OTRAS INQUISICIONES: Entre el acoso y las llamas

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Por Pablo Cabañas Díaz

La conversación pública rara vez se organiza según la gravedad objetiva de los hechos. En la práctica, la agenda colectiva —el conjunto de temas que capturan la atención social— se moldea por una dinámica comunicativa que privilegia la emocionalidad, la viralidad y la simplicidad narrativa. Dos episodios recientes en México ilustran con claridad este fenómeno: el acoso físico contra la presidenta Claudia Sheinbaum en una calle del Centro  Histórico de la Ciudad de México  y la violenta reacción social en Michoacán tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.

La teoría de agenda setting, formulada por Maxwell McCombs y Donald Shaw en 1972, sostiene que los medios no indican a la ciudadanía qué pensar, sino sobre qué pensar. Es decir, el peso informativo que se otorga a un tema influye en la importancia social que se le asigna. Por ello, los asuntos visibles y recurrentes en medios se vuelven prioritarios en la conversación pública, independientemente de su gravedad estructural. En el caso mexicano, el episodio del acoso a la presidenta circuló de manera inmediata: un hombre se acercó entre la multitud, intentó besarla y tocó su pecho antes de que la seguridad presidencial interviniera. La escena, captada por decenas de teléfonos, era sencilla de comprender y emocionalmente impactante. No requería contexto adicional y se viralizó en cuestión de minutos.

Ese mismo día, Michoacán vivía una situación de extrema violencia. Tras el asesinato del alcalde Carlos Manzo, manifestantes irrumpieron en el Palacio de Gobierno de Morelia, destruyeron cristales, arrojaron mobiliario por las ventanas e iniciaron incendios dentro del edificio. Actos similares se repitieron en Uruapan y en Apatzingán, donde otro grupo logró ingresar al palacio municipal y prender fuego en las instalaciones. Sin embargo, estos hechos —más complejos, dispersos y con implicaciones profundas para la gobernabilidad— no alcanzaron la misma presencia mediática ni despertaron la misma reacción nacional.

Este contraste permite introducir el concepto de la agenda setting defensiva, que describe el uso estratégico o funcional de la agenda pública para desplazar la atención de un tema potencialmente perjudicial hacia otro menos dañino o incluso beneficioso para la figura o institución implicada. La irrupción violenta en Michoacán cuestiona directamente la capacidad del gobierno estatal y federal  para garantizar el orden, por lo que su exposición pública constituye un riesgo para la gobernabilidad del país. En cambio, el acoso a la presidenta sitúa el foco en su vulnerabilidad personal, generando solidaridad social en torno a su figura. La conversación se desplaza así de la violencia estructural hacia la defensa emocional de la mandataria. Sin que sea necesario atribuir intencionalidad, el efecto es claro: el tema que amenaza más seriamente la legitimidad estatal queda relegado por otro de impacto simbólico más inmediato.

Un concepto complementario ayuda a comprender este desplazamiento: el media flooding, o inundación mediática. En esencia este concepto, describe la multiplicación acelerada de contenidos —videos, comentarios, reacciones, análisis instantáneos— que saturan el espacio informativo. Este exceso crea un efecto de ahogo para otras narrativas, que pierden relevancia ante el volumen de información circulante sobre un solo tema. Con el incidente contra la presidenta Sheinbaum, las redes sociales y los medios replicaron la misma escena desde múltiples ángulos, acompañada por reacciones ciudadanas y comunicados oficiales. La intensidad del flujo informativo inundó la conversación nacional, reduciendo el espacio disponible para la violencia en Michoacán. Mientras la primera historia se repetía hasta la saturación, la segunda apenas conseguía mantener presencia.

La clave está en la naturaleza de los relatos. El acoso contra la presidenta es un hecho breve, visual y emocional, que puede comprenderse sin contexto previo. Su circulación es casi automática: la indignación y el miedo se activan de inmediato. La violencia en Michoacán, en cambio, demanda un esfuerzo interpretativo mayor: requiere entender las causas del asesinato, la complejidad del crimen organizado, la respuesta estatal, la trayectoria de las tensiones locales. Su narrativa es difusa, sin un solo video emblemático ni una figura central fácilmente identificable.

En un ecosistema informativo dominado por la inmediatez, los algoritmos y la competencia por la atención, la historia más sencilla y emocional gana. Así, un episodio menor en términos institucionales logró desviar la atención de una crisis profunda. El resultado es un ejemplo claro de cómo opera la agenda pública: no necesariamente prioriza lo más significativo para la vida nacional, sino aquello que puede contarse con mayor facilidad y fuerza emocional. En esta tensión entre lo simbólico y lo estructural, el poder se ejerce no solo en los hechos, sino en la capacidad de convertirlos en tema.

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