Por Pablo Cabañas Díaz
Jorge Miguel Aldana Ibarra, una de las figuras más enigmáticas y polarizantes de la historia policial mexicana, falleció en 2021, cuando tenía 81 años y, hasta su último aliento, cargaba una orden de captura vigente de Estados Unidos que nunca pudo ejecutarse.
Nacido en 1940, Aldana escaló desde inspector de Migración en 1965 hasta convertirse en primer comandante de la Policía Judicial Federal y director de Interpol-México entre diciembre de 1982 y enero de 1985. En esos años comandó la Operación Pacífico, considerada el mayor golpe al narcotráfico mexicano del siglo XX: miles de detenidos, toneladas de droga incautadas y, como joya de la corona, el descubrimiento del Rancho Búfalo en Chihuahua, un complejo de mil 200 hectáreas de mariguana que dejó al país boquiabierto.
Pero la gloria duró poco. Apenas unas semanas después del brutal asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena en febrero de 1985, el nombre de Aldana apareció en los expedientes estadounidenses como uno de los presuntos autores intelectuales del crimen. Washington lo acusó formalmente de conspiración, secuestro y asesinato de un funcionario federal, lo declaró “armado y extremadamente peligroso” y ofreció recompensa por su captura.
En México la historia tomó otro giro. En 1990 fue detenido en su propia casa con cocaína y armas exclusivas del Ejército. Pasó cuatro años y ocho meses en el Reclusorio Norte, pero en 1995 un tribunal lo exoneró por completo al determinar que las pruebas habían sido fabricadas por “intereses políticos”. Salió libre, sin pedir disculpas, y durante el resto de su vida mantuvo que fue víctima de una venganza orquestada desde los más altos niveles.
Crítico implacable de la corrupción institucional, Aldana concedió entrevistas hasta sus últimos años denunciando la complicidad de gobernadores y secretarios de Estado con el narcotráfico. Murió sin haber pisado nunca un tribunal estadounidense, sin condena formal en ese país, pero con el estigma irreversible de ser, para muchos, el rostro mexicano del caso Camarena.
Héroe para quienes recuerdan el Rancho Búfalo. Cómplice para quienes creen en los expedientes de la DEA. México, una vez más, enterró a uno de sus Comandantes sin haber aclarado jamás cuál fue la verdad.
