CIUDAD DE MÉXICO.- En los últimos años, el número de satélites en órbita baja ha crecido a un ritmo que antes solo se veía en propuestas futuristas. Empresas como SpaceX, Amazon, OneWeb y hasta nuevos actores latinoamericanos compiten por desplegar miles de dispositivos que operan de forma coordinada alrededor del planeta. A este fenómeno se le conoce como constelaciones de satélites, un sistema que promete mejorar la conectividad global, pero que también ha generado debates intensos entre científicos, ambientalistas y reguladores.
Un sistema que opera como una red en movimiento
Las constelaciones de satélites funcionan de manera similar a una red de antenas móviles, con la diferencia de que están distribuidas en órbita baja, entre los 300 y 1,200 kilómetros de altura. Cada satélite cubre un área específica y pasa la señal al siguiente cuando se desplaza fuera del rango, lo que crea una cobertura continua sobre grandes extensiones del planeta.
Este diseño permite velocidades más rápidas y una menor latencia en comparación con los satélites tradicionales, que se ubican mucho más lejos, en órbita geoestacionaria. Esa reducción de distancia es la clave para ofrecer servicios de internet en zonas rurales, en altamar, en regiones montañosas o en países que históricamente han quedado al margen de la infraestructura terrestre.
Un crecimiento que preocupa a los astrónomos
Sin embargo, el avance acelerado de estos proyectos no ha estado exento de críticas. Uno de los grupos más vocales ha sido el de los astrónomos profesionales, quienes alertan sobre el impacto visual de miles de puntos brillantes moviéndose por el cielo.
Las imágenes de larga exposición, esenciales para estudiar el cosmos, pueden contaminarse con líneas blancas generadas por los satélites que cruzan el campo de visión. Aunque las empresas han intentado reducir el brillo y modificar materiales para que reflejen menos luz, las soluciones aún no son definitivas.
Riesgos de congestión orbital y basura espacial
Otra preocupación es la saturación del espacio cercano a la Tierra. A mayor cantidad de satélites, mayor riesgo de colisiones, fallas y fragmentación. La creación de basura espacial representa uno de los mayores desafíos tecnológicos de la próxima década, ya que un choque entre dispositivos puede desencadenar una reacción en cadena que comprometa incluso misiones tripuladas.
Los reguladores internacionales trabajan en normas más estrictas para desorbitar satélites al final de su vida útil, pero la velocidad de despliegue suele ir más rápido que los acuerdos globales.
Entre la innovación y la responsabilidad tecnológica
Pese a los riesgos, las constelaciones de satélites también representan una oportunidad histórica para cerrar brechas digitales y mejorar la resiliencia de las comunicaciones. El dilema está en encontrar un equilibrio entre innovación y sostenibilidad. El reto será diseñar políticas que permitan aprovechar los beneficios sin comprometer la observación científica ni la seguridad operativa en órbita.
Por ahora, el cielo nocturno se ha convertido en un espacio donde conviven la tecnología, la ciencia y las tensiones propias de un futuro hiperconectado. Lo que decidan gobiernos y empresas en los próximos años definirá si esta expansión será una solución global o un problema que se nos fue de las manos.
Continúa leyendo:
Cuando la inteligencia artificial choca con los límites energéticos
AM.Mx/kmj
