Fernando Irala
Luego de un cuarto de siglo del régimen que inició Hugo Chávez, heredado a su muerte por el actual mandatario, Nicolás Maduro, Venezuela vive una crisis que se profundiza día con día, la cual está costando vidas, y genera una preocupación internacional manifestada de muy diversas formas.
Los resultados de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el pasado 28 de julio son ahora objeto de disputa entre el gobierno de Maduro y la oposición.
Mientras por un lado los números oficiales le dieron la victoria para reelegirse al presidente venezolano por una diferencia de siete puntos, las actas exhibidas por sus oponentes muestran una realidad totalmente contraria, en la cual los electores de ese país suramericano votaron apabullantemente por su contrincante, en una proporción de dos a uno. El gobierno de Maduro, es importante decrlo, a su vez no ha exhibido las actas que avalen la victoria que se ha adjudicado.
La situación ha derivado por un lado en el endurecimiento del régimen, con la aplicación de una estrategia de represión que ha causado ya en estos días una decena de muertes, y cientos, tal vez miles de presos políticos, y por otra parte en una movilización popular, la más amplia en este cuarto de siglo en que se ha mantenido viva una resistencia ciudadana al chavismo, ahora crecida ante el madurismo.
Ante ese escenario, en el mundo hay un cuestionamiento cada vez mayor a las cifras oficiales y al intento de aplastar a la oposición. La Unión Europea ha puesto en duda los resultados dados a conocer por el Consejo Electoral, y los Estados Unidos de plano han avalado las cifras manejadas por el candidato opositor.
Los gobiernos de América Latina más cercanos al régimen de Maduro, los de Colombia, Brasil y México, están buscando de manera conjunta una salida negociada a la crisis venezolana, intentan un diálogo entre el todavía presidente y el candidato opositor, y la publicación oficial de las actas de votación, que como mencionamos antes no se han dado a conocer.
Incluso el papa Francisco ha externado su preocupación ante los acontecimientos venezolanos. En su oración pública de este domingo en El Vaticano, el pontífice realizó lo que llamó “un sincero llamado a todas las partes para que busquen la verdad, actúen con moderación, eviten cualquier tipo de violencia, resuelvan las controversias mediante el diálogo, a que tengan en cuenta el verdadero bien del pueblo y no los intereses partidistas”
Es impredecible lo que ocurrirá para el futuro de Venezuela, pero su desenlace desde luego tendrá consecuencias en la geopolítica continental y en el gran ajedrez mundial en que, a veces sin darnos cuenta, todos estamos inmersos.