Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Contra la tradición histórica,
para quién está a punto de asumir
el máximo cargo político del país,
en menos de una semana, la cobertura
mediática es hasta discreta.
A sólo cuatro días de que concluya el gobierno del Presidente AMLO, los reflectores de la atención pública continúan concentrados en la figura del personaje que ya se va. El de las interminables giras de despedida; el que anuncia un día sí y otro también su próximo retiro de la política; el que machaconamente repite ser renuente a que lo consideren “caudillo, jefe máximo y mucho menos cacique… soy maderista, afirma.”
Al que el pueblo bueno y sabio, ese que le acercan en sus recorridos sus promotores de Morena, le piden que no se vaya, como recién sucedió en su visita al Puerto de Veracruz, aunque otros, no tan convencidos, le formulen reclamos.
Un proceso de transmisión del poder muy sui generis, por las circunstancias en que se da. Las noticias de impacto no provienen, necesariamente, del ámbito de la futura presidenta, aunque haya interés en conocer quienes integran su equipo de colaboradores, sus planes de trabajo o su opinión sobre temas de actualidad. Pero resulta que, inevitablemente, surgen otras notas que le roban las ocho columnas.
Cómo competir con la noticia de la elección del hijo del todavía Presidente, Andrés Manuel, Andy, para sus amigos, en uno de los cargos más relevantes del Comité Ejecutivo Nacional del partido en el poder, con inevitable interpretación futurista. Algo difícil de que sucediera en los tiempos del PRI hegemónico, desde el orgullo de su nepotismo del presidente José López Portillo.
Nota de primera plana, en la que, casi a la par, los reportajes destacan las palabras del hijo heredero comprometido, según su dicho, a cuidar el legado de su padre, con las de la Presidenta Electa, presente en el acto para dar un mensaje y presentar su renuncia a la militancia partidista, “porque debo gobernar para todas y todos los mexicanos,” según su afirmación. Por el bien del país, esperemos que así sea.
De acuerdo a los estatutos de Morena, a Andrés Manuel II, como titular de la Secretaría de Organización, le corresponde mantener el vínculo y la comunicación con los comités ejecutivos estatales; ser el responsable del Padrón de militantes; elaborar los lineamientos para la realización de Congresos Municipales y coordinar la acción electoral del partido en todos sus niveles. Nada más.
Bienvenido a la pesadilla, le dijo el subcomandante Marcos al presidente Ernesto Zedillo, cuando asumió la Presidencia del país en 1994. Podría repetirse la bienvenida, treinta años después, a la primera Presidenta de la República cuando tome posesión del cargo, en un ambiente bastante enrarecido por diversos factores. Algunos históricos, pero otros originados por el capricho del Ejecutivo saliente empecinado en acabar con un Poder Judicial autónomo e independiente y, preocupado, aparentemente, por dejar asentado su poder de mando hasta el último minuto de su período constitucional. Sin concesión alguna para su sucesora.
A la Presidenta Electa se le mantuvo ocupada, tras su triunfo electoral, muy cerca del titular del Ejecutivo. Acompañándolo a inauguraciones, actos protocolarios, giras de despedida y eventos populares en los que la constante era la ovación al popular tabasqueño y súplicas de que no se fuera. Pocas expresiones de alegría, si es que se dieron, por la llegada de la primera mujer presidenta en la historia del país. Mítines de festejos por el que se iba, no de bienvenida por quien estaba por llegar.
Pero además de falta de tiempo y espacio propio, la Dra. Sheinbaum tampoco tuvo total libertad para elegir a todos sus colaboradores. Entre herencias, recomendados y algunos propios, quedó integrado su equipo de trabajo. Con ciertas posiciones estratégicas que, supondríamos, le deberían haber correspondido ocupar con los de su absoluta confianza, pero que no sucedió. Al menos, en lo que se ve.
Y, para colmo, el aparato político, Morena, tan necesario y conveniente, particularmente, en gobiernos populistas, se mantiene más ligado e identificado, de acuerdo a los nombramientos en su dirigencia (Su flamante presidenta es la todavía secretaria de Gobernación, la Secretaria General, viene de la ayudantía del actual jefe del Ejecutivo y del Secretario de Organización, mejor ni hablamos), con el próximo presidente en retiro, que con la futura Primera Mandataria. Aunque él afirme que el primero de octubre renunciará a su militancia en Morena. ¿Será?