sábado, noviembre 23, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Militares y nacionalismo

*Quien haya escuchado cortar cartucho a unos centímetros de la cabeza, o una orden seca e imperativa: ¡párese ahí, cabrón!, o se haya llenado la nariz del olor a miedo, o de ese sudor soltado por los integrantes de las Fuerzas Armadas, porque saben que se la están rifando y traen el dedo sobre el gatillo

 

Gregorio Ortega Molina/

 

¿Cuál es la verdadera formación de nuestras Fuerzas Armadas? ¿La conceptualmente heredada por Joaquín Amaro, la del Colegio Militar, la de la Escuela Superior de Guerra, o la aprendida en los diplomados y posgrados estudiados en instituciones militares extranjeras?

¿Cómo se ven a ellos mismos el general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal Francisco Soberón Sanz? ¿Cuál es su idea de patria? ¿Cuáles los valores que anteponen a los desafíos de la historia y de la política? ¿Leyeron La sombra del caudillo? ¿Tienen la más remota idea de lo que traían en la cabeza los generales Ángeles y Serrano?

Están nerviosos los titulares de Marina y Defensa, como si su comportamiento estuviese siendo sometido a juicio, porque no quieren, no pueden o no deben asumir una responsabilidad que es estrictamente del ámbito de la fajina y la guardia de las autoridades civiles.

El almirante y el general tienen una responsabilidad compartida; para comprenderla deben dedicar unos días a la lectura de Los recuerdos del porvenir, y transmitir ese libro a sus subordinados, porque de ninguna manera, bajo ningún concepto pueden permitir que se les compare con el general Francisco Rosas y su muy personal estilo para pararles los pies a los curas y a las mojigatas del pueblo, poner en orden a los mexicanos.

Escribió Elena Garro, para dar contexto a su personaje:

“Los periódicos hablaban de la <<fe cristiana>> y los <<derechos revolucionarios>>. Entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos preparaban la tumba del agrarismo. Hacía menos de diez años que las dos facciones habían acordado los asesinatos de Emiliano Zapata, de Francisco Villa y de Felipe Ángeles, y el recuerdo de los jefes revolucionarios estaba fresco en la memoria de los indios. La Iglesia y el gobierno fabricaban una causa para <<quemar>> a los campesinos descontentos”.

¿Por qué establecer complicidades idénticas, para temas similares? ¿A quién la interesa <<quemar>> a los descontentos? ¿Debemos, los mexicanos, tolerar que los civiles enloden a nuestras Fuerzas Armadas, mal que bien lejanas a los compromisos que puede acarrear esa <<quemazón>>?

Quien haya escuchado cortar cartucho a unos centímetros de la cabeza, o una orden seca e imperativa: ¡párese ahí, cabrón!, o se haya llenado la nariz del olor a miedo, o de ese sudor soltado por los integrantes de las Fuerzas Armadas, porque saben que se la están rifando y traen el dedo sobre el gatillo, intuye que es imperativo que se prepare el regreso de soldados y marinos a los cuarteles, porque no debemos pagar el precio de la lucha de Estados Unidos contra el consumo de estupefacientes. ¿O sí?

www.gregorioortega.blog

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