2024

EN REDONDO: Nicaragua, de los Somoza a los Ortega-Murillo

Por: Mario Ruiz Redondo

Han pasado 40 años y siete meses. Serían los días de septiembre de 1977, cuando enviado por el periódico EXCELSIOR, entrevistaría en la clandestinidad, en las “Montañas de Nicaragua”, a Humberto Ortega Saavedra, miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Sería la primera que de manera exclusiva concedía el mando principal de la reorganizada guerrilla heredera del consigna de “Patria Libre o Muerte”, del héroe anti imperialista, general Augusto César Sandino, que combatiera la presencia militar estadounidense en suelo nicaragüense, lo mismo que al gobierno nacional dictatorial del general Anastasio Somoza García y su títere presidente Juan Bautista Sacasa, a finales de la década de los 20 y principio de los 30, del siglo XX.

Conversación en la madrugada, después de una travesía de varias horas, en la que cambiaríamos varias veces de carro, para internarnos en tierras desconocidas, para encontrarnos con el comandante Humberto Ortega Saavedra y un grupo de colaboradores, todos cubiertos la mitad del rostro con un pañuelo con los colores rojo y negro, símbolo de la insurgencia, que afirmarían que todos los guerrilleros estaban dispuestos a ofrendar sus vidas, para derrocar la dictadura de cuatro décadas de la Dinastía Somoza.

Desde entonces y hasta el triunfo de la Revolución sandinista, el columnista mantendría comunicación permanente con la dirigencia del último movimiento revolucionario armado en América Latina, que entraría triunfante por la mañana del 19 de julio de 1979, a la capital Managua, mientras el último dictador, general Anastasio Somoza Debayle, huía a Miami, protegido por el gobierno de Estados Unidos.

Una semana antes de su salida del país, el 10 de julio, tuve la oportunidad de realizarle una entrevista en su oficina subterránea del bunker de Managua, al todavía presidente de Nicaragua, gracias a mi cordial relación con su primo Luis Pallais Debayle, líder del Congreso, concertada desde San José, Costa Rica, la cual compartiría a mi amiga y colega Ana Cristina Peláez, del noticiero 24 horas de Telesistema Mexicano, hoy Televisa, dirigido entonces por el periodista Jacobo Zabludovsky.

La partida del general Anastasio Somoza Debayle, cerraba la página del libro de una férrea dictadura mantenida a sangre y fuego por más de 40 años, por una familia que obedecería fielmente la consigna estadounidense, para gobernar acorde a los grandes capitales que mantenían control sobre la economía y vida del país del istmo latinoamericano.

Saldo de 50 mil muertos en esa última fase, que daría paso a un gobierno sandinista que no cumpliría lo que prometió al pueblo de ser una nación independiente y soberana, al caer de inmediato en la esfera del poder de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), y Cuba, lo cual le llevaría a ser objeto de agresión armada (La Contra), dirigida desde Honduras, además de sanciones económicas y otro tipo de bloqueos.

Desde el inicio, Daniel estaría al mando como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción y su hermano Humberto, como ministro de Defensa. Permanecería como tal hasta noviembre de 1984 en que convoca a elecciones Presidenciales, las cuales gana y asume como primer mandatario el 10 de enero de 1985.

El desencanto de sus seguidores sandinistas y la inconformidad de Violeta Barrios viuda Chamorro, que el 25 de febrero de 1990, derrota en las urnas a Ortega Saavedra, que culminaría con su salida del poder, una primera etapa de 11 años, para dar paso a una alternancia conformada por 14 partidos, bajo la denominación de Unión Nacional Opositora.

Pero el ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN, continuaría en la política apoyada por esta organización, convertida tiempo atrás en partido político, para mantener una lucha permanente para volver a gobernar Nicaragua.

Sería hasta 16 años después, cuando Daniel ganaría de nuevo en los comicios de 2006, con lo que junto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional volvería a principios de 2007, en su condición de Presidente y partido gobernante.

Para entonces tenía 62 años de edad y la ambición por no volver a soltar el control del país, lo llevaría en 2009, cuando faltaban dos años para llevar a cabo elecciones, iniciaría un procedimiento legal, apoyado en una mayoría de magistrados sandinistas de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, para declarar inconstitucional el 30 de septiembre de 2010, el artículo 147 que prohibía la reelección Presidencial, dando paso a la oportunidad de poder continuar su mandato otros cuatro años.

A partir de ese momento, estaban ya dadas las condiciones para la creación de una nueva dictadura, pues aún con la resistencia de sus opositores, Daniel Ortega Saavedra realizó y ganó los comicios de 2011, logrando una mayoría parlamentaria, que le permitieron entre 2013 y 2014, reformar la Constitución, para dar paso formalmente a la reelección.

Con todo el poder derivado de su autoritarismo absoluto y sin enemigos políticos visibles, a los 71 años y dominado por su esposa Rosario Murillo Zambrana, con la que ha procreado siete hijos, asume el 10 de enero de 2017, por cuarta vez la Presidencia nicaragüense, ahora acompañado por su cónyuge como vicepresidenta.

Inicio de una nueva dinastía, la de los Ortega-Murillo, que en 2018 cumple 22 años en el ejercicio gubernamental, que prolongará su estancia de manera ilimitada, con la diferencia de que las cuatro décadas de los Somoza, fueron varios los Presidentes, mientras que con Daniel de 73 años, ha sido solamente él, compartiendo ahora con su esposa Rosario Murillo, de 67, la sucesora constitucional en automático, en caso de muerte del mandatario.

La omnipotencia de la pareja Presidencial, ha empezado a provocar el malestar popular y del sector empresarial, que en los últimos días ha desencadenado en el territorio nacional, una serie de insurrecciones por la afectación en las pensiones de ex trabajadores, que ha motivado que tanto la Policía Nacional como el Ejército Sandinista, hayan salido a las calles para enfrentarse y reprimir violentamente a los inconformes, con saldo hasta este miércoles 25 de abril, de 30 muertos, incluyendo a un periodista que falleció por un balazo en la cabeza.

Las imágenes que difunden las agencias de noticias y la televisión mundial, me recuerdan en mucho las que viví entre 1977 y 1979, en tierras nicaragüenses, cuando los soldados de la Guardia Nacional somocista, golpeaba y disparaba sus armas sin misericordia, contra la gente del pueblo que se oponía al régimen de la dictadura del Presidente  Anastasio Somoza Debayle.

Guerrilleros sandinistas y gente del pueblo, simpatizantes, que resultarían muertos por miles, arrasados por la fuerza militar que defendía con las balas, la dinastía de los Somoza.

Hoy, son la Policía y el Ejército sandinista, los que en defensa de la nueva dictadura de uno de los 10 comandantes de la Dirección Nacional del FSLN, y su mujer, obedecen solamente la consigna de sofocar al precio que sea, la rebelión liderada por jóvenes universitarios de militancia en el partido en el poder, detrás de los cuales está indignado, un importante sector de la población nacional, junto con empresarios.

Marcha atrás al decreto de afectar los ingresos de por sí raquíticos de los jubilados, que ahora, después de los asesinatos y cientos de lesionados a manos de la fuerza pública, hoy la demanda no es solamente la de exigir justicia por los crímenes de jóvenes indefensos, sino las renuncias de Daniel y Rosario.

Genocidio que ha trascendido al resto del mundo, que coincidiría este 22 de abril, con la entrega, en España, del Premio Cervantes, al escritor Sergio Ramírez Mercado, vicepresidente de Daniel Ortega Saavedra. Entre 1985 y 1990. Un solemne acto presidido por los reyes Felipe y Letizia, en la que el también miembro del Grupo de los 12, brazo político de la guerrilla sandinista antes del triunfo, denunciaría los violentos acontecimientos en su país:

“Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales porque Nicaragua vuelva a ser república”.

Vuelta en Managua y otras ciudades del interior de Nicaragua, como en los años finales de la década de los 70, de las barricadas a base de adoquines arrancados de las calles, para formar trincheras de defensa contra la agresión, esta vez de ya no de la Guardia somocista, sino de quienes garantizan la permanencia en el poder antidemocrático, contrario a los ideales del héroe Augusto César Sandino.

Un ejemplo que Ortega Saavedra no solamente no mantiene, sino que combate con sus actos de corrupción denunciados públicamente por su misma militancia y sus opositores, que el pasado febrero, durante la conmemoración del 84 aniversario del asesinato del caudillo, el Presidente afirmaría ante su mausoleo en la capital nicaragüense,  que “los sueños de Sandino, sus ideales se vienen cumpliendo”.

Sus críticos considerarían que los actos de Daniel en el poder, están a años luz, de los ideales del llamado “general de los hombres libres”. Uno de ellos, el ex candidato Presidencial, Edmundo Jarquín, recordaría que una de las premisas del general, fue la de no lucrar con los cargos públicos, porque la política es para servir y no para beneficiarse de ella.

La apuesta y obediencia, en su momento, a los lineamientos establecidos por el venezolano general Hugo Chávez, han sido determinantes para el mantenimiento de Ortega Saavedra en la cumbre del poder de Nicaragua, donde en base a los cuantiosos subsidios económicos y petroleros prolongados a la fecha, ha gobernado con la gran burguesía de los negocios, que le ha permitido un manejo dual, que se considera

neoliberal en lo fundamental y asistencialista-populista para el grueso de la población que le sigue fielmente.

Vuelta al pasado socialista, a la sombra y expensas de la ayuda de su homólogo Nicolás Maduro Moros, de Venezuela, así como del gobierno cubano, con Raúl Castro Ruz, gobernando detrás de la nueva Presidencia, lo mismo que del líder ruso, Vladímir Vladímirovich Putin, que respaldan su estrategia de prolongación indefinida en el poder nicaragüense.

Aún así, Daniel Ortega Saavedra está jugando con fuego, al reprimir al pueblo de Nicaragua, donde el sector empresarial se ha negado a ser mediador en el conflicto que amenaza adquirir dimensiones de consecuencias incalculables, lo que motivado la inmediata intervención del alto clero católico, por instrucciones del Papa Francisco, para evitar un mayor derramamiento de sangre.

El Presidente de Nicaragua, está decidido a seguir adelante en su proyecto de eternización de su absolutismo, pero así como cayó la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, la suya y de su esposa, han empezado a correr ese riesgo, al olvidar los principios de una Revolución que en él, no tiene memoria.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.

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