Gregorio Ortega Molina
*¿Quién esconde las muertes violentas, silenciadas y en soledad, producto del terror? ¿El crimen organizado, cuyo método es imponerse por el miedo? ¿Las diversas policías o las Fuerzas Armadas, deseosas de ocultar que a algunos de sus integrantes se les va la mano, o quizá porque esas muertes son parte de la reingeniería social que se persigue?
Los humanos vivimos obsesionados por la muerte y sus modalidades, aunque el tema lo ponemos de lado hasta caer postrados por la enfermedad, vivir en riesgo, en la cárcel, o porque la profesión confronta a algunos cotidianamente con las diversas maneras de perder la vida, o ganarla -afirmamos los que abrevamos de la Palabra-.
En la fantasía -porque sólo los condenados a muerte saben día, hora y modito de decir adiós- las personas sueñan, o anhelan, una despedida heroica, o pacífica, en medio de los seres queridos y en la cama del hogar, lejos del martirio de los hospitales, ajenos a las salas comunes o los cuartos compartidos de la asistencia social, o distantes de las cuentas que consumen el patrimonio familiar, si se carece de seguro de gastos médicos mayores.
Nadie, supongo, desea morir solo, sin ver ojos de afecto y compasión, o una mano sudorosa tendida; el moribundo desea que sus oídos estén llenos de las palabras de consuelo, del llanto, del lamento, porque pronto únicamente escucharán el silencio.
Muy pocos quieren morir como perros, en esto no hay discusión, aunque en la actualidad acuñaran el acrónimo perrhijos.
La reflexión anterior fue suscitada porque nos enteran de que descubrieron 75 fosas clandestinas, en ciudades de la zona costera de Baja California.
¿Quién esconde las muertes violentas, silenciadas y en soledad, producto del terror? ¿El crimen organizado, cuyo método es imponerse por el miedo? ¿Las diversas policías o las Fuerzas Armadas, deseosas de ocultar que a algunos de sus integrantes se les va la mano, o quizá porque esas muertes son parte de la reingeniería social que se persigue? De cualquier manera, la mayoría de esas fosas clandestinas está en Tijuana, dice un boletín de Unidos por los Desaparecidos de Baja California.
Pienso, entonces, en cuál puede ser el significado de morir como perro. ¿Cuándo fue acuñado, usaban fosas clandestinas? Lo dudo, antes se abatía a la luz del día, porque era imposible el reclamo legal. Lo que existía era el imperio de la ley por sobre la administración de justicia. Se moría como perro cuando estabas lejos de la gracia del poder; hoy ocurre aunque te amparen los que gobiernan, o precisamente porque te amparan. Más valdría vivir sin ser visto.
Unidos por los Desaparecidos en Baja California indica que La Gallera es uno de los sitios de entierros ilegales con más despojos humanos, está situado en el poblado Maclovio Rojas, donde por declaraciones de Santiago Meza, quien deshacía los cadáveres y se ganó el mote de El Pozolero del Teo, se enterraron los restos de más de 300 personas, entre 2007 y 2008.
¿Por qué, si ya se sabía y El Pozolero está detenido, tardaron tanto en llegar? Que pregunten a los cómplices.