Día Nacional del Cine Mexicano / Los hijos de Sánchez

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Por Lizbeth Woolf

CIUDAD DE MÉXICO.- Basada en la obra etnográfica homónima del antropólogo Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez (Children of Sánchez) es una película filmada en México en 1978 y dirigida por Hall Bartlett, con Anthony Quinn, Dolores del Río, Katy Jurado, Lupita Ferrer y Lucía Méndez como actores principales. Está

 

La película narra la vida de Jesús Sánchez (Anthony Quinn), un campesino casado que trata de cuidar a su familia en una zona marginal de la Ciudad de México. Sánchez es mujeriego, abusivo, y un trabajador duro, y siente el deber de apoyar económicamente a su familia. Su conflicto principal es con su hija, Consuelo (Lupita Ferrer), en su intento de romper el papel de ser una hija sumisa. Consuelo es asesorada por su abuela, Paquita (Dolores del Río), la matriarca de la familia. El consejo que ella le da a Consuelo es casarse, ya que es la única manera de escapar de su padre misógino.

 

Jesús Sánchez vivía hacinado con sus cuatro hijos, nietos y pareja en turno en un espacio cuya escasa amplitud era fácilmente depredada por el hacinamiento. En ese cuarto de vecindad mejor conocido como “La Casa Blanca”, compartían desde la falta de privacidad y los alimentos, hasta los sueños de por fin acabar con la miseria.

 

 

La historia se desarrolla en la vecindad “la Casa Blanca”, la cual dicen que le pusieron porque uno de sus moradores se parecía a Abraham Lincoln. Entonces era un amplio predio tepiteño con decenas de hogares de escasa higiene que articulaban una vecindad más en el cuadro central de la capital del país. Algunos alojaban talleres con los que sostenían a sus familias e intentaban mantenerlas cohesionadas, a veces a regañadientes. Entre sus residentes había quienes conservaban viva esa añeja historia de campesinos migrando a Ciudad de México para buscarse una mejor vida; otros eran oriundos y alguno más extranjero.

 

Don Jesús buscando “pegarle al gordo”; su hija Consuelito queriendo ser azafata; Manuel y Roberto, hermanos de ella, siempre ambiciosos… Pero el futuro dentro y fuera de ese Aztlán de lo urbano –como definió Monsiváis a la vecindad–, no parecía que les concedería un mejor destino, pues la falta de oportunidades, las precarias condiciones laborales, la violencia doméstica y el abuso contra las mujeres son el pan cotidiano que nubla sus aspiraciones.

 

 

La pobreza es la moneda de cambio en este arrabal capitalino donde viven los Sánchez, que muy lejos está de reflejar esa bonanza económica y social de la que el régimen en turno se vanagloriaba. Ellos, a su vez, también distaban de esa imagen arquetípica del pobre, del humilde, concebida y diseminada entre la sociedad mexicana desde los primeros gobiernos posrevolucionarios, al igual que la de la misma familia, pues en la de ellos se debradaba esa idoneidad formulada desde el sistema político.

 

Es en este universo marginal en el que se desarrolla la cinta Los hijos de Sánchez, basada en la novela-estudio homónimo publicado en 1961 por el antropólogo estadounidense Oscar Lewis, quien se avecinó en la propia Casa Blanca para estudiar a los Sánchez, que en realidad eran Hernández. Así, con este y otros trabajos Lewis forjó su mayor aportación conceptual: la cultura de la pobreza, donde esta última no es un estado transitorio que podría resolverse, sino un orden genuino proveniente de las mismas estructuras institucionales que pretendían erradicarla y en el que las prácticas, códigos y más se transmiten generación tras generación.

 

En México, la novela se publicó por primera vez en 1964. Fue tal el éxito que su segunda edición llegó al año siguiente, al igual que la denuncia a Lewis porque en su libro “no existe picardía, insolencia, palabra soez que no esté escrita y repetida mil veces […] y ello no es nada comparado con la cruda descripción de escenas eróticas y homilías de ebrios, marihuanos, ampones y vagos”, además de que era “antimexicano y subversivo, ya que con toda mala fe presenta solamente aspectos negativos de la familia mexicana de escasos recursos económicos”, e intenta convencer al lector de que solo la integran “vagos y malvivientes”.

 

 

Al final la denuncia no procedió, aunque los rumores sobre algunos efectos colaterales como la persecución política de la familia Hernández, que dicho sea de paso, algunos de sus miembros ayudaron a Lewis en posteriores trabajos. En cuanto a la novela, sus adaptaciones al teatro y al cine serían igualmente polémicas y censurables en aquellos días.

 

“En la historia de México hay pocos libros que hayan creado verdadero escándalo. Este es uno de ellos… Es un libro tremendo. No hay otro que se le parezca”, comenta quien ha escrito el prólogo de la reedición del Fondo de Cultura Económica (FCE); sello que dio a conocer en 1964 la versión en español de esta historia y que un año después perdió a su entonces director, el argentino Arnaldo Orfila, tras la demanda judicial que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística entabló en su contra y la del autor por considerar al volumen “obsceno, difamatorio, subversivo y antirrevolucionario”.

 

Los hijos de Sánchez le mostraron al mundo que el México moderno, próspero y optimista de aquellos tiempos, el México del llamado Milagro mexicano, era sólo una cara de la moneda, y que la que habitaban los autores de esta autobiografía era otra.

 

 

El ensayo describe la vida cotidiana, las costumbres y los valores de una familia mexicana que habita una vecindad de Tepito en la Ciudad de México de los años 40 y 50 de la pasada centuria, a través de la voz de cuatro hermanos huérfanos de madre y criados por su padre. Aspectos como la pobreza, la violencia doméstica, el abuso contra la mujer, el rudo mundo masculino y la vecindad como espacio de identidad son presentados de una manera cruda.

 

La cuestión que incomodó a cierta clase media de la época es que los cuatro Sánchez son inteligentes, elocuentes y muy explícitos. Aquellos lectores no querían creer que unos miserables de vecindad hablaran de esa forma, o que expresaran aquellas ideas y sentimientos. Por eso, dudaron de su existencia, y alegaron que los Sánchez habían sido inventados por Lewis.

 

Se retrata a una sociedad implacable, donde los padres maltratan a sus hijos, los hombres golpean a las mujeres, éstas se engañan unas a otras y se vengan además de sus hermanos y sus maridos. No es el mundo católico de la redención en la pobreza, sino un ámbito en el que los problemas humanos se agudizan. Un mundo que los endurece a golpes.

 

 

Por estas razones, no es difícil adivinar por qué la recepción de Los hijos de Sánchez en México fue tan distinta de la que tuvo en Estados Unidos y el resto del mundo, donde, “fue toda una sensación”; lo que quedó demostrado en las múltiples traducciones a diversos idiomas, en que se convirtió en base de obras teatrales e incluso inspiró la película protagonizada por Anthony Quinn y la Time Magazine lo puso en su lista de los mejores libros de la década.

 

En México, fue publicado a comienzos de la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz. Y el escándalo que causó tuvo dos aristas: una pública, en torno a la imagen que daba del país y de su gobierno; y otra indirecta, en la que se usó la indignación patriotera para remover al ‘extranjero comunista’ Orfila, que dirigía el FCE desde 1948 con una política editorial abierta a las izquierdas latinoamericanas y mexicanas.

 

La cargada contra Los hijos de Sánchez, fue lanzada en conferencia pública por el abogado Luis Cataño Morlet, juez del Tribunal Superior de Justicia del DF, y presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Después del ataque público, que contó entre los asistentes con la presencia del propio Presidente de la República, Cataño presentó la citada demanda judicial.

 

 

Se publicaron más de 500 artículos de periódico sobre el asunto y más de 500 intelectuales se declararon en defensa del libro y de Orfila. Como las entrevistas con los Sánchez habían sido grabadas, fue fácil desechar los cargos de falsificación y tanto Lewis como el sello fueron exonerados de todo cargo en abril de 1965.

 

El editor Martí Soler, entonces secretario de producción del FCE, vivió en carne propia esta experiencia y a la distancia concluye que el ataque a esta publicación fue sólo “la excusa” para que hubiera un cambio radical en la editorial y saliera su director.

 

Lewis ya había publicado con nosotros su Antropología de la pobreza, un ensayo similar en el que analizaba cinco familias mexicanas, los Sánchez eran una de ellas. Pero ese libro no causó ningún revuelo. Incluso, ya se había agotado la primera edición de Los hijos de Sánchez y fue hasta que salió la segunda, en 1965, que se desató la polémica.

 

 

Durante el gobierno de Díaz Ordaz hubo cierto sentido de que en el Fondo de Cultura Económica, estaba un argentino que publicaba libros de izquierda. No podían echar a Orfila por ser de izquierda; pero sí por ser un extranjero que denigraba a México publicando libros que hablaban mal del país.

 

El hoy director editorial del sello considera que Los hijos de Sánchez continúa vigente, porque la pobreza sigue existiendo.

 

Los hijos de Sánchez también sacudió, debido a sus novedosas estrategias de investigación, al gremio de los antropólogos mexicanos que tuvo una reacción “curiosa e interesante”, pues defendieron el derecho de Oscar Lewis de publicar su trabajo, aunque algunos no estaban de acuerdo con sus métodos de trabajo.

 

Elenco

Anthony Quinn … Jesús Sánchez

Dolores del Río … Abuela Paquita

Katy Jurado … La Chata

Lupita Ferrer … Consuelo Sánchez

(Lupita Ferrer, aparece en los créditos con el nombre de Melanie Farrar)

Lucía Méndez … Marta Sánchez

Duncan Quinn … Manuel Sánchez

Stathis Giallelis … Roberto Sánchez

Ignacio López Tarso … Ignacio

Carmen Montejo … Guadalupe

Bette Davis apareció en un papel sin acreditar en la película.

 

Entre los asistentes al estreno estadounidense de la película el 17 de noviembre de 1978, fueron el presidente Jimmy Carter y su esposa Rosalynn Carter. Quinn se acompañó el presidente y la primera dama a sus asientos, y todo lo recaudado fue para la Defensa Legal y Fondo Mexicano para la Educación.1

 

La banda sonora de la película fue escrita por Chuck Mangione y ganó un premio Grammy. La canción que dio título a la cinta también fue escrito por Mangione, y le valió un Grammy a la Mejor Interpretación Instrumental Pop.

 AM.MX/fm

 

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