OTRAS INQUISICIONES: Luis González de Alba y Elena Poniatowska: la memoria en disputa

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(Primera dos partes)

Por Pablo Cabañas Díaz

 

En 1971, apenas tres años después de la matanza de Tlatelolco, la editorial Era publicó dos libros que habrían de marcar para siempre la memoria del Movimiento Estudiantil de 1968: “Los días y los años”, de Luis González de Alba, y “La noche de Tlatelolco”, de Elena Poniatowska. El primer libro, escrito desde la cárcel de Lecumberri, surgía de la voz de uno de los líderes presos, condenado a ver la historia desde la reclusión. El segundo, construido con cientos de testimonios, buscaba erigirse en un relato coral de la tragedia que  se intentaba silenciar desde el poder.

La coincidencia editorial no era casualidad, sino el signo de una época en que la urgencia de narrar se imponía al miedo. Pero esa doble publicación encierra también un germen de disputa: ¿a quién pertenece la memoria? ¿A la voz individual de los testigos o a la suma polifónica de quienes se atreven a hablar?

El libro de González de Alba se abre con una huelga de hambre, como si quisiera decir que la resistencia no terminó en la Plaza de las Tres Culturas, sino que se prolongó entre los muros de Lecumberri. Los presos, despojados de todo, todavía conservaban la dignidad como única forma de lucha. En “Los días y los años” se entretejen conversaciones triviales, rutinas carcelarias y reflexiones sobre el movimiento que habían encabezado. Es un relato que no concede al lector la comodidad de la distancia: lo sumerge en la celda, en el hambre, en la obstinación de seguir creyendo.

En contraste, “La noche de Tlatelolco” es el espejo de un país entero. Poniatowska recoge voces múltiples: estudiantes, madres, profesores, periodistas, víctimas y testigos. Su obra no pretende ser un relato único, sino un mosaico en el que cada fragmento suma al testimonio colectivo. La masacre del 2 de octubre aparece como un grito polifónico contra el silencio del Estado. El libro se convirtió, de inmediato, en una referencia ineludible: una crónica que trascendió la literatura para convertirse en memoria nacional.

Durante años, ambas obras coexistieron como pilares complementarios: una mirada íntima y testimonial junto a una voz coral y comunitaria. Sin embargo, hacia 1998 estalló un diferendo que cambió la lectura de esta historia. González de Alba acusó a Poniatowska de haber incorporado más de quinientas líneas de su obra, no de manera fiel, sino con alteraciones que modificaban el sentido original de sus palabras. Su reclamo no era por plagio, sino por tergiversación del testimonio. La diferencia, aunque sutil, era esencial: la palabra de un sobreviviente no podía ser tomada como materia maleable para la pluma de otro.

El caso llegó al Instituto Nacional del Derecho de Autor. La Junta de Avenencia falló a favor de González de Alba. El veredicto obligó a Poniatowska a corregir los pasajes señalados y a publicar una nueva edición de “La noche de Tlatelolco”. El episodio, lejos de cerrar la herida, dejó marcada para siempre la relación entre ambos.

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