miércoles, octubre 2, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Los restos de Cuauhtémoc

Pablo Cabañas Díaz.

En su conferencia mañanera del 29 de noviembre en Palacio Nacional, hubo una solicitud al presidente Andrés Manuel López Obrador para que hiciera la declaratoria de autenticidad de los restos del último emperador azteca, Cuauhtémoc. Según nuestra tradición el presidente de la República es el único actor y ejecutor, sabe todo y lo puede todo. Esta realidad sigue presente en nuestro imaginario nacional. ¿Qué hacemos?”, le preguntó  hace 47 años, el presidente Luis Echeverría a quien era el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, una vez que se había concluido que los huesos del cráneo, pertenecientes a una joven mestiza, no podían ser los de Cuauhtémoc. Esa noche de 1976, los investigadores repitieron los dictámenes de 1949 y 1951. No existían bases científicas para afirmar que los restos hallados bajo el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Asunción en Ixcateopan pertenecían al último señor de los mexicas.

 

La investigación quedó abierta. Hasta que en septiembre de 1976, Echeverría declaró en Ixcateopan que, por razones de tradición, aquellos eran los restos de Cuauhtémoc. Para Figueroa, según la historiadora Alicia Olivera, el hallazgo suponía una “posibilidad política grandiosa”. Guerrero ya no sería recordado sólo por los desaparecidos de la guerra sucia, sino por ser la cuna del tlatoani. “La tumba de Cuauhtémoc, último emperador azteca, el héroe más grande del Anáhuac “dio a conocer a nivel nacional al periodista   Julio Scherer García quien  firmó en Excélsior la noticia. “A las 4 de la tarde del 26 de septiembre de 1949, bajo el altar demolido de la iglesia, había sido hallada una fosa con unos huesos calcinados y una placa de cobre con una cruz en el centro y la inscripción: “1525-1529 Rey, é, S, Coátemo”.

 

La investigación sobre la validación de estos restos tiene un momento culminante en una carta enviada al historiador José C. Valadés el 22 de mayo de 1952, por la profesora Eulalia Guzmán quien se adjudicó el haber descubierto tumba de Cuauhtémoc. Guzmán se queja de la falta apoyo de sus “jefes” del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que después de encomendarle investigar la autenticidad de los documentos firmados por Motolinía, no respondieron a ninguno de los 12 informes que les envió. Durante los siete meses previos al hallazgo, Guzmán solicitó todo tipo de aclaraciones. En esa época se enfrentaban dos corrientes ideológicas, indigenismo contra hispanismo, la historiadora y arqueóloga puso en Cuauhtémoc su pasión nacionalista, y empeñó su reputación.

 

Por fin llegó un dictamen eleborado por el grupo de nueve “supersabios”  que incluía al “ex jefe” de Guzmán, Alfonso Caso, presentó su estudio, el 12 de febrero de 1951, y confirmó que se trataba de un engaño. Eulalia Guzmán afirmó en diciembre de ese año, que “las fuentes históricas señalaban precisamente el lugar de la tumba bajo el altar mayor de la iglesia de Ixcateopan y en ese lugar se encontraba una tumba con los huesos y joyas y una placa con la leyenda de quien se trataba de Cuauhtémoc. La SEP dejó abierto el asunto hasta 1976, cuando se formó la tercera comisión. La declaratoria de autenticidad ,que ahora se pretende realizar, sería un acto contra la verdad , en virtud de que el resultado de las investigaciones realizadas demuestran que en Ixcateopan no se encontró la tumba de Cuauhtémoc.

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