CIUDAD DE MÉXICO.- México tiene un nuevo nombre en la lista negra de agresores políticos de género: Cuauhtémoc Blanco Bravo, exgobernador de Morelos y actual diputado federal por Morena.
Sí, el mismo que ha hecho del grito y la bravuconería su forma de hacer política. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) confirmó que Blanco ejerció violencia política de género contra la exdiputada Juanita Guerra, y será inscrito por un año y medio en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de VPG del INE.
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¿La consecuencia? No podrá buscar ningún cargo público durante los próximos 18 meses.
¿La burla? Seguirá protegido por el fuero constitucional que le otorgaron los mismos diputados que votaron para frenar su juicio político por abuso sexual.
Sí, en México un hombre puede violentarte políticamente, ser acusado penalmente, evadir la justicia con fuero… y seguir legislando como si nada.
La agresión contra Juanita Guerra no fue menor. Fue excluida deliberadamente de un evento oficial que ella misma organizó: el desfile cívico militar por el aniversario del Rompimiento del Sitio de Cuautla. No la invitaron a las reuniones de planeación, le impidieron montar su templete y le prohibieron entrar al palco principal. Eso no es un desaire. Es violencia de Estado. Es invisibilización institucional con nombre, cargo y partido.
El Tribunal fue claro: la exclusión tuvo un impacto desproporcionado y vulneró los derechos políticos de Guerra como mujer y diputada federal. Y también fue claro que Blanco no actuó solo: compartió responsabilidad con el entonces director de logística, Arturo César Millán.
Esta sentencia debería ser histórica. Pero en realidad es solo una más en la memoria de la impunidad de los agresores con poder.
Datos del INE revelan que en el actual proceso electoral se han registrado más de 130 casos de violencia política de género, muchos sin consecuencias. Además, la Red Nacional de Mujeres Defensoras de Derechos Políticos ha documentado un incremento del 45% en ataques contra mujeres en cargos públicos en los últimos cinco años. ¿Y saben qué es lo más indignante? La mayoría de los agresores son sus propios compañeros de partido.
Desde Match Informa no nos tragamos el cuento del “complot político” con el que Cuauhtémoc intenta justificarse. Esto no es una vendetta electoral, es un patrón de violencia. Uno que se replica en todos los niveles del poder. Uno que protege al agresor y revictimiza a la mujer.
Hoy Cuauhtémoc Blanco podrá seguir sentado en su curul. Pero su nombre ya está marcado. Y aunque tarde, la justicia empieza a tocar la puerta del fuero.
AM.MX/fm