Por Pablo Cabañas Díaz
El 1 de septiembre de 2013, Enrique Peña Nieto rindió su primer informe de gobierno en medio de un escenario político marcado por la expectativa y la incertidumbre. Apenas nueve meses después de haber asumido la presidencia, el mandatario buscó mostrar un estilo distinto al de sus predecesores, subrayando la capacidad de diálogo político como sello de su administración. El llamado Pacto por México, firmado con las principales fuerzas partidistas, fue presentado como el eje central de los avances logrados hasta entonces.
En el informe se destacó la aprobación de reformas consideradas estructurales: la educativa, la de telecomunicaciones y la reforma hacendaria en discusión. Peña Nieto insistió en que estas transformaciones sentarían las bases para un México más competitivo y moderno. La reforma educativa fue presentada como la pieza clave para garantizar la calidad en la enseñanza, con énfasis en la evaluación docente y la recuperación de la rectoría del Estado en materia educativa. La reforma en telecomunicaciones, por su parte, fue exhibida como una medida para abrir el sector a la competencia, reducir costos para los consumidores y fortalecer la cobertura digital en el país.
El discurso presidencial también puso énfasis en la seguridad, un tema inevitable tras el sexenio de Felipe Calderón. Peña Nieto evitó la retórica de la “guerra contra el narcotráfico” y habló de una estrategia orientada a la prevención del delito, la coordinación institucional y la protección de las víctimas. Se anunciaron acciones específicas como la creación de la Gendarmería Nacional y el fortalecimiento de la Policía Federal. Sin embargo, los niveles de violencia en diversas regiones del país seguían siendo motivo de crítica.
En el terreno económico, el presidente celebró la estabilidad de las finanzas públicas y el control de la inflación, aunque reconoció la necesidad de reformas fiscales para incrementar la recaudación. También subrayó la importancia de modernizar el sector energético, anticipando la polémica reforma que abriría a la inversión privada áreas estratégicas de Pemex.
El informe no estuvo exento de protestas y críticas. Diversos sectores sociales y políticos consideraron que el gobierno maquillaba la realidad, mientras que movimientos como la CNTE se manifestaban en las calles contra la reforma educativa. Aun así, Peña Nieto logró proyectar la imagen de un gobierno con capacidad de negociación y visión de largo plazo.
Su primer informe quedó marcado por la narrativa de las reformas y la promesa de que México se encontraba en el inicio de una nueva etapa, aunque los resultados concretos todavía estaban por verse.
