Salvador Flores Llamas
Mucho se empeña López Obrador en asemejarse a Donald Trump y echar mano de trucos y mentiras para ser presidente, sin pensar que eso tiene al gringo cada día más cerca de ser expulsado del cargo.
El Peje no se ruboriza en denostar a sus posibles contrincantes, no sólo los acusa de ser miembros de la “mafia en el poder”, sino les cuelga milagritos y calumnias, mientras él se ostenta como el impoluto y formó su propia mafia.
Trump tiene largas deudas con el fisco, y Andrés Manuel tampoco presenta declaraciones de impuestos, so pretexto de que sólo percibe los 50 mil pesos mensuales que le da Morena.
Mas todos sabemos que tiene múltiples entradas: las tajadas que cobra a los candidatos que lleva al poder mediante Morena, las aportaciones de sus simpatizantes (ya tiene una colección de empresarios con él, incluido Lino Korrodi, el recaudador de Vicente Fox, aunque diga que no lo quiere para eso).
¿Y lo que les saca a los gobernadores priistas para apoyar, bajo cuerda, a los candidatos de las oposición, restar votos a ésta y hacer que los candidatos de aquéllos ganen.
Eso quedó patente en Veracruz, donde el entonces gobernador Javier Duarte lo centaveó por meses con 2.5 millones, y cuando el actual mandatario, Miguel Ángel Yunes Linares lo desafió a un debate en Jalapa donde exhibiría las pruebas del dinero que le dio Duarte de Ochoa, simplemente le sacó, como acostumbra para no exponerse a ser encuerado públicamente.
Con motivo del operativo de la Marina y la Policía Federal, en que murió “el Ojos” y 7 sicarios, quedó claro que el delegado de esa delegación, Rigoberto Salgado Vázquez, miembro de Morena, era su cómplice, igual que el dueño de 2,500 motobicis que recorren las brechas de la jurisdicción, de las vecinas y de pueblos aledaños del Edomex.
A la absolución que ya les dio Amlo por esos delitos ambos corresponden con tajadas que aumentan su riqueza, la que jamás dará a conocer por ir contra la “honestidad valiente” que predica.
Ante la avalancha de acusaciones de que se alió con los rusos para espiar a Hillary Clinton desde su campaña y hakear sus correos, Donald exigió al jefe de sus abogados analizar la posibilidad de que él mismo pudiera autoperdonarse y hacerlo con su hijo, su yerno y demás colaboradores inmiscuidos en el escándalo.
Como el abogado respondió que eso era imposible, simplemente los cesó.
El tabasqueño se ostenta como impoluto y absuelve a cuanto político que se pase de otro partido a Morena, así sea el mayor criminal y corrupto, pues lo que le importa es ganar adeptos de cualquier laya, así eche por tierra sus promesas de combatir la corrupción e impunidad.
Cada día se extiende más la opinión de que Trump va a caer por sus excesos y que está remachando los clavos de su ataúd, pues hasta sus copartidarios republicanos le voltean la espalda (ya se quejó de ello).
Lo que no es lejano le ocurra al Peje cuando le exijan respuestas a temas de su pasado, por ejemplo: ¿Por qué mató a uno de sus hermanos y a un amigo que le ganó en el beisbol? ¿Por qué hizo desaparecer las actas respectivas del archivo del Ministerio Público?
¿Por qué pasó lo mismo en la hemeroteca de Villa Hermosa, con las páginas de los diarios que daban cuenta de esos crímenes?
O se le remache cuando pretendió sacar del poder al gobernador Enrique González Pedrero, quien lo patrocinaba y nombró jefe estatal del PRI; pero Amlo urdió que en una asamblea estatal los alcaldes le quitaran el mando y se lo otorgaran a él.
Y por ahí se iría deshaciendo la madeja.
Ahora Andrés metió de nuevo en sus enjuagues a la Virgen de Guadalupe: mandó a Delfina Gómez, la candidata de Morena a gobernar el Edomex, a la Basílica a pedir se reconozca su triunfo, cuando ya ella misma había aceptado su derrota.
No le bastó con usurpar el nombre de Morena para que la gente lo ligue inconscientemente a la Morenita y vote por él; ni con ir a saludar a Juan Pablo II, tras la puerta mayor de la Basílica y llevar a su familia para que la bendijera, pese a pertenecer a una secta.
O cuando, recién elegido el Papa Francisco, fue a Roma a presentarle los puntos de su campaña presidencial; el cardenal Norberto Rivera le gestionó un asiento de primera fila en una audiencia pública, y vino a México a presumir que su programa recibió la aprobación pontificia.
En descargo de la preocupación que despiertan los ardides del dueto Trump-Peje recodemos el proloquio que reza “No hay mal que dure cien años ni loco que lo soporte”, o como decía el abuelo: “De todo puedes escaparte, menos de recibir castigo por tus malas acciones”.
@chavafloresll