viernes, junio 27, 2025

La piedra de Sísifo

Con la iglesia hemos topado

Por José Luis Camacho.-El Estado mexicano ha librado una dura lucha desde el siglo XIX  por separar los asuntos públicos de los de las iglesias. El último episodio se dio a propósito del fallecimiento de Jorge Borgoglio, el Papa Francisco. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo enfrentó una masiva crítica en los medios y redes de tendencias clericales al negarse a estar presente en los funerales del primer Jefe de la Iglesia Católica de origen latinoamericano, donde se codearía con la rancia aristocracia europea, Jefe de Estado y de Gobierno, como Donald Trump.

En las redes, notas y columnas se calificó de un error que la presidenta no asistiera y enviara a su secretaria de Gobernación, Rosa Isela Rodríguez, quien tiene a cargo la relación política con las iglesias de acuerdo con la legislación de Ley sobre las asociaciones religiosas y culto público. Era la más adecuada por la ley.

También la presidenta de México en tono hasta jocoso ha preferido no asistir a la misa de consagración del nuevo Papa, Robert Francis Prevost, con 69 años, de origen estadunidense y nacionalidad peruana, quien ha escogido el apodo de León XIV, en honor a quien impulsó las encíclicas y defendió el culto durante el imperio romano. Robert es un matemático y estudiosos de las teologías. La Sheinbaum  dejó en libertad de hacerlo a su secretaria de Gobernación de quien por lo menos públicamente no se sabe si concurre a misa los domingos.

La presidenta tiene la memoria fresca. Es una persona sin religión aunque respetuosa de los cultos. No puede hacer a un lado de ver a las iglesias. Durante la campaña presidencial de 2024 desde distintos ámbitos eclesiales de la iglesia católica en nuestro país, las jerarquías del alto clero político tomaron partido a favor de la candidata presidencial Xóchitl Gálvez junto con los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional.

En los últimos días del proceso electoral  efectuadas el dos de junio pasado,  los curas de alta jerarquía católica del Episcopado Mexicano, intensificaron la campaña. Abogaban por el voto bendito de la grey católica fundado en su fe de su evangelio. No les hicieron caso, operaron con eficacia las políticas públicas del bienestar.

 

Aunque si bien los obispos mexicano se reunieron con las dos candidatas  durante su  CXV Asamblea Plenaria del Consejo Permanente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), en noviembre de 2023 la jerarquía eclesiástica católica ya había tomado partido.

 

Según una nota informativa difundida por al Episcopado la reunión con la candidata Sheinbaum Pardo  “fue un encuentro que buscó propiciar un diálogo constructivo sobre temas de relevancia social y de paz para la nación”.

 

La disputa electoral por la presidencia llevó a las dos candidatas a reunirse con el Papa Francisco. En las que cada una dio su versión y parecería que el Papa de origen argentino estaría con la candidata Claudia Sheinbaum Pardo. Ya no hay manera de corroborar como realmente fueron esos encuentros seguramente el embajador mexicano ante el Estado Mexicano lo sabe bien, Alberto Barranco Chavarría, un columnista financiero de medios conservadores.

 

Informada de las campañas clericales en su contra, la candidata a la presidencia de la República por la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum, propuso en marzo de 2024 a los obispos  de la Conferencia del Episcopado Mexicano firmar  una Agenda Nacional por la Paz, un documento de 110 páginas, en el Centro Cultural Tlatelolco.

 

Los incidentes entre el gobierno de la 4T con la jerarquía católica alcanzaron  su máximo  clima de rupturas por  los asesinatos de dos jesuitas en Chihuahua,  Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar,  en el interior de un templo de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua,  en junio de 2022.

 

En noviembre de 2024, un informe del  Centro Católico Multimedial (CCM), de 2019 a 2024 afirmó que entre 2019 y 2014  fueron asesinados  once ministros de culto católicos. Uno de los casos citados fue  el homicidio del padre Marcelo Pérez en el barrio Cuxtitali de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Dos motociclistas lo acribillaron  el domingo 20 de octubre al salir al terminar su misa.

 

Los crímenes de sacerdotes en México de los cuales estaba enterado el Papa Francisco y ahora el Papa León XIV serían suficiente razón para observar que las relaciones entre los gobiernos  y el Estado mexicano no se encuentran en un punto de franca armonía. Francisco estaba al tanto de lo que pasaba en México cuando visitó el país durante el gobierno priista de Enrique Peña Nieto y eludió la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y de los feminicidios al igual del ascenso de las desapariciones.

 

En el documento firmado por la entonces candidata y el Episcopado se mencionan en marzo de 2024 de 92 asesinatos diarios y 26 desapariciones, el descubrimiento de 300 fosas clandestinas, el control territorial de las organizaciones criminales, el  control de tianguis, mercados, bosques, empresas mineras y sostienen  alianzas con policías, alcaldías y fiscalías. “Estamos delante de un Estado rebasado y que requiere de la participación social para hacer frente a la realidad”, decía el documento.

 

También señalaba que “México no ha logrado consolidar las instituciones de seguridad y justicia que permitan contener el avance de la violencia en los territorios y crear la cultura de la legalidad necesaria para prevenir las violencias”.

 

Prácticamente el Episcopado mexicano consideraba que el gobierno de la 4T estaba sin a capacidad, lo descalificaba de lo que Weber llegó a decir de un Estado sin la posesión de la violencia legítima. Hoy vemos que en el segundo piso de la 4T hay una distancia entre el argumento esgrimido por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y la estrategia que lleva a cabo la presidenta Sheinbaum de abrir un combate más eficaz que de respuesta a ese documento del Episcopado y las extremas presiones del gobierno de Donald Trump, quien ha llegado a proponerle a la mandataria una invasión tolerada del ejército norteamericano contra las organizaciones criminales.

La historia de las relaciones entre el Estado mexicano desde el sexenio de Carlos Salinas cambiaron  radicalmente con el reconocimiento constitucional  de la personalidad jurídica de sus integrantes y de los organismos que dependen del Episcopado, y tienen derecho al voto aunque no a ocupar cargos públicos o ser candidatos.

 

La Ley de Asociaciones Religiosas y de Culto Público es una legislación suavemente laxa. Permite que esas relaciones entre los credos religiosos, sobre todo del culto católico, superen con sus acciones lo que marca esa Ley. Por ejemplo de no realizar actos de culto en las calles sin permiso o “convertir un acto religioso en un acto político” como lo hicieron integrantes del culto católico en sede religiosas durante la campaña presidencial de 2023-2024.

 

Desde el siglo XIX las relaciones entre la iglesia católica llegaron a sus completos y violentos desencuentros durante los gobierno liberales. La Constitución de 1857 separó los asuntos que correspondían al Estado de los de la iglesia. Lo mismo ocurrió en la Constitución de 1917 hasta que la jerarquía católica apoyada por el Vaticano  declaró la guerra cristera al gobierno mexicano de Plutarco Elías Calles en la década de los veinte.

 

El gobierno de Luis Echeverría de 1970-1976,  hizo girar la rueda de esa separación después de las masacres del 2 de octubre de 1968, cuando algunos ministros del bajo clero se involucraron en las protestas por las represiones y la persecución y desaparición de militantes de izquierda. Echeverría le llegó a inclinarse en 1974 ante el Papa  Paulo VI en su sede de Roma para que apoyara sus ambiciones de ser líder mundial en la Organización de las Naciones Unidas.

 

Lo más escandaloso fue cuando el presidente José López Portillo en su gobierno de 1976 a 1982,   recibió a Karol Wojtyla, el papa polaco. Abandonó por completo  las distancias entre el clero político y el Estado Mecano, en una fastuosa visita apoyada por su propio gobierno. El colmo fue la misa en Los Pinos de Karol a petición de Margarita, la hermana y madre del presidente.

 

Pero Salinas, presidente de 1998-1994,  llegó a la cumbre al estrechar las relaciones con le Iglesia Católica al reformar la Constitución, cuando Wojtyla era un poderoso artífice de los cambios globales con el derrumbe del muro de Berlín y del mismo régimen soviético en Europa, por ser aliado estratégico de Margaret Tathcher y Ronald Reagan para recomponer la geopolítica del planeta.

 

En esos arranques de los mandatarios mexicanos, Vicente Fox, de 2000 a 2006,  se lleva las palmas de oro al besar e hincarse ante Juan Pablo II, Karol Wojtyla.

 

Las relaciones entre el Estado Mexicano y la Iglesia de Roma, el partido político más antiguo del planeta, han planteado a la presidenta Sheinbaum, un desafío que hasta ahora ha resuelto con sabiduría de mantener ya como mandataria y pasada la gesta política-electoral, una distancia que ojalá mantenga cuando el nuevo Papa León XIV acepte la invitación de venir a México y no lo duden, Robert es un pastor.

 

 


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