Jorge Meléndez Preciado
Mucho se discute si el grupo que encabezaba Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado El Ojos, es un cártel o una banda delictiva amplia y muy bien articulada. Pero mientras eso vemos en los medios nacionales, en los internacionales se informa que la violencia grande ha llegado a la Ciudad de México (Los Ángeles Times y The New York Times), algo que nunca había ocurrido. No sería raro que próximamente en Estados Unidos empiecen a decir que es un peligro viajar a esta capital, en tanto Miguel Ángel Mancera continúe sus recorridos a nombre de la Conago, regalando patrullas a otras entidades y cabalgando.
Para el senador Alejandro Encinas (El Universal, 25 de julio), la Secretaría de Seguridad Pública entró 30 minutos después en operación, luego de los marinos, por lo que pide explicaciones. Y ya sabemos que ese cuerpo de élite azul no deja heridos, por eso ocho personas aparecieron sin vida, eso sí, con armas a sus lados, las cuales jamás dispararon.
En otro campo, el especialista en redes sociales, Alonso Cedeño (El Universal, ídem), anota que el gobierno de esta capital no informó del operativo en Tláhuac, aunque sí lo hicieron una buena cantidad de ciudadanos: el 50 por ciento de las menciones de esos tuiteadores y videastas fue de censura a Mancera, lo cual le traerá graves problemas al gobernante antes de que pida licencia para irse a su campaña.
Por cierto, una multitud fue a despedir al famoso Ojos. Le lanzaron porras, hurras y entonaron su corrido que le escribió Javier Pérez, y el cual ha sido reproducido ampliamente en las diferentes computadoras. Estamos ante un caso que necesita un análisis mayor y no la simpleza de los artículos de los voceros oficiales, ya que como apunta Roberto Zamarripa (Reforma, 24 de junio), el delincuente apoyaba más a la población que el delegado Rigoberto Santiago. Y Morena tiene en este caso un nuevo problema que debe abordar correctamente, en lugar de poner oídos sordos al asunto.
En el cementerio de San Lorenzo Tezonco, detuvieron a siete individuos que iban armados. Al otro día, fueron tres los aprehendidos que viajaban en un vehículo de lujo y portaban armas y droga. Y hay un dispositivo policial de mil en la delegación, lo cual habla del clima que se continúa viviendo.
Pero también encontramos una situación terrible en el país, ya que lejos de ir a la baja los delitos violentos, cada mes aumentan.
Según la organización, Semáforo Delictivo, en el primer semestre de 2017 hubo 8 mil 791 ejecuciones. De ellas el 62 por ciento estuvieron ligados al crimen organizado. En 2016 habían sido únicamente 5 mil 413 los abatidos.
Marzo de este año fue el más sangriento, con mil 651 abatidos. El 72 por ciento de los homicidios dolosos fueron ejecutados por el crimen organizado.
13 entidades están por encima de la media nacional. Pero de ellos: Guanajuato, Veracruz, Michoacán, Baja California, Nayarit y Colima tienen 80 por ciento de homicidios dolosos, los cuales son ejecutados por las mafias.
¿A qué se debe este aumento de delitos llamados de alto impacto? Según el Semáforo al “colapso de la autoridad, a la guerra de los capos y a la atomización de los grupos delictivos”.
Obviamente el comercio de drogas prohibidas trae dicha espiral delincuencial. Ante la cual las autoridades dan pasitos cortos para hacer legal sustancias que ya están libres de otros países, por ejemplo, la mariguana en muchos estados de la USA y en Uruguay. Algo que debemos tomar en cuenta para no seguir haciéndole el trabajo sucio al muy repudiado Donald Trump.
Dos cifras más: la extorsión subió 26 por ciento y el robo a negocios 40 por ciento.
Es claro que se puede detener a capos, liquidar a cabecillas poniéndole a su banda el título que se quiera, realizar acciones espectaculares y generalmente sin guardar los protocolos de derechos humanos y hasta insistir, torpemente, que una ley como la de seguridad interior, hoy detenida en el legislativo, se puede encontrar una solución a la violencia, pero si no se planean las cosas junto con los ciudadanos, la batalla se perderá.
Hace poco Enrique Peña Nieto fue a dos lugares a inaugurar obras, algo que le gusta. No pudo hacerlo en Puebla ya que se lo impidieron los pobladores por reclamos varios. A Baja California incluso prescindió del lastre en que se ha convertido Gerardo Ruiz Esparza, todavía al frente de la SCT; tampoco logró su propósito ya que campesinos se inconformaron porque el agua de los poblados se quiere utilizar para una cervecera.
Violencia cotidiana y protestas en todos lados.
@jamelendez44