Teresa Gil
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Con un micrófono que tenía grabada el águila del Escudo Nacional, el discurso del general Lázaro Cárdenas para anunciar la Expropiación Petrolera el 18 de marzo de 1938 a las 8 de la noche, fijó en la historia de México esta solemne petición: “Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada como trascendente y tan indispensable”: la Nacionalización de la Industria Petrolera. Ochenta años después, con la llamada reforma energética, el discurso se revirtió y son ahora las empresas transnacionales las que gozarán y disfrutarán de lo que queda de esa riqueza nacional. De aquel discurso tan difundido que devino en decreto, primero ante el gabinete presidencial y luego ante el pueblo de México, se destaca otro hecho fundamental: la defensa irrestricta que hizo el gobierno de Cárdenas a los derechos de los trabajadores, ya que el meollo de su argumentación estuvo fincado en una resolución de aquella Suprema Corte de Justicia de la Nación, que exigía a las 17 compañías petroleras que tenían anuencia para explotar el petroleo en México, que pagaran 17 millones de pesos que debían al Sindicato Petrolero. Lo que va de ayer a hoy, en este momento se deforman los derechos laborales en lo que se ha llamado una contrarreforma laboral y la Corte de ahora, en un resolutivo que viola todo el contenido en las garantías originales del artículo 16 constitucional, permite la intromisión de la policía en la vida cotidiana, ante “cualquier sospecha” . El discurso argumentativo de Cárdenas, que fue escrito por el general Francisco J. Mújica, plantea punto por punto la causa de su resolución, los abusos de las compañías, la forma como habían usufructuado los bienes de la nación y la actitud deleznable y con desplantes como respondían a derechos justos de los trabajadores. A diferencia de lo que quizá pasaría en estos momentos con el actual gobierno, el pueblo mexicano aceptó la decisión gubernamental y se volcó en su apoyo, en hechos que la Historia también rememora con grandes gestos de solidaridad.
CARDENAS RESCATÓ EL DECORO DEL PUEBLO MEXICANO: JESÚS SILVA HERZOG
El 18 de marzo de 1980, el diario Unomásuno publicó un suplemento especial por los 42 años de la Expropiación Petrolera, en el que se incluyeron 5 entrevistas que realicé a personajes que de una y otra manera participaron en aquella época: el escritor Juan de la Cabada, empleado de una empresa petrolera, Jesús Silva Herzog asesor del gobierno de Cárdenas, el periodista y escritor Renato Leduc, el dirigente comunista y miembro del Sindicato petrolero Valentín Campa y el economista Ricardo Torres Gaytán funcionario de tres gobiernos, estudiante de economía en ese entonces. Todos coincidieron en la grandeza de la causa. A Silva Herzog lo entrevisté en su casa, cuando casi ciego y con un gran sentido del humor, hacía bromas sobre su situación. Recordaba como el embajador de México en Estados Unidos en ese entonces, el general Francisco Castillo Nájera, sorprendido de que se le hablara de expropiación, exclamó una frase que don Jesús consideraba histórica mientras soltaba una carcajada, : “!Ah chingado, va a haber cañonazos!”. Un dato que resalta de esa entrevista y que puede compararse con la actitud actual de la jerarquía católica, fue el comportamiento de esa iglesia ante el general Cárdenas, pese a que estaban frescos los sucesos de los cristeros. Dijo don Jesús al referirse a los que apoyaron: “La inmensa mayoría estuvo al lado de Cárdenas. La izquierda desde luego con más razón. En cuanto a la alta burguesía, no tengo elementos para juzgarla, pero si hubo en ese entonces, un dato para la historia de México: la posición de la iglesia a favor de la expropiación es algo que no se puede negar. Después de todo, a cada quien lo suyo”. Por su parte, el gran Juan de la Cabada me leyó varias calaveras suyas durante la entrevista. Publico una de ellas que quizá el dedicaría a las transnacionales que en este momento gozarán de nuestro petróleo, como lo hizo con las de aquella época:
Así cantan las empresas
pero nada lograrán
se volverán a sus huesos
y esta guerra perderán
y llenitas de gusanos
al infierno arrastrarán
a los malos mexicanos