Por Raúl Moreno Wonchee
Hubo tiempos en que se intentó contraponer la revolución a las reformas. La discusión no se resolvió en el plano de la teoría por más sesudos que fueran los polemistas, sino en la práctica. Hubo reformistas que aún sin proponérselo resultaron revolucionarios y quienes buscando una revolución encontraron reformas con suerte desigual. En el siglo XIX, la Reforma dio lugar a una gran revolución política en la que el constitucionalismo republicano fue el cauce de nuestro liberalismo armado con el que el Estado alcanzó su carácter nacional y su dignidad soberana. En el siglo XX, la Revolución Mexicana fue postulada por sus precursores como revolución social, pero tomó la fuerza de las masas insumisas en la lucha por la democracia electoral contra la dictadura, en la lucha armada contra la usurpación y desembocó en una guerra civil que no se resolvió sino con una constitución social que dio rumbo a sus instituciones en sucesivas oleadas reformistas. Al fin del siglo las reformas estructurales cedieron el paso a ajustes y privatizaciones que prologaron una alternancia mostrenca que en el inicio del nuevo siglo sumió al país en la parálisis política, el estancamiento económico y el deterioro social. Al retornar el PRI a la Presidencia, Peña Nieto pactó con las principales fuerzas políticas un haz de reformas que revirtió la tendencia regresiva de una vida institucional quebrantada que daba signos alarmantes de debilidad. Las reformas en educación, energía, hacienda y telecomunicaciones aportaron soluciones a problemas apremiantes pero sobre todo reafirmaron la reforma democrática de las instituciones como la vía revolucionaria en el siglo XXI.La nave va
Revolución y reformas
por Raúl Moreno Wonchee
Hubo tiempos en que se intentó contraponer la revolución a las reformas. La discusión no se resolvió en el plano de la teoría por más sesudos que fueran los polemistas, sino en la práctica. Hubo reformistas que aún sin proponérselo resultaron revolucionarios y quienes buscando una revolución encontraron reformas con suerte desigual. En el siglo XIX, la Reforma dio lugar a una gran revolución política en la que el constitucionalismo republicano fue el cauce de nuestro liberalismo armado con el que el Estado alcanzó su carácter nacional y su dignidad soberana. En el siglo XX, la Revolución Mexicana fue postulada por sus precursores como revolución social, pero tomó la fuerza de las masas insumisas en la lucha por la democracia electoral contra la dictadura, en la lucha armada contra la usurpación y desembocó en una guerra civil que no se resolvió sino con una constitución social que dio rumbo a sus instituciones en sucesivas oleadas reformistas. Al fin del siglo las reformas estructurales cedieron el paso a ajustes y privatizaciones que prologaron una alternancia mostrenca que en el inicio del nuevo siglo sumió al país en la parálisis política, el estancamiento económico y el deterioro social. Al retornar el PRI a la Presidencia, Peña Nieto pactó con las principales fuerzas políticas un haz de reformas que revirtió la tendencia regresiva de una vida institucional quebrantada que daba signos alarmantes de debilidad. Las reformas en educación, energía, hacienda y telecomunicaciones aportaron soluciones a problemas apremiantes pero sobre todo reafirmaron la reforma democrática de las instituciones como la vía revolucionaria en el siglo XXI.