Roberto Vizcaíno
¿O como muchos percibimos, es un engaño perverso? ¿Una mera simulación?
Lo que sea, pronto lo sabremos. Esto es algo que no se podrá ocultar.
Mientras, queda todo amarrado y planchado, con un nuevo régimen surgido de una serie de reformas Constitucionales, claves, concebidas por el propio Andrés Manuel López Obrador con el solo objetivo, inocultablemente autocrático, y que le fueron “regaladas” a última hora por Adán Augusto López y sus mayorías oficialistas en el Senado, y por Ricardo Monreal con las suyas en San Lázaro.
Todas ellas ejecutadas legislativamente con mayorías sobrerrepresentadas en diputados -dónde, de 54% obtenido en votos, agandallarse hasta el 74% de las 500 curules- y, con toda clase argucias, amenazas y corruptelas hacerse de 3 senadores faltantes en Senado para asegurar así un mandato extrasexenal.
¿Maximato… u Obradorato?
Los adjetivos no importan, sino el resultado.
Queda para la historia, y nuestra inmediatez como sociedad y país, lo muchas veces afirmado por Andrés Manuel López Obrador de que:
“No quiero ser guía moral… ni caudillo, ni mucho menos cacique, ya terminando a fines de septiembre, a Palenque, y me jubilo”.
Lo aseguró apenas se comenzó a percibir que iba a buscar continuar en el mandato cómo fuese. Y lo repitió incansablemente.
La cuestión es que ha dicho tantas cosas que no sólo no ha cumplido, sino que ha hecho todo lo contrario.
Ni el caso enumerarlas. No terminaríamos. Siempre habría algo más por agregar a esa lista incumplida, contrariada, anulada.
EL FALSO ENCANTO DEL MESÍAS IMPOSIBLE
¿Nos mintió? Hay quienes afirman que no. Qué quien se mintió a sí mismo fue él. Pecó de “ingenuo”-diría mi sabia abuela- y arrastro tras de sí a millones, incluidos a quienes nunca debieron creerle simplemente porque lo que decía era evidentemente inviable. AMLO simplemente pensaba y decía, prometía, muchas cosas que no eran posibles.
Sonaba muy bien lo del litro de gasolina a 10 pesos, o lo del aeropuerto militar transformado en el gran centro aéreo más moderno del mundo a un a tercera parte del costo del que se estaba construyendo con decenas de corruptelas, o una economía en crecimiento al 7% y con justicia social donde los pobres eran lo primero.
O lo de enviar de inmediato, apenas 24 horas después de que tomara posesión, a los militares a sus cuarteles.
Pareciera que él mismo se la creyó. Lo que decía y prometía sonaba -insisto- muy bien, atractivo, pero no realizable.
Si el Presidente no roba… nadie en el gobierno roba. En ese pensamiento no había espacio para corruptelas. Y de ahí hacia abajo hasta el último y más humilde ciudadano.
¡Sí, cómo no!
Me llama mucho la atención el caudal de interlocutores del más alto nivel intelectual y académico, profesional, de liderazgos políticos, de calidad humana que en un primer momento estuvieron con él.
Que los convencía con sus propuestas y pensamientos, y que luego, al ver sus incongruencias desde el manejo del Poder, lo abandonaron avergonzados por reconocer que los usó y decepcionó.
El primero de todos, un hombre muy experimentado en detectar de inmediato a embaucadores, fraudulentos, falsarios como lo es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que fue uno de los primeros en aceptarlo, impulsarlo dentro de su corriente. Y que ahora se mantiene alejado de él.
Y a Porfirio Muñoz Ledo, quien antes de morir lo acusó de ser aliado y cómplice de narcos y lideres de la delincuencia organizada y de impulsar un régimen de corruptos y de obligar a sus senadores y diputados a aprobar iniciativas inconstitucionales sin el menor apego a normas y ética política.
Entre quienes lo siguieron ciegamente y lo ayudaron a construir su ascenso a la Presidencia, están todos los líderes de la izquierda y del PRD de 1992 a 2012, comenzando por Los Chuchos, Jesús Ortega y Jesús Zambrano; Guadalupe Acosta Naranjo, Carlos Navarrete, Rosario Robles y decenas, centenares en regiones y estados que lo alimentaron con maletas de dinero según reveló Navarrete hace poco. Fueron todos ellos las primeras víctimas de AMLO.
Hubo otros muchos que fuera de ese grupo, como Germán Martínez o Lilly Téllez le dieron legitimidad en otros grupos.
Y decenas y decenas de grandes y medianos empresarios entre quienes sobresalen Carlos Slim, Germán Larrea, Emilio Azcárraga Jean o Ricardo Salinas, quien termina totalmente enfrentado a él y señalándolo como el principal extorsionador de empresarios e industriales desde la Presidencia
HIJOS, HERMANOS, CERCANOS, AMIGOS, TODOS CORRUPTAZOS
Sentado en la silla del Águila y la Serpiente, y frente al histórico escritorio cubierto de piel verde olivo con ribetes de oro, centro y motivo de la misma oficina que han ocupado todos sus antecesores en Palacio Nacional, el general Cárdenas entre ellos, bajo la premisa de que es sólo por un sexenio, él los usó no sólo para despachar los grandes temas del Estado Mexicano y recibir a sus invitados especiales, sino para degradar el recinto y cargo al usarlos para echarse su chocolatito caliente y sus chilaquiles y sus tamalitos de chipilín luego de las farragosas mañaneras de cada día.
La obviedad indica que una vez en el poder, se dio cuenta de que había prometido cosas absurdas y de que no podía realmente modificar nada.
En la cara pronto le estallaron los escándalos y corruptelas de sus hermanos Pio y Martinazo, la prima, lo de Delfina Gómez y sus moches a empleados en la alcaldía de Texcoco, y lo de la Casa Gris en Houston de su hijo mayor José Ramón López Beltrán como evidencia inocultable de gestorías y conflictos de interés en la asignación de 27 contratos multimillonarios en dólares entre la empresa Baker Hughes y Pemex negociados desde la misma familia presidencial.
Y los contratos negociados por los otros hijos Andrés “Andy” y “Boby” López Beltrán en la construcción del Tren Maya y otras áreas del Gobierno.
Un enorme cochinero de corruptelas dentro del que se encuentran las acusaciones del involucramiento con el narco y la delincuencia organizada.
Muy mal pues termina formalmente el sexenio de AMLO que apunta a continuar no tan en las sombras en el de Claudia Sheinbaum,
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