Federico Berrueto
El gobernador Rocha es un mal político, aunque se escuda en el argumento de que está en el oficio porque su líder y jefe, Andrés Manuel López Obrador, le pidió ser candidato a gobernador. Mal político por todas las razones, incluso aquella oprobiosa invitación al presidente proceder a su reelección; por los resultados, porque el estado vive una pax narca por la ausencia de autoridad, y porque tuvo la osadía de confesarle a un periodista de jerarquía, “no nos hagamos pendejos, aquí todo mundo sabe cómo está la cosa. Yo fui y hablé con ellos, los conozco porque soy de Badiraguato. Y yo fui a pedirles su apoyo. Quien te diga que quiere gobernar Sinaloa y no tiene el visto bueno de ellos, te miente”. Para él, no se puede hacer política, campaña y gobernar sin acuerdo con los jefes de los cárteles. ¿Pensará el gobernador lo mismo de sus pares o hasta del mismo presidente? Badiraguato, la meca del narco.
A López Obrador lo mueven sus filias y sus fobias. Los errores o debilidades de los propios son generosamente aceptadas. Las fobias se vuelven odio que le lleva a extremos de crueldad. Las filias son cálculo de guerra, al igual que sus fobias. Por eso no hay castigo, más allá de un distanciamiento ocasional como ocurrió con Santiago Nieto, Eréndira Sandoval, Gabriel García y otros. El registro del odio es público y entre sus objetivos nunca han estado los criminales, sino periodistas o intelectuales independientes y opositores.
Ante la gravedad de lo ocurrido en Sinaloa con la detención/entrega de El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, como es su costumbre, a los asuntos judiciales el presidente ofrece una salida política. No importa el registro que deja cuando el líder de Morena y los gobernadores afines públicamente apoyan a un gobernador confeso periodísticamente de que él hace política y gana elecciones con el acuerdo y aprobación de los jefes de los grupos criminales. La incredulidad o el cinismo de los mexicanos significa que no tenga mayor consecuencia, a pesar de la evidencia del drama que implica tal connivencia, además de que expone al país en su dignidad, como muestra el affiar de El Mayo y Guzmán López.
El gobernador Rocha se muestra indignado por la sospecha y se le ve convincente. Su reacción es auténtica y no impostura porque no tiene la menor idea de su responsabilidad pública, que es combatir a los criminales no convivir con ellos, como es el caso y que se comprueba con su afirmación compartida al periodista “no nos hagamos pendejos”. El Mayo contaba con protección de las policías estatales, al momento de ser el criminal más buscado. En la desesperación, las autoridades estatales divulgan el video sobre el presunto homicidio de Melesio Cuén; resulta obvio que se trata de una ejecución y no de un intento de robo como se dijo a manera de encubrimiento. Es difícil que las autoridades actúen sin instrucción política en tema tan delicado. Se mintió; ahora la FGR debe esclarecer y actuar contra las mismas autoridades que tergiversaron los hechos y que de alguna manera confirma el escrito de El Mayo, su homicidio tiene que ver con el encuentro en Huertos del Pedregal, lugar donde dice haber sido secuestrado y donde habría estado el diputado ejecutado.
No nos hagamos pendejos aplica a muchos asuntos de la tragedia nacional. Allí está la denuncia de los limoneros por la extorsión de la que son objeto, nuevamente en paro porque a pesar de las promesas de las autoridades no ha disminuido, se ha incrementado. Como también están los aguacateros y los comerciantes en muchas partes del país. Ciertamente, al igual que antes, en el país prevalce la impunidad.
No nos hagamos pendejos es el monumento nacional al cinismo. Una manera de justificar lo inmoral y lo ilegal. Una forma de decir todos lo hacemos; es el desdén a la ley, es una manera de convocar a la aprobación social a la impunidad. Son los nuevos tiempos, es el exceso de significado de la falsa cruzada moral del régimen y la aprobación del gobierno y los votos consignan que da resultado. La sociedad hace propia el no nos hagamos pendejos.
El deterioro de la vida pública es evidente y va creciendo por la ausencia de sanción social y también legal. Para el caso concreto la única manera de blindar de sospecha al gobernador Rocha no son gobernadores abajo firmantes, sino la elusiva verdad, tarea de las autoridades investigadoras, sólo de ellas.