domingo, marzo 30, 2025

Salvador Urrutia, ex cadete defensor de Huandacareo

Luis Alberto García / Morelia, Mich.

*El gesto heroico de un espontaneo patriota.
*Era un antiguo alumno del H. Colegio Militar.
*A él se unió Nicolás Núñez, jefe de la intendencia.
*Ambos contaron con la participación de 82 pobladores.
*Ese pueblo guarda el recuerdo trágico de esos días.
*Fue el detonante violento para la aniquilación de J. I. Chávez G.
*El corrido de los chavistas para menospreciar los hechos.

Al caminar por las calles y recorrer los lugares más nostálgicos de Huandacareo, Michoacán, acude a la memoria un acontecimiento de valentía que quedó registrado en las páginas de la historia de ese estado que, durante la Revolución, padeció la presencia de José Inés Chávez García, trágica y lamentablemente famoso por sus hazañas sanguinarias.
Estas historias -una de tantas en esa población michoacana- ocurrieron en la batalla que libraron ochenta y dos moradores de ese poblado contra mil quinientos hombres comandados por trastornado y falso revolucionario “villista” vuelto homicida y bandolero.
Al negarle apoyo los habitantes de Huandacareo, Chávez García cumplió su promesa de atacar el poblado el 8 de enero de 1918 por la tarde, luego de que Salvador Urrutia, egresado del H. Colegio Militar de la capital mexicana, creyendo en su causa, alguna vez combatió al lado de Francisco Villa.
En este episodio se unió a Nicolás Núñez, jefe de la tenencia y de la defensa civil, contando con la participación de todos los habitantes de Huandacareo sin excepción, encargándose de organizar la resistencia, apoyados por esos más de ochenta hombres divididos en cinco retenes.
Mientras, ancianos, mujeres y niños se refugiaban en el templo, temerosos y suplicando la intervención divina al Señor del Amparo, santo patrono de los habitantes de ese pueblo que aún guarda el recuerdo trágico de esos días.
Ese santo fue el mismo que, siglos antes, cuentan que había logrado que la tierra devorara los ídolos de piedra de sus antepasados; pero ahora se requería de una defensa heroica para repeler a J. Inés Chávez y a sus secuaces.
Y la vida, por cierto, es curiosa, porque el valiente Salvador Urrutia, quien otras veces peleó al lado de Doroteo Arango -más conocido como alias Pancho Villa-, fue uno de los principales defensores de Huandacareo, fallecido el 5 de octubre de 1918 en Morelia, unos días antes de que Chávez pasara a mejor vida a causa de la gripe española que ya azotaba al país.
Sirva de homenaje el evocar que la heroica defensa de Huandacareo comandada por Urrutia, fue el detonante violento para la posterior aniquilación de J. Inés Chávez García, multihomicida y ladrón apodado el “Atila de Michoacano”.
Forajido temible y militar improvisado por las circunstancias a que lo llevó de la lucha armada, con sus huestes, robó, asesinó, secuestró, humilló y ultrajó a los pobladores de una gran extensión de territorios michoacanos, jaliscienses y guanajuatenses.
En el último y desesperado intento de su inmoderada expansión, atacó Uriangato, Guanajuato, cuyos habitantes solicitaron el apoyo del experimentado Urrutia, quien con pocos hombres, y usando táctica de ramas colgadas a los caballos, para que con la polvareda, simularan una gran cantidad de hombres, dieron drástica derrota a los agresores.
Tras algunos días de ocupación de Cuitzeo -pueblo ribereño en el que ocurrieron las consabidas levas porfiristas-, arrasó rancherías campesinas en tierras propiedad de los adinerados de la región, cuya presencia contrataba con la miseria secular, en que los primeros eran los dueños de todo y se hacían servir en régimen de peonaje de los segundos.
El 6 de enero, como regalo grotesco de Reyes, Chávez marchó sobre Guandacareo, luego de asesinar a un comerciante local importante, don Bruno Orduña, cuya muerte ejecutada con crueldad extrema anunciaba la llegada inminente de los atacantes chavistas.
El cronista Bonifacio Contreras Tirado cuenta en Fulgor y muerte, que el cabecilla se plantó desafiante en las orillas del pueblo desde donde mandaría comprar con un peso de oro unos cigarros marca “Chorritos”; pero no contaba con que los lugareños le contestarían así: “Venga por ellos, desgraciado, acá lo esperamos y se los entregamos”.
La letra de un corrido del chavismo pretende menospreciar a Huandacareo; pero su autor, un músico anónimo al servicio del criminal, se equivocó de medio a medio al escribir: “Adentro Huandacareo / que Cuitzeo ya se perdió / si no se créiba suficiente / pa´ que se comprometió”.
Ahí se realizó una resistencia tenaz y exitosa a Chávez, y si Cuitzeo y otros lugares representaron la derrota, Huandacareo, que en purhépecha quiere decir “lugar de los señores”, en realidad es ejemplo del triunfo sobre las chusmas armadas del genocida michoacano.
Y hubo dos señores, eso sí, Salvador Urrutia y Nicolás Núñez, quienes se hicieron cargo de la defensa con menos de cien hombres, a los que se ordenó colocar alambre de púas en las entradas de las calles y hacer fuego desde la torre de la iglesia y desde las azoteas de las viviendas, emboscando y haciendo huir a los agresores.

Según refiere Contreras Tirado, Urrutia, héroe de Huandacareo, murió en Morelia durante una corrida de toros en la plaza de San Juan; pero a esas alturas de la lucha en Michoacán ya se sabía que, el ya de por si derrotado y diezmado bandolero, no veía llegar la suya, esperando a morir de gripe española poco tiempo después en Purépero, el 18 de noviembre de 1918.

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