ESCARAMUZAS POLÍTICAS

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por Gloria Analco

  • Titán en construcción: la transformación bélica de Irán

La noticia no cayó como una bomba: fue una bomba para Israel. En los pasillos estratégicos, en las terminales militares, en las bases aéreas, ya nadie lo duda: Rusia -y en menor medida China- está ayudando a convertir a Irán en una potencia militar de primer orden.

Rusia y China están redefiniendo el equilibrio de poder en Medio Oriente, mientras Estados Unidos e Israel enfrentan límites estratégicos que ya no pueden ignorar.

No se trata de promesas diplomáticas ni de maniobras discretas: son vuelos, entregas, personal técnico y entrenamientos en marcha. En cuestión de meses, Irán ha pasado de ser un actor regional fuerte a perfilarse como un titán bélico en construcción.

La diferencia con su otro conflicto con Israel reciente es abismal. Entregar aviones de quinta generación o sistemas antiaéreos avanzados no es como encender un interruptor. Pero Rusia le enseña a encenderlo: capacita, integra, acompaña. Lo que en Ucrania se improvisó por parte de Occidente, en Irán se está afinando como un instrumento de precisión.

La Rusia de hoy no es la de 2010. Aquella buscaba agradar a Occidente, convencerlo de que podía integrarse al club. Estados Unidos dominaba el tablero global y Moscú actuaba con prudencia.

Quince años después, ese tablero ha cambiado por completo: Rusia y China ya no operan como contrapesos, sino como actores plenos, estratégicamente desplegados en el campo de batalla global, en muchos ámbitos incluso por encima de Occidente.

Y mientras esa maquinaria se afianza, Estados Unidos ha ido perdiendo algo más que poder: su credibilidad, su sentido común y su instinto estratégico, si es que esto último alguna vez lo tuvo, pues ha salido derrotado de muchas partes.

Durante años creyó que bastaban sus “ataques de decapitación” o sus operaciones encubiertas para imponer la narrativa.

Pero esa época terminó. Las acciones del Mossad y sus aliados, otrora eficaces, hoy apenas arrojan resultados parciales. Los adversarios ya no son lo que eran. Irán ha crecido y aprendido. Y lo ha hecho con apoyo técnico, político y militar sostenido.

Los ataques de largo alcance iraníes han puesto a prueba el corazón del sistema defensivo israelí y estadounidense. Lo que antes se consideraba infranqueable ha sido tensionado, y en algunos momentos, sobrepasado.

La presunción de superioridad ha cegado a los belicosos de Medio Oriente -Estados Unidos e Israel-que no supieron ver cuán rápidamente evolucionaba su enemigo.

Entre analistas militares se respira una expectativa que ya es casi certeza: Israel deberá atacar a Irán antes de los primeros días de noviembre, porque si no lo hace ahora, la ventana operativa se cerrará hasta marzo próximo. Para entonces, Irán habrá completado una etapa crucial de integración armamentística y defensiva. El reloj geopolítico no espera.

Mientras tanto, la diplomacia ha dejado de ser un instrumento de confianza. Hoy es apenas un espejismo frágil: llamadas entre líderes, altos el fuego brevísimos, promesas evaporadas en 24 horas.

Lo que alguna vez fue un monólogo occidental que dictaba resultados, se ha convertido en un coro caótico sin autoridad dominante.

Bombardeos selectivos, operaciones encubiertas, intercambios de rehenes y tensiones en Siria, Gaza o Yemen componen un escenario de fragor constante. No hay pausa. Ya no es un conflicto: es una era bélica en desarrollo.

Europa, en este escenario, ha desaparecido geopolíticamente. En apenas tres años, pasó de ser actor a telón de fondo. Las decisiones ya no pasan por Bruselas ni Berlín.

Hoy, el pulso bélico se disputa entre Washington e Israel, pero al otro lado del tablero, Rusia, China, Irán y Corea del Norte actúan con coordinación y determinación, trazando contramedidas que ya no permiten imposición unilateral de la voluntad occidental.

Pero mientras EE. UU. improvisa y calcula sus pasos con reservas cada vez más limitadas -su stock de armamento y artillería es insuficiente para una guerra prolongada-, Rusia se mueve como jugador de ajedrez veterano.

Cuando un primer ministro israelí telefonea a Moscú para transmitir mensajes o cuando Washington busca pactos tácticos, no es por cortesía: es porque el poder real se ha vuelto más horizontal y difícil de imponer unilateralmente.

La red rusa de defensa aérea y guerra electrónica, probada en el frente, es un muro silencioso. No basta con lanzar misiles o drones: hay que atravesar capas técnicas, coordinación integrada y experiencia operacional. Irán recibe no solo fierros y misiles, sino una arquitectura de guerra.

El mapa global ya no se parece al de principios de siglo. Hoy no se trata de un único frente: son múltiples guerras -militares, económicas, cibernéticas y comunicacionales- libradas simultáneamente. Y en ese tablero, quien improvisa pierde.

La partida no se decidirá con un golpe espectacular, sino con resistencia estructural y cálculo paciente. Lo que antes era un mundo unipolar hoy es una trama de actores fuertes que no aceptan dictados. Es un nuevo relato de poder, y se está escribiendo, día a día, en tiempo real.

En este tablero global, quien subestima a su adversario lo paga caro. Estados Unidos e Israel pueden golpear, pero ya no dictan; la era de respuestas coordinadas y estratégicas ha comenzado, y el reloj no se detiene para nadie.

 

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