El Leviatán de Trump
Por José Luis Camacho
En ningún momento de las relaciones de México y Estados Unidos durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI, la Casa Blanca en manos de un republicano maniático, nuestro país había sido sometido una serie de presiones de extraordinarios y desconocidos alcances como la que ahora enfrenta el primer gobierno de una mujer presidenta, una honorable física egresada de la principal universidad pública nacional, la UNAM, con una visión de encabezar un gobierno de raíces sociales.
La Doctora Claudia Sheinbaum ha estado saliendo al paso de una diversidad de escaladas políticas intervencionistas iniciadas con los aranceles, que en estos momentos se agudizan con la abierta amenaza de intervenciones militares de diversas modalidades presenciales o tecnológicas para combatir las organizaciones criminales dedicadas principalmente al narcotráfico, después de ser equiparadas con el terrorismo.
La mandataria mexicana enfrenta durísimas presiones de este gobierno republicano. Un gobierno que al igual que los demócratas, desde la década que desde del siglo XX por omisión o uso del narcotráfico en sus políticas exteriores, dejaron crecer un gigantesco Leviatán sin límites. Un fenómeno criminal que para Trump es un arma perfecta intervencionista en México. Una criatura caótica procreada en las mismas entrañas de los gobiernos estadunidenses republicanos o demócratas.
No es nada casual que Donald Trumb nombró al actual procónsul en el país, como parte de esa estrategia intervencionista, a un agente entrenado por la Agencia Central de Inteligencia y con experiencia militar, el coronel Ronald Johnson, un experto en ciencia y tecnología en la lucha contra el terrorismo y el combate al narcotráfico. Y con suficientes conocimientos de una Maestría en Ciencias por la Universidad Nacional de Inteligencia.
Su escala como agente de la Casa Blanca en El Salvador lo dibuja con toda precisión y por qué fue destinado a México en el gobierno de la Doctora Sheinbaum. Johnson no es ningún diplomático improvisado, probablemente sea el mejor agente de los gobiernos de la Casa Blanca desde el siglo XX destinado a su embajada en México. Supera a John Dimitri Negroponte, otro gran experto en intervencionismos, agente y director de la CIA, que antes de ser procónsul en nuestro país en los ochenta asesoraba y apoyaba en Honduras a las contras nicas que combatían al gobierno sandinista.
Johnson ha festejado la segunda entrega de 26 peligrosos mafiosos mexicanos para ser sometidos a condenas. Felicita a la presidenta por su determinación frente al crimen organizado y agradece su “valiente cooperación”. Su primera gestión diplomática y política en México tiene resultados.
En tan poco tiempo de su gobierno iniciado el primero de octubre pasado, esta estudiante, profesora y egresada universitaria ha sostenido el mayor número de entrevistas con un presidente de los Estados Unidos que ningún otro mandatario mexicano desde 1821. Pero a pesar de la cercanía de estas entrevistas telefónicas el gobierno de Trump no cede. Dispone de toda una fuerza militar y tecnologías avanzadas para lograr intervenir en México.
En su última conversación del 31 de julio con Trump, la presidenta mexicana logró una tregua más de 90 días en la aplicación de los aumentos a los aranceles, la parte más visible de la política intervencionista de Trump, la que está detrás es la del narcotráfico al acusar al segundo gobierno de la 4T de ser débil en sus acciones contra esta peste del siglo XXI.
En esta salida al paso, la presidenta mexicana ha ofrecido estas ofrendas configuradas en la entrega de mafiosos para calmar los ánimos extremosos de un mandatario republicano erigido como el policía político regulador del planeta, con el claro propósito de convertir al imperio norteamericano en un poder unipolar de este siglo sobre China, su principal adversario.
La entrega de 55 jefes de organizaciones criminales en dos entregas, para ser procesados en juzgados de diversos estados de la Unión Americana dispuesta por el actual gobierno mexicano disminuye en parte las presiones de un gobierno republicano, que revive la figura del también republicano, Ronald Reagan, otro de los maniáticos que han ocupado la Casa Blanca.
En 1982, en su primer informe, Reagan advirtió: a “todos aquellos que exporten terrorismo y subversión en el Caribe o donde quiera que sea, actuaremos con firmeza”. Y añadió que su política exterior “ es una política de fuerza, equidad y balance…”
Aunque desde 1949 existía un acuerdo de cooperación “espontánea y amistosa” entre los dos gobiernos de Estados Unidos y México para combatir al narcotráfico, ese acuerdo se rompió con una efímera “operación de intercepción” del gobierno de Nixon en la frontera mexicana sin los resultados que esperaban, solo de unos cuantos kilos de marihuana capturados en las aduanas gringas.